En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
Entrevista
Raúl Ávila, el colombiano que trabaja con Anna Wintour, Chanel, Madonna y los Clinton, y le da vida a la Met Gala
Raúl Ávila nació en el sur de Bogotá, se fue a Nueva York y hoy es una celebridad entre las celebridades.
Raúl Ávila fue modelo también ha hecho la escenografía de los premios Óscar. Foto: Natalia Cortes
Raúl Ávila es la mente maestra detrás de la escenografía del evento de moda más luminoso del planeta: la Met Gala. Es, desde hace años, la mano derecha de Anna Wintour en la planificación del evento, trabaja con celebridades como Madonna, ha hecho la escenografía de los Óscar y los Grammy y constantemente se encarga de los eventos de marcas como Chanel y Armani. Se crio en el sur de Bogotá en el barrio San Eusebio. Fue modelo de pasarela en Nueva York, y Óscar de la Renta fue el que se impuso sobre su primer jefe para que no perdiera su acento colombiano. Tiene un café en Nueva York donde cada tanto para Tom Cruise. Y siempre viaja con su perrito Lucas en primera clase. Esta es su historia en la Revista BOCAS.
La noche del pasado 5 de mayo, Nueva York fue el escenario de un evento que solo tiene comparación con la pompa de la corte del Rey Sol: la Met Gala. Sobre la alfombra roja, que este año era de color azul floreado de narcisos blancos, desfilaba parsimoniosa la crème del jet set internacional entre frondosas hileras de flores frescas cortadas para la ocasión, entre tanto, el hombre al mando del diseño escénico de la gala iba de aquí para allá, supervisaba cada detalle de luz, sonido, aroma y el protocolo de servicio de viandas y bebidas. Todo debía estar en su sitio. Ese hombre es colombiano y, por supuesto, conoce como la palma de su mano los interiores del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Rául Ávila ha intervenido una y otra vez las escaleras, los techos abovedados, los altos muros, los pasillos y las áreas sociales de la espléndida sede del festejo anual más deseado en el mundo de la moda.
Ávila nació en el barrio San Eusebio en Bogotá. Foto:Natalia Cortes
Todo, desde la vasta cantidad de adornos florales, tapices y moblajes que engalanan cada rincón del museo por donde pasa la ilustre concurrencia, hasta la vajilla y la cubertería para la cena, está milimétricamente dispuesto por Raúl Ávila y su tropa de colaboradores para ofrecer la más impecable recepción. Raúl es el responsable de que cada elemento refleje la temática de la Gala, que en el 2025 fue un homenaje a la historia de la sastrería del dandismo negro.
Por encargo expreso de Anna Wintour, la archicélebre presidenta de la Met Gala y la editora de Vogue que inspiró el personaje de Meryl Streep en El diablo viste a la moda, Raúl Ávila ha sido, durante 18 años, el organizador principal de esta gala versallesca en la que predominan el boato y el brillo hiperbólico de las candilejas, los fogonazos de los flashes al ingreso y un aire de misterio de puertas para adentro, donde las fotografías están vetadas.
La gala más lujosa de la Quinta Avenida es el abrebocas de la exposición de primavera del Costume Institute, cuya colección conserva más de 30.000 objetos de indumentaria desde el siglo XV hasta el presente. Allí nadie quiere pasar desapercibido. Todas las celebridades llegan ataviadas con diseños únicos de altísima costura y alhajas de pedrería de las grandes casas joyeras, las mismas que a menudo acuden a Raúl Ávila para que les organice un evento u ornamente con sus flores la apertura de una tienda nueva.
Entre el amplio abanico de celebridades con las que Raúl se codeó este año en la Met Gala estuvieron Madonna, de frac blanco satinado y un habano entre los dedos; el multifacético Pharrell Williams, ceñido por un blazer con cien mil perlas incrustadas; la española Rosalía, vestida con una escultórica pieza de Balmain; el piloto de la Fórmula 1 Lewis Hamilton, trajeado de un blanco marfil inspirado en el Renacimiento de Harlem; Stevie Wonder, debutante en la Gala, con una capa negra del diseñador Sergio Hudson; Diana Ross, que a sus 81 años deslumbró con un tocado de plumas en forma de sombrilla de Dolce & Gabbana; la actriz Halle Berry, osada bajo un vestido con transparencias que revelaban la ausencia de ropa interior; el rapero André 3000, que llevaba un piano de cola amarrado a la espalda; Demi Moore, envuelta en un enterizo surrealista de silueta off-the-shoulder que emulaba una corbata gigante, y Shakira, que arrastró sonriendo por la alfombra una cola rosada de varios metros.
El diseño fue realizado exclusivamente para la barranquillera. Foto:Nicolas Gerardin
Raúl, por su lado, interpretando a su modo el dress code para la ocasión, optó por un esmoquin Valentino con chaquetilla negra salpicada de pepas blancas.
Cuando tenía 17 años, Ávila se fue de Colombia con la impresión de que solo volvería de visita. Aterrizó en Nueva York una tarde lluviosa de 1989, donde lo recibió uno de sus hermanos, quien poco antes se había adelantado para perseguir el sueño americano. Raúl se instaló en una calle de Queens poblada por una creciente colonia colombiana y, con hambre de progreso e imbuido de una autoestima arrolladora a prueba de balas, comenzó a darle un giro radical a su vida. “No pude ir a la universidad, mi educación fue la escuelita del barrio, de donde me gradué de bachiller, ese es mi único diploma”, dice sentado en su oficina de Manhattan.
Trabajando de lavaplatos o empacador en una fábrica se sustrajo poco a poco de la pobreza. Se volcó a estudiar inglés para insertarse mejor en la cultura norteamericana y, por extensión, en la vibrante escena del diseño y de la moda neoyorquina, que le atraía cada vez más. Su 1.83 de estatura, sus exóticos rasgos latinos y su complexión de vaquero le sirvieron para que una agencia de modelaje lo fichara. Fue en ese ambiente donde entró en o con gente del mundillo fashionista como Robert Isabell, el introvertido diseñador de fiestas de la alta sociedad, un jefe inspirador de quien Raúl aprendió a intervenir espacios con lujo e ingenio, pero sin demasiada ostentación. Sus clientes eran lo más alto de la sociedad. Los Kennedy, los Clinton, peces gordos de Wall Street, filántropas del Upper East Side, la crème de la crème, todos estaban en la lista de os de Isabell.
Tras una década larga junto a Robert Isabell, entrenándose en el arte de confeccionar bouquets florales con destino a la Casa Blanca, decorando cenas espléndidas, mansiones de herederos de las industrias más productivas, bodas de millones de dólares o sets para portadas de Vanity Fair, a Raúl lo asaltó la tentación de ser su propio amo y creó en el 2005 la marca Raúl Ávila Inc., que hoy no da abasto atendiendo todas las solicitudes que recibe para organizar un evento o ambientar un salón.
Sus redes sociales lo muestran como un hombre que la pasa bien. En varias fotos lo acompaña Lucas, un perro shiba inu que viaja en primera clase a París, Bali o Dubái. En otras selfis sale solo, tomando el sol en una piscina marroquí, brindando con una copa en la mano o luciendo desnudo, de perfil, con la costa de Mykonos al fondo, la figura esbelta que en sus tempranos cincuenta trabaja a diario en el gimnasio. Hay fotos en que posa elegante, en esmoquin de chaqueta rosa o de riguroso frac negro, junto a mujeres en traje de alta costura y hombres vestidos de etiqueta. Sonríe en la alfombra roja de los Premios Óscar o mira a la cámara complacido, con los brazos cruzados sobre el pecho, delante de una de las flamantes puestas en escena de colores pastel que diseñó para la Met Gala del 2024 o las de este año con su esmoquin Valentino.
Desde luego existen party planners a granel, así como decoradores talentosos en todas partes, pero pocos hay tan estimados y buscados como este bogotano cuyos servicios reclaman a la par estrellas de la talla de Madonna y firmas de gama alta como Chanel, Christian Dior, Louis Vuitton, Giorgio Armani, Dolce & Gabbana… Sus decorados, estrafalarios o glamurosos, sobrios o cálidos, nunca dejan indiferente a nadie. Siempre queda en la memoria una escalinata sembrada de flores colombianas, un tarro de jengibre decorado con 250.000 rosas o una jaula de seis metros de altura con pavos reales vivos, y esas creaciones, en buena medida, son fruto de las caminatas que emprende con su perro Lucas por Nueva York. “Me gusta mirar las vitrinas, las tiendas, qué colores está usando la gente en la calle”.
La suya es la historia del inmigrante que logró coronar el sueño americano. ¿Qué tanto influyó su núcleo familiar para forjar el tesón que le ha permito triunfar en Estados Unidos?
Éramos muy pobres. No teníamos televisor ni bicicleta. Vivíamos en el sur de Bogotá, en un barrio que se llamaba, o se llama, San Eusebio. Mi padre trabajaba en construcción y tuvo una pequeña vidriería. Tiene 100 años y nunca se ha enfermado. Mi madre les lavaba la ropa a los vecinos para ayudar a mantener a nueve hijos. Nos ponía en fila para hacernos repasar las tablas de multiplicar. Nos enseñó a cocinar, planchar, limpiar la casa. Recuerdo con cariño mi niñez. Lo poco que tuvimos lo construyeron mis padres con mucho amor. Me formaron para ser responsable y trabajador. Mi madre sabía que yo era diferente, pero nunca me hizo sentir incómodo o que no pertenecía a la familia. Me apoyó hasta el momento en que murió. Ella me decía: “No le dé vergüenza de dónde viene, valore lo que tiene, así sea poquito”. Me enseñó a no intimidarme ante el que tiene más educación o mejor posición social. Eso me ha servido para no vivir de apariencias. Cuando me preguntan de dónde soy, con orgullo contesto: “Colombiano”.
Si mira atrás, ¿encuentra alguna semilla de un cultivo temprano de su sentido estético?
Sí, total. Desde que tengo uso de razón me fascina el diseño de interiores, la fotografía, todo lo que sea beauty. Me acuerdo que me levantaba temprano para peinar a mis hermanas con secador y cepillo, y a ellas les encantaba. Pobres como éramos, yo desde chiquito compraba telas baratas para cambiar las cortinas de la casa. Los pocos muebles que teníamos los forraba de colores distintos o pintaba las paredes. Mi mami llegaba a la casa y decía: “¿Qué hizo ahora Raúl?”. Todos decían que yo era el artista de la familia.
Ávila mantuvo su acento latino por el consejo directo de Òscar de la Renta. Foto:Natalia Cortes
¿Por qué lo buscan desde estrellas del show business hasta de la realeza?
Por el nivel de detalle que mi compañía de diseño de escenografías le pone a cada evento que hacemos. Soy muy meticuloso. Si doblo una servilleta, lo hago a la perfección. Si diseño una pared, tiene que quedar como si la hubiera hecho el mejor arquitecto del mundo, así solo se utilice por doce horas. Desde un florero hasta el moño de una tarjeta, todo lo hacemos de manera impecable.
¿Por qué decidió irse de Colombia?
Cuando mi madre falleció y me gradué de bachiller, me puse a pensar en mi futuro. ¡Qué iba a hacer en Colombia siendo gay y sin plata para ir a la universidad! En los ochenta era muy difícil salir del clóset en Colombia. Tuve una amiga a la que presentaba dizque como mi novia. Me fui a los 17. No había montado en avión ni conocía el mar. No hablaba inglés. Ni thank you sabía decir. Yo era muy naif, superinocente cuando llegué a Nueva York.
¿Qué trabajos tuvo que hacer para sostenerse los primeros años?
Trabajé en una fábrica de sportwear for children. Viajaba hora y media en tren de Queens a Brooklyn, donde quedaba la factoría. Empacaba ropa en cajas. El jefe me vio un día haciendo un vestido para una de mis sobrinitas, me mandó a una clase de diseño de ropa y me dio una posición en un showroom. También lavé platos en restaurantes y limpié cámaras bronceadoras en un centro de estética. Estudiaba inglés por la mañana y trabajaba de tres de la tarde a doce de la noche. Después me descubrieron como modelo. Salí del clóset, me liberé y las cosas empezaron a fluir más.
¿Cómo conoció a Robert Isabell, su mentor?
Un amigo me lo presentó en una fiesta en honor a Christian Lacroix, el diseñador francés. Yo apenas sabía quién era Robert Isabell, pero como me encantaba todo lo que tenía que ver con fashion, le dije que quería trabajar con él. Él vio mi potencial. Trabajé con Robert medio tiempo, luego me propuso full time. Acepté, pero le pedí un sueldo mejor que el que me estaba ofreciendo, porque en el modelaje me pagaban 1.800 dólares por caminar 20 minutos en una pasarela. Me dijo “ok” y me puso un sueldo de 65.000 dólares al año. Aprendí muchísimo de Robert. Fui su asistente por dos años y director creativo de su compañía durante diez.
Visto de cerca, ¿quién era ese personaje al que llamaban “el maestro de las fiestas perfectas”?
Robert Isabell era un genio del diseño escenográfico. No podía comunicarse con casi nadie. Era muy tímido, pero tenía una mente increíble. Aprendí a conocerlo muy bien, casi que a leerle el pensamiento. Una vez Lady Di vino a Nueva York y pidió unos arreglos de flores muy especiales. Robert no pudo comunicarse con ella, estaba como bloqueado y solo me miraba. Entonces tuve que interpretar lo que se estaba imaginando para darle gusto a la princesa de Gales. Tuvimos una relación tan cercana, que la gente creía que Robert y yo éramos pareja. Pero para nada, en ningún momento me faltó al respeto.
¿Por qué dejó de trabajar con él?
Robert no quería que yo me fuera, me había doblado el salario dos veces, pero yo ya no me sentía bien en la empresa. Robert ya casi no iba a la oficina. Yo estaba al frente de todo, manejando a cuarenta empleados, y no estaba decorando tanto como quería. “Esto no es lo mío”, pensaba, “lo mío es el diseño, quiero trabajar con flores, forrar paredes, pintar espacios”. Y en el 2005 me retiré, a pesar de que ganaba mucho dinero con Robert.
Anna Wintour ha posicionado el Met Gala como el evento más importante de la moda. Foto:JUSTIN LANE - EFE
Otra persona crucial en su carrera es Anna Wintour, una de las mujeres más influyentes en la industria de la moda.
La conozco hace 25 años. Robert me mandó una vez a la casa de Anna a decorarle la mesa para una cena que tenía. Organicé la sala, arreglé el comedor, saqué unas plantas que estaban moribundas, y cuando Anna llegó, me miró de arriba abajo, ni siquiera me saludó. Preguntó por sus plantas y le dije que se estaban muriendo, pero que las iba a arreglar para ponerlas de nuevo en su sitio. Solo dijo “Ok”, ni las gracias me dio y se subió. Al otro día Robert me dijo que Anna quería que yo me encargara de sus reuniones sociales. Quería tener en su casa al chico del acento. Fui “el chico del acento” por un buen tiempo, hasta que se aprendió mi nombre.
A propósito de su acento, gracias a otro de sus clientes, el diseñador Óscar de la Renta, no abandonó su dejo latino. ¿Qué fue lo que él le dijo?
Con míster De la Renta trabajé muchos años. Tuvimos cáncer casi al mismo tiempo, entonces yo iba a su casa y hablábamos al respecto. Fue una persona increíble, me ayudó mucho. En una ocasión me preguntó qué planes tenía para el futuro. Le conté que estaba empezando un curso especial para perder el acento. Robert Isabell quería que yo perdiera mi acento en un programa que dictaba la Universidad de Nueva York. De la Renta se enojó muchísimo, llamó a mi jefe y le dijo: “¡Qué estás haciendo, Robert! Si con mi acento estoy donde estoy, ¿por qué Raúl no podría hacer lo mismo con el suyo?”.
¿Cómo asumió el diagnóstico de cáncer?
En el 2010, cuando me lo diagnosticaron, me sentía superbién. Nunca tuve síntomas. De pronto un día noté algo duro en el estómago. Pasaron unos días, fui al doctor, no encontraron nada en los exámenes, hasta que me hicieron la biopsy y el médico me llamó a decirme: “Estás cubierto en cáncer, lo tienes en el sistema linfático, en el estómago, en los pulmones y en el cuello”. La noticia la recibí un miércoles y el viernes comencé una quimio muy fuerte. Como soy una persona tan positiva, dije: “No me dejaré vencer, voy a estar bien”. Me puse juicioso a hacer todo lo que tenía que hacer. También recurrí a la medicina alternativa, a mis raíces colombianas, a nuestras las plantas y frutas. En junio el cáncer estaba en todo mi cuerpo y al final del año ya no tenía ninguna célula cancerosa. El cáncer me sirvió para revisar todo lo malo que le había hecho a mi cuerpo. Ahora es primordial para mí estar mental, emocional y físicamente sano.
Volviendo a Anna Wintour, ¿qué ha significado la presencia de ella en su vida y en su trabajo?
Somos muy cercanos. Si no me gusta algo se lo digo, y lo mismo ella conmigo. Subo a su habitación o a su estudio y nos quedamos hablando. Hablamos mucho. Ella ha trabajado bastante en la moda, es escritora, su padre fue escritor, siempre ha estado envuelta en los medios. Es una mujer que le da oportunidades a mucha gente. Ella ve talento en alguien y le ayuda. Así lo hizo conmigo. Mi empresa casi que la formó Anna, porque me recomendaba con todo el mundo, mandaba e-mails a la gente hablando bien de mi trabajo, le preguntaban a quién podían contratar para tal evento y ella decía “a Raúl”. Un amigo que trabajó con Óscar de la Renta me contó que una vez Óscar le preguntó a Anna con quién podría diseñar su roomwear con una pared de flores, y ella le mandó un fax diciéndole que la única persona que podría hacerle algo como lo que buscaba era yo.
El italiano es uno de los diseñadores más exitosos del mundo. Foto:EFE
Cuénteme la anécdota de los trajes que le regaló Giorgio Armani.
En el 2008 hice el matrimonio de Andrés Santo Domingo y Lauren Davis. Lauren siempre me decía: “Si me caso algún día, tú vas decorar mi boda”. Al día siguiente de la boda, yo tenía que estar en París en un meeting con Anna Wintour y Giorgio Armani. Salí del matrimonio de Andrés y Lauren corriendo para llegar a París a las diez de la mañana. Míster Armani había preguntado en mi oficina cuál era mi talla de zapatos y vestido. Cuando llegué al hotel en París, abrí el clóset y había tres vestidos de Armani, con camisas, corbatas y zapatos.
¿Cuándo empezó a asistir a los grandes desfiles de moda?
En esa misma ocasión en París, Anna me preguntó si había estado en un gran show de moda. Yo había estado en desfiles, modelé en muchas pasarelas de Nueva York, pero no había estado en las más importantes. “Pues esto será parte de tu trabajo de ahora en adelante”, me dijo Anna. Me quedé en París una semana para la Tour Collection, y desde entonces no me la pierdo. Es una de las mejores semanas de la moda y es tan extravagante que me encanta. Voy a esos y a los mejores desfiles de Milán. Así aprendo, you know, de colores, formas, lo que se está usando. Eso me ayuda para diseñar el Met Gala: qué color o materiales vamos a presentar cada año.
¿A qué diseñadores estadounidenses les sigue el rastro?
Son pocos los diseñadores americanos que me llaman verdaderamente la atención. Ralph Lauren me interesa. Michael Kors me parece de los mejores. El mejor de acá es Marc Jacobs. Pero en general me atrae más el diseño europeo. Los desfiles de París y Milán son los mejores. ¿Has estado en alguno?
No, nunca.
Oh, my God, tienes que tratar de ir a un desfile, porque es una experiencia inolvidable.
Aparte de ir a desfiles, ¿de qué otras maneras se mantiene al día en materia de moda y diseño?
Leo mucho sobre fashion. Tengo que estar enterado de quién es el nuevo diseñador de Chanel, en qué está Dior, adónde va a ir John Galliano este año. Soy muy visual. Tomo muchas fotos. Voy a los museos, a las galerías y a las tiendas de lujo a mirar qué hay de nuevo, así no vaya a comprar nada. Como trabajo con muchas joyerías: Van Cleef & Arpels, Cartier, Tiffany, callejear por Nueva York o París me ayuda a elaborar mi gusto. Ya no voy a todos los eventos que me invitan, únicamente a los superespeciales. Si Anna me invita a cualquier parte, voy sagradamente. Ella es la única persona por la que no me iría a dormir temprano.
¿Cuál es su historia con la Met Gala, “el Superbowl de la moda”, como se le llama coloquialmente?
Mi primer Met Gala lo hice con Robert Isabell. Ese año se homenajeó a Jacqueline Kennedy Onassis a través de un vestido de Valentino que lució Marie-Chantal de Grecia. Nosotros hicimos el diseño de la gala y la fiesta, que fue en una casa de vacaciones de los Kennedy en Massachusetts. Cuando fundé mi compañía, Anna me llamó personalmente a decirme que quería empezar a diseñar el Met Gala conmigo. Esa llamada ha sido muy importante en mi vida.
Jodie Turner-Smith en la Met Gala 2025. Foto:Getty Images via AFP
¿Lo que empezó haciendo en el 2007 para la Met Gala es muy diferente a lo que hace hoy?
Totalmente diferente, porque hoy es un evento más famoso, más nombrado, todo el mundo sabe que es el party del año, no hay otra fiesta igual. Es la gala del año en el fashion world.
En una entrevista contaba que le lleva un año preparar la Met Gala: un esfuerzo enorme para un evento que dura apenas unas pocas horas. ¿Cómo fue el trajín de las semanas y días previos de la última edición?
Mi stress level, especialmente en esa parte del año, you know, antes de la Met Gala, es tenaz. Todos los días tengo que revisar con Anna lo que vamos a montar. A ella le gusta ver detalladamente cómo vamos a decorar el stage. Tengo que traerle example de todo. Para el dinner tengo que hacer una mesa completa, con sillas, manteles, alfombra, todo. Hay que mostrarle a Anna cómo se verá el ambiente esa noche con velas, flores, platos, glasses, table close, las luces, el sonido. Debo verificar que los meseros tengan los uniformes en orden y la misma altura, los cortes de pelo parecidos, que no tengan barba ni bigote, que las niñas lleven su pelo atrás con una moña pequeña, sin maquillaje ni lociones fuertes ni uñas pintadas.
¿Con cuántas personas trabaja?
En las oficinas somos 15. En mi taller en Brooklin trabajan entre 45 y 50 personas diseñando y construyendo mobiliarios y escenografías. Luego, en el Met, trabajo con unas 300 personas hasta el día que se termina la fiesta.
¿Cuál ha sido su relación con las flores?
Me acuerdo que en el pasto del barrio, en Bogotá, crecían los pensamientos. Cuando íbamos al norte veía unos jardines llenos de esas florecitas. Me gustaban las flores. Mi relación con la flor es muy importante. No diseño solo con flores, pero en el mundo de la moda les gusta cómo manipulo la flor. Soy muy conocido en los Estados Unidos por la forma artística en que uso la flor. No es un arreglito común y corriente. Mi diseño floral tiene que ver con el concepto de la gala o la fiesta que estoy haciendo.
Raúl importa directamente rosas desde Colombia para sus eventos. Foto:Natalia Cortes
¿Con qué flores le gusta trabajar más?
Me gusta la flor colombiana porque es fuerte y muy bonita, y un poco más barata que otras flores que se consiguen aquí. Voy directamente a los viveros en Colombia o en Holanda. Un año antes de la Met Gala viajo a mirar la producción. Verifico que la flor que vamos a usar tenga el color exacto que necesitamos. Me gusta la rosa porque puedo manipularla. Vienen en cajas con hielo y tiene que mantenerse a una temperatura especial. Al tallo le ponemos vitaminas y le hacemos un corte transversal para que la flor reciba más agua y se desarrolle bien hasta el día en que la llevamos al museo. No pueden caerle hojas al agua, porque la hoja trae bacterias que contaminan el tallo. Son miles de flores de diferentes colores y tamaños las que usamos para la Met Gala.
En Chelsea, además de su casa, tiene un bar y un café, ¿verdad?
Sí. El bar se llama 21 porque queda en la esquina de la 21 con Octava, y a la cafetería le puse Café Flor porque vendo café colombiano y flores. Los abrí porque, gracias a Dios, me ha ido bien. En Bar 21 pongo toda clase de música y todas las razas, géneros y orientaciones son bienvenidos. Mi cafetería es number dos en Tik-Tok. A la gente le fascina. A veces viene Anna Wintour, se sienta, toma café, trabaja. Varias de mis clientas pasan por ahí, aunque a mí no me gusta decir nada, porque no quiero paparazis metidos ahí todo el tiempo. El otro día se presentó Sabrina Carpenter. Cuando llegué, la fila para verla iba de la Octava hasta la Quinta Avenida. Otro día puede estar Tom Cruise o Tory Burch. Es un lugar muy conocido, you know, pero también me gusta que sea un poquito reservado. Yo no pongo en Instagram: “¡Madonna estuvo aquí!”.
Madonna. Foto:AFP
¿Ha trabajado con Madonna?
Claro. La conocí en su matrimonio en Miami con el papá de Lourdes. El primer trabajo que hice con ella fue una portada para Vanity Fair. Luego fui varias veces a su casa a llevarle flores para decorar sus espacios. Cuando llegaba me quitaban el teléfono a la entrada y me lo devolvían al salir. Las celebrities se cuidan mucho. No quieren que otros vean su privacidad. Por eso no posteo en Instagram la mayoría de trabajos que hago. También le he ayudado a Madonna en el evento que hace anualmente por los niños de África.
¿Qué es lo más difícil de lidiar con billonarios?
Que cambian de parecer muy seguido. “Ay, el color de la alfombra ya no me gusta, quiero cambiarla por azul”. Y la fiesta es al día siguiente y te toca cubrir por completo un piso de una cuadra de largo nuevamente.
¿Qué evento le gustaría diseñar?
Ahorita lo que me gustaría hacer sería el Vanity Fair Party. He asistido como guest, pero no he participado en la decoración. Ojalá algún día me llamen. No es algo que esté buscando. Yo no tengo propaganda en ninguna parte. Mi trabajo es por boca a boca.
¿Cuál ha sido el evento más extravagante que ha organizado?
El matrimonio de una hija de Robert Miller, Alex, con el príncipe Alejandro Von Furstenberg, hijo de Diane Von Furstenberg. ¿Sabes quién es ella? ¿Conoces la marca de ropa de Diane Von Furstenberg, la diseñadora de modas?
No.
Ya. Diane Von Furstenberg está casada con Barry Diller, el magnate de los medios. Bueno, volviendo a Robert Miller, él es dueño de la cadena de tiendas de lujo DFS. Como su hija Alex quería casarse en un templo especial, me pidieron que construyera una carpa gigante inspirada en un palacio japonés. Oh, my God, era una escenografía muy exigente. Tuvimos que pintar cada tela a mano en gold leaf. Si no sabes qué es gold leaf, voy a tener que darte una clase de diseño.
Recomendado: la entrevista de Ryan Castro con BOCAS
La nueva portada de BOCAS Foto:Yohan López / Revista BOCAS