El lema ‘EL TIEMPO no se detiene’ cobra mayor sentido hoy, cuando este diario llega a la dorada edad de sus 110 años. Mucha tinta y, sobre todo, mucha historia –que es la historia nacional– han marcado nuestras páginas desde aquel 30 de enero de 1911, cuando don Alfonso Villegas Restrepo, desde unas pequeñas oficinas en el centro de Bogotá, lanzó un tabloide de 4 páginas en una ciudad pequeña, más tranquila.
Ponemos la mirada en aquella primera edición de un diario que comenzó a circular mano a mano y que, vendido dos años largos después a Eduardo Santos Montejo, que sería presidente de la República entre 1938 y 1942, se constituyó, lo decimos con innegable orgullo y gratitud a sus gestores, en el primer diario de Colombia y uno los más importantes de Suramérica.
En cabeza de la familia Santos hasta el año 2007, este barco no siempre navegó en aguas tranquilas. La defensa de las libertades democráticas, de los derechos ciudadanos, de los principios morales la ha pagado a sangre y fuego.
Ahora, en la era del periodismo digital, a través de las distintas aplicaciones, los lectores tienen
el TIEMPO en sus manos en forma directa las 24 horas.
Nunca se puede pasar por alto en estas fechas que un sábado 6 de septiembre de 1952 fueron quemadas las oficinas de la redacción y istrativas de la avenida Jiménez de Quesada, así como sus talleres donde funcionaba una moderna rotativa. Pero EL TIEMPO resurgió de las cenizas, pues sobre ellas, literalmente, siguieron sonando los teclados. Y se sobrepuso a la censura, ya que también fue cerrado entre agosto de 1955 y junio de 1957 por la dictadura de Rojas Pinilla, lapso en que circuló el periódico Intermedio.
En medio de no pocas vicisitudes, este diario ha cumplido su misión de informar, de orientar, de ser medio de educación, vocero de las denuncias e inquietudes ciudadanas, además de formador de comunicadores. Y de ser fundador del periodismo investigativo, que tanto incomoda a quienes no actúan regidos por sanos principios. Para todo ello ha contado no solo con el aporte de los mejores periodistas, sino con las más brillantes plumas de opinión en las diversas disciplinas.
Ha sido fundamental, aparte de un periodismo que le ha granjeado credibilidad, el haberse mantenido a la vanguardia en los avances y exigencias de los tiempos modernos. Porque EL TIEMPO ha sido pionero de los nuevos diseños impresos y digitales, así como en el uso de nuevas tecnologías.
Si una vez los precursores lo hicieron prácticamente a lomo de mula para llegar a todos los rincones del país, ahora, en la era del periodismo digital, a través de las distintas aplicaciones, los lectores lo tienen en sus manos en forma directa, con la noticia fresca o en tiempo real, las 24 horas.
Esa es la apuesta y se mantiene hoy en la actual etapa, que comienza en el 2012, cuando el empresario Luis Carlos Sarmiento Angulo adquirió la mayoría accionaria de esta casa editorial. Los postulados siguen más vigentes que nunca. Honramos un compromiso indoblegable de informar verazmente, de defender las libertades y el bien común, de ser antorcha dondequiera que haya hechos oscuros, de orientar y llegar a los lectores, a quienes nos debemos, con un periodismo ágil, riguroso y, sobre todo, honesto.
EDITORIAL