Una de las mayores vergüenzas de la historia se desató entre abril y julio de 1994 en Ruanda, un país africano que había sido colonia belga. El asesinato perpetrado por hutus radicales en el poder de más de 800.000 de la minoría tutsi y hutus moderados marcó a sangre y fuego la historia contemporánea y puso en evidencia las debilidades de un sistema internacional que no pudo (¿o no quiso?) contener una de las mayores tragedias del siglo XX.
Heredero del desastre que los colonizadores europeos dejaron en África, el conflicto en Ruanda llegó a su extremo de mayor salvajismo tras la muerte, el 5 de abril de ese año, del presidente Juvenal Habyarimana, cuyo avión fue derribado por un misil lanzado presuntamente por rebeldes tutsis.
La reacción fue brutal. Las fuerzas armadas del país, más los milicianos extremistas hutus interahamwe, recibieron la orden de arrasar con la población tutsi como parte de una campaña de odio que venía de tiempo atrás, impulsada por múltiples sectores de la sociedad, incluidos medios de comunicación.
A machetazos, garrotazos y violaciones, las fuerzas hutus se libraron a una carnicería sin importar que sus víctimas fueran niños o embarazadas. Había que borrar a los tutsis de la faz de la Tierra. Casi lo logran. En esos cien días, 75 por ciento de los tutsis fueron aniquilados. La limpieza étnica terminó cuando el 4 de julio ingresaron a Kigali, la capital, las fuerzas del Frente Patriótico Ruandés (FPR), del hoy presidente, Paul Kagame.
Desde entonces han sobrevenido un difícil proceso de reconciliación y una búsqueda incesante de justicia. Se crearon el Tribunal Penal Internacional para Ruanda, que ha juzgado a los líderes de las matanzas, y –a nivel interno– unos tribunales especiales para los demás perpetradores. Pero Kagame reclamaba ayer a varios países por no responder los más de mil pedidos de extradición de unos 25.000 sospechosos escondidos en el exterior.
Ruanda, tras 25 años del genocidio, es una herida abierta para África y el mundo. Un fracaso de la humanidad imposible de borrar.