Durante las siete décadas que lleva al aire, la televisión colombiana, siempre original, siempre cercana a la cultura del país, ha sido patrimonio de toda su ciudadanía: sus adaptaciones literarias, sus programas de concurso, sus especiales periodísticos, sus comedias de situación, sus noticieros, sus telenovelas regionales han sido parte de la vida y de la memoria de varias generaciones. Una suma de productores pioneros, libretistas maravillosos, actores carismáticos y realizadores educados en el teatro y la literatura crearon una tradición llena de hallazgos. La buena noticia es que continúa. Ha sobrevivido a los canales, los reels y las plataformas del siglo XXI y, contra viento y marea, sigue dando obras memorables.
Las principales plataformas de hoy (Netflix, Prime Video, Max, Disney+, Vix) se han estado alimentando de producciones hechas por los profesionales equipos colombianos –algunas, como La primera vez, de Dago García, que va por su tercera temporada, con mucho éxito–, pero los canales nacionales, al mismo tiempo, han estado corriendo el riesgo de producir series a la altura de la tradición colombiana: Teleantioquia está presentando la divertida Cosiaca, historia de un personaje callejero de la Antioquia del siglo XIX, y una suma de ocho canales regionales coordinados por Telecafé ha anunciado una ambiciosa versión de La vorágine.
Resulta irable y esperanzador que, en tiempos de redes sociales, videos virales y superproducciones al alcance del teléfono, los canales regionales redoblen la apuesta para seguir reuniendo a los televidentes colombianos. Se ha teorizado mucho sobre la atomización de los públicos en estos años, y Cosiaca y La vorágine son dos apuestas maravillosas, escritas por los mejores para ser interpretadas por los mejores, que renuevan el compromiso con la calidad que hizo nuestra televisión desde sus primeras transmisiones.