En solo 30 minutos, dos sujetos entraron al apartamento de Ana María Chávez y hurtaron todas las cosas de valor: computadores, celulares, licor, dinero y hasta un bafle; no satisfechos con eso, asfixiaron a la estudiante universitaria de 18 años que soñaba con ser cantante.
Y es en Facebook donde comienza esta historia. A principios de 2009, dos jóvenes de Medellín empezaron a interactuar con ella a través de esta aplicación; se hicieron pasar por productores musicales, se ganaron su confianza y, finalmente, con el pretexto de ir al concierto de Rock al Parque, llegaron a Bogotá. Estando allí le pidieron el favor de dejar sus maletas en su casa para trasladarse al concierto, a lo cual ella accedió. Fue en ese momento cuando ingresaron al apartamento en Quinta Paredes y acabaron con la vida de Ana María y huyeron.
Los asesinos no necesitaron una pistola ni un cuchillo, solamente a internet, un perfil en una red social y ganarse la confianza de la joven.
En un primer momento, la Policía dijo que había sido un suicidio. Sin embargo, Juan Camilo, su hermano mayor, no creyó esa hipótesis y se convirtió en investigador. “Al llegar a Colombia (estaba en un intercambio académico en Estados Unidos) fui a la istración del edificio y pedí las imágenes de las cámaras de seguridad. Analicé dos videos y vi que ingresaron dos sujetos ajenos a mi familia y a los amigos de mi hermana. Como ninguno de los amigos conocía a estos hombres, concluí que los asesinos salieron de Facebook y ahí fue donde hice la investigación”, le cuenta el joven a EL TIEMPO.
Con uno tenía planes de matrimonio y con el otro teníamos planes de tener un hijo
Identificar a los asesinos solo fue cuestión de cinco días. Juan Camilo analizó cada uno de los perfiles de los os de su hermana y encontró dos que coincidían con los videos de seguridad. Desde entonces, acompañado de la Policía, fue recolectando pruebas, haciendo los perfiles de los posibles asesinos y pasándoselos a los investigadores. Su estrategia fue esta: creó cinco perfiles falsos de niñas muy atractivas de edades entre 18 y 28 años; se ó con ellos, interactuaron, se ganó su confianza y los enamoró. “Con uno tenía planes de matrimonio y con el otro, planes de tener un hijo”, explica Chávez.
Al quinto día, Juan Camilo concretó una cita con uno de ellos en Bogotá. “A uno lo capturamos en la terminal de transporte y al otro no lo logré convencer de que viajara a la capital, pero sí que me diera toda su información. Lo capturamos en su residencia en Medellín”, explica. Dos meses después de esta investigación, los jóvenes, de 18 y 19 años, fueron condenados a 28 años y 7 meses de prisión. Ellos ya cumplieron 9 años en la cárcel y en el 2019 podrían pedir la libertad.
Annacha, el legado de Ana María Chávez
Pero Juan Camilo y su familia no se han quedado con las manos cruzadas tras la muerte de Ana María. Al año siguiente, aún con el corazón acongojado, crearon la fundación Annacha –abreviación de Ana María Chávez y el nombre artístico con el que ella quería ser reconocida– en su memoria.
“Decidí que esto se volviera una plataforma para que ninguna otra familia pasara por lo que pasamos nosotros, y abrirles los ojos a todos, advirtiéndoles y dándoles la posibilidad de que cierren las puertas de sus casas digitales a los bandidos que se esconden detrás de un celular y de un perfil falso”, asegura Juan Camilo.
La fundación se encarga de dar conferencias para salvar vidas. Al inicio las daban los padres de Ana María y sus dos hermanos, pero ahora solo Juan Camilo se encarga de ello y tiene como apoyo a un equipo de 40 voluntarios, muchos de ellos padres que han pasado por casos similares. Los padres también eran quienes financiaban la fundación, pero ahora es él. “Nosotros empezamos con esta misión paralela a la vida profesional, entonces no dependo económicamente de esto”, explica.
Cuando su hermana falleció, este llanero estaba en segundo semestre de Derecho y hoy, ya con 31 años, es abogado y trabaja como asesor de un congresista apoyando iniciativas legislativas en temas de delitos informáticos. Él dicta charlas en colegios, empresas e iglesias, donde enseña cómo usar las redes sociales de una forma adecuada para prevenir delitos informáticos. Además, explica cómo activar las herramientas básicas de las aplicaciones y blindarse en las redes sociales. Esa labor lo ha llevado a Europa y a los Estados Unidos.
“Muchas veces me gano la confianza de los chicos para que me den información y poder intervenir con mi equipo, identificar qué está ocurriendo y llamar a las autoridades”, cuenta el joven nacido en Villavicencio.
También ha ampliado sus conferencias a otros frentes, como la prevención del consumo de drogas, el matoneo y el maltrato hacia la mujer.
Nueve años después de la creación de la fundación Annacha, los esfuerzos de Juan Camilo para llevar su mensaje a más personas no paran. “Hace poco empezamos a monetizar la actividad, hemos recibido asesoría. Después de la charla, les pedimos a los colegios que financien a otros que no tienen recursos, pero esto es complicadísimo”, aclara.
Su trabajo le ha merecido también reconocimientos. Por ejemplo, este año fue elegido como Titán Caracol en la categoría educación y fue el ganador del premio Grupo Energía de Bogotá, por el cual le dieron un apoyo económico a su fundación.
Para Juan Camilo, Bogotá es uno de sus mayores públicos. “Aquí hay un nicho gigante de población vulnerable que no sabe a qué se están exponiendo, y aquí hay muchos colegios y yo solo he podido llegar a un colegio distrital, aunque podría llegar a muchos más si me invitan”.
Cinco consejos de Annacha para prevenir delitos a través de redes sociales
- La edad en la que se tiene la madurez para manejar adecuadamente las redes sociales es a partir de los 14 o 17 años.
- Limitar la información que sube. No suministrar número celular, nombre completo ni cédula.
- Activar las herramientas de seguridad y conocer realmente los amigos que tiene.
- Que las publicaciones no sean públicas, sino limitarlas a los amigos de amigos.
- Para los papás: que sean amigos de sus hijos y tengan una vigilancia más cercana, pero que no intervengan en su mundo virtual. No comenten en sus perfiles si ellos son pequeños o menores de edad.
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LUISA MERCADO
ELTIEMPO.COM
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