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Después de las lluvias, ¿llegará el intenso calor con el fenómeno de El Niño?
Colombia y el mundo están ante dos posibles escenarios: un periodo neutro o uno de sequía.
En Colombia, hay 391 municipios, en 24 departamentos, susceptibles de sufrir desabastecimiento de agua, ya sea por falta de lluvias o de otros recursos hídricos naturales, o por insuficiencia en la infraestructura de abastecimiento. Foto: Juan Pablo Rueda.
Las lluvias han sido una constante en los últimos tres años por cuenta del prolongado fenómeno de La Niña –el primero de esta extensión que ocurre en el siglo XXI. Desde septiembre del 2020 se instauraron en el Pacífico ecuatorial las condiciones características de un episodio de este fenómeno climático, que ocurre cuando se enfría a gran escala de la superficie de esta parte del océano, y, aunque dio una breve tregua en la mitad del 2021, su final todavía es incierto.
Según los Centros Mundiales de Producción de Predicciones a Largo Plazo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el actual episodio que nos ha tenido en Colombia bajo el agua durante el 2022 se alargará también hasta los primeros meses del 2023. Un periodo en el que seguirá alterando la configuración de las precipitaciones y los patrones de temperatura, y agravará las sequías e inundaciones en distintas partes del mundo. Pero, ¿qué puede venir después?
Según los datos del boletín de la OMM, existe una probabilidad del 55 por ciento de que, entre febrero y abril de 2023, se instauren unas condiciones neutras—esto quiere decir que en un escenario futuro puede que no se forme un episodio de El Niño, que traería para el país un escenario más caliente y seco, ni tampoco un episodio de La Niña—. Un porcentaje que aumenta hasta el 70 por ciento para los meses de marzo a mayo, según los datos de esta organización, que se basa en aportes de expertos y en los resultados de modelos de pronóstico de todo el mundo.
La lluvía se llevó todo en Bajo Ostión Foto:Alcaldía de Tubará
“No lo sabremos hasta los meses de abril y mayo de 2023. En esa época es cuando generalmente empieza a formarse El Niño en el Océano Pacífico tropical”
Sin embargo, es un escenario que, pese a los pronósticos, no ofrece todavía muchas certezas, como explica el meteorólogo y experto en temas climáticos, Emel Vega, quien señala también que existen amplias probabilidades de que aparezca un escenario opuesto al que nos ha dejado La Niña –relacionado con los efectos del calentamiento de las aguas del Pacífico ecuatorial con El Niño-. Esto, debido a que se ha generado una alta disipación de la energía contenida en los océanos y en los polos.
“Esto puede cambiar completamente la configuración de la circulación general atmosférica. Al cambiar, habrá poco suministro de aire desde los polos hacia las altitudes subtropicales y, por lo tanto, los sistemas anticiclónicos subtropicales, que son los que producen los vientos alisios, se debilitarían. La consecuencia es que comience a haber desplazamiento de aguas cálidas desde el Océano Pacífico occidental hacia el centro oriental, y eso produciría un calentamiento del océano en esta zona, que subsecuentemente daría origen al fenómeno cálido de El Niño”, detalla Vega, quien es director de la maestría en meteorología de la Universidad Nacional.
Para expertos como Vega y Germán Poveda, experto en ingeniería de recursos hídricos y climatología, habrá que esperar todavía para tener certeza de cuál será la transformación que sufra el clima. “No lo sabremos hasta los meses de abril y mayo de 2023. En esa época es cuando generalmente empieza a formarse El Niño en el Océano Pacífico tropical”, dice Poveda
Pero, si tomamos como referencia lo que ha pasado en episodios recientes de transiciones entre el fenómeno de El Niño y de La Niña, de acuerdo con Vega, se ha presentado un periodo de condiciones normales durante tres o cuatro años antes de la aparición del fenómeno cálido. “El último caso parecido a la época que estamos viviendo se produjo durante los años 2010-2011, luego vinieron los años 2012-2013, normales, con tendencia hacia la reducción de las precipitaciones. Luego vino El Niño 2014-2016, que fue extremadamente largo, fuerte y seco en la parte norte de Suramérica, donde se localiza el territorio colombiano”, recuerda Vega.
Regiones donde los volúmenes de precipitaciones suelen ser bajos, serían las más afectadas y los niveles de los ríos podrían reducirse considerablemente. Foto:Alberto Urrego / Archivo EL TIEMPO
Si estamos ante la futura aparición de un episodio de magnitudes semejantes, aun no se puede determinar. Sin embargo, de acuerdo con José Manuel Gálvez, meteorólogo de investigación e instructor en la Oficina Nacional de istración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), de los datos conocidos hasta la actualidad, no se ha visto que luego períodos prolongados del fenómeno de La Niña intensa aparezcan fenómenos del Niño de igual magnitud y duración.
Lo que si se ha visto es que, en algunas ocasiones, el Fenómeno de El Niño que le sigue puede ser de intensidad fuerte o a veces extraordinaria. Pero los Niños de esta intensidad rara vez tienen duraciones mayores a 18 meses”, asegura el experto de la NOAA.
Por ahora, según señala Vega, los análisis que se han hecho hasta el momento parecen apuntar a que se podría esperar un Niño de mediana intensidad. Pero aclara que se debe esperar a que transcurra la temporada de invierno en el hemisferio norte y el verano en el hemisferio sur para examinar cuál va a ser la respuesta de la atmósfera ante la alta disipación de energía que ha experimentado el océano durante estos tres años consecutivos del evento frío de La Niña.
De llegar a ocurrir, de acuerdo con Poveda los efectos que un Niño moderado o fuerte pueden traer al territorio nacional son menos lluvias, sequías, olas de calor, incendios forestales, con fuertes implicaciones sobre el suministro de agua para consumo humano, animal y agrícola. Pero también para otros usos, como la producción de alimentos (agravando la inflación), la agricultura, la ganadería, la producción de energía hidroeléctrica, la navegación fluvial, entre otros.
Poveda también señala que las sequías también exacerban los problemas de calidad del agua y los impactos sobre la salud humana como las epidemias de malaria, dengue, leishmaniasis y otras enfermedades transmitidas por mosquitos. Adicionalmente, los incendios forestales también afectan la calidad del aire, con implicaciones en la incidencia de enfermedades pulmonares y cardiorespiratorias, asma y alergias, entre otras.
Por el impacto que pueden tener todos estos efectos, los expertos advierten que se deben tomar medidas tempranas ante la posibilidad de su ocurrencia. “Para mitigar un poco esas condiciones, lo primero que tenemos que hacer es ahorrar agua en los embalses, sobre todo aquellos que son para la producción de energía eléctrica”, propone Vega, quien explica que son temas que se deben empezar a considerar desde de diciembre, para garantizar un uso racional del recurso hídrico, que aunque hoy abunda, en otros escenarios posibles puede escasear.
“En el sector agrícola también se debe mirar cuáles son las zonas más susceptibles a presentar déficit hídrico e ir analizando qué cultivos alternativos (con poca demanda de agua) se podrían proyectar, o en qué otras definitivamente se debe paralizar la actividad productiva”, plantea el meteorólogo sobre los aspectos que aun hoy, bajo un escenario de lluvias, deben empezarse a considerar para estar preparados.