Terminó un año más del siglo XXI, con el sentir de que los días pasan cada vez más deprisa. Espero que el balance de todos haya sido positivo y deseo que este nuevo año los mantenga con salud y la energía para seguir nuestra labor de ayudar a construir un mejor país.
A través de una amiga, Paula Guerra, conocí un tema que me cautivó. Me presentó al secretario general de The Mona Lisa Foundation of Zurich, quien me dio la información que me atrevo a compartirles. Allí colabora una investigadora audaz y de lujo, Dolores García Ruiz, premio Letras del Mediterráneo, presidenta de la Asociación Cultural Mona Lisa España, miembro del comité de expertos de The Mona Lisa Foundation of Zurich. Que sea ella quien escriba su experiencia, la cual traeremos en las próximas columnas.
En 2012, ante la expectación y decenas de flashes, la Fundación Mona Lisa de Zúrich presentó el retrato La Mona Lisa de Isleworth, una versión anterior de La Gioconda, por primera vez con completa seguridad, como obra original de Leonardo da Vinci. Una bomba informativa que conmocionó al mundo del Arte y continúa agitándolo. Las pruebas científicas a las que se sometió este cuadro respaldan que es una pintura original de Leonardo y previa a La Gioconda del Louvre; por ello es denominada La primera Mona Lisa. Durante siglos se sospechó de su existencia. Paolo Lomazzo lo menciona expresamente en su Tratado de pintura de 1584, al referirse a dos cuadros de Leonardo, uno llamado Mona Lisa y otro, La Gioconda.
La similitud entre los dos retratos no deja lugar a dudas: son de la misma mujer. Pero existen diferencias importantes.
La similitud entre los dos retratos no deja lugar a dudas: son de la misma mujer. Existen diferencias importantes. La primera Mona Lisa: una, el aspecto más juvenil del rostro, aparenta diez años menos; dos, se trata de un lienzo, no de una tabla de álamo como la del Louvre; tres, está inacabado, y cuatro, posee elementos (cejas, pestañas y dos columnas) que describe Giorgio Vasari, el primer biógrafo de Leonardo, de los que carece La Gioconda.
El estudio del ingeniero A. Rubino, experto geómetra, reveló que el paralelismo entre ambos retratos es de tal precisión que solo pudieron ser dibujados por el mismo artista empleando la misma técnica geométrica: “la divina proporción” o número phi (1,6183), siempre presente en las obras de Leonardo. El profesor J. Asmus, físico investigador de la Universidad de California, al estudiar las pinceladas aplicando un método multiespectral, encontró pruebas contundentes que atribuyen la obra a Da Vinci al 99 %. Cabe añadir que ninguno de los expertos que hemos contemplado y estudiado La primera Mona Lisa hemos negado la autoría; por el contrario, la reconocemos y nos ha fascinado su iridiscente belleza.
La primera Mona Lisa había adquirido fama entre los años 1910 y 1920. Poco antes de la I Guerra Mundial, un coleccionista de arte, Hugh Blaker, visitó a una familia de aristócratas británicos, los Somerset. Blaker vio el cuadro y sospechó, al verlo, que se trataba de un original de Da Vinci. Lo adquirió y lo llevó a su casa del barrio londinense de Isleworth, de ahí su anterior denominación. En 1962, el crítico y coleccionista de arte Henry Pulitzer compró a los herederos de Blaker un inmueble en Kensington, con todo su contenido. Entre las pertenencias se encontraba este retrato. Pulitzer lo depositó en una caja fuerte de un banco suizo. Durante años trató de que se reconociera la autoría de Da Vinci, pero no lo logró. En 1978, a su muerte el cuadro pasó a ser propiedad de su socia, Elisabeth Meyer. Posteriormente lo adquiere un consorcio suizo, se crea la fundación con sede en Zúrich y comienzan los trabajos para comprobar su autenticidad, como así ha sido.
Pero ¿por qué Leonardo pintó dos retratos a la misma mujer en dos épocas diferentes? ¿Quién era ella? ¿Qué relación tiene con América? Las próximas publicaciones nos irán revelando estos secretos.
CLAUDIA HAKIM
Directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá