Lo único sobre lo cual hay certeza es la magnitud del evento ocurrido. Eran las 12 y 32 de la tarde del lunes pasado en la península ibérica cuando en una de las líneas de transmisión de energía ubicadas en el norte de España tuvo lugar una variación extrema en la potencia, una anomalía que en cuestión de segundos dio lugar a una reacción en cadena que se tradujo en el apagón más fuerte del cual se tenga memoria.
Durante largas horas unos 55 millones de personas, incluyendo a Portugal, se quedaron sin el servicio de energía eléctrica. De la mano de la suspensión del fluido, colapsaron las telecomunicaciones y los servicios de transporte masivo.
La emergencia acabó siendo superada antes de que terminara la noche, pero el impacto de lo sucedido persiste. El motivo es que todavía no es clara cuál fue la causa del colapso de la red, considerada una de las más resilientes de Europa. Hasta el descalabro de comienzos de la semana, la probabilidad de un episodio como el descrito se consideraba cercana a cero.
Mientras llega un informe definitivo que puede demorarse un buen tiempo, las especulaciones están a la orden del día. Además de un eventual ataque cibernético o la salida inesperada de alguna planta, se ha hablado de la alta dependencia del sistema hispano en las fuentes no convencionales de energía renovable.
Por efecto del viento y la radiación, hoy en día España tiene una matriz de generación mayoritariamente limpia que es vista como un modelo en el resto del mundo. No es inusual que, en las temporadas de verano, cuando los días son más largos, tanto los parques solares como los eólicos cubran la totalidad de la demanda requerida durante la mayoría de la jornada.
Dicho abastecimiento se logra a un costo bien inferior al promedio del Viejo Continente, con lo cual muchos se ven atraídos por esa ventaja comparativa. Tanto las industrias establecidas como los centros de datos relacionados con la inteligencia artificial ven el atractivo de instalarse en territorio ibérico porque les permite ser más competitivos.
Hay lecciones para Colombia, en donde los riesgos de un racionamiento en el futuro cercano no se deben minimizar
Sin embargo, ahora se ha abierto un compás de espera, al menos hasta cuando se conozca el concepto de los técnicos. El asunto que más interesa en el ámbito internacional es la confiabilidad de las tecnologías renovables, punto fundamental en un mundo que busca depender menos de los combustibles fósiles y más de las opciones que no contaminan la atmósfera. En último término, de lo que se trata es de buscar el balance adecuado para minimizar la factibilidad de interrupciones del servicio de electricidad, mientras se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero.
Tal definición también interesa en Colombia, y más por el inmenso rezago que tiene el país en el desarrollo de fuentes no convencionales. En nuestro caso, la urgencia es grande debido al atraso de múltiples proyectos solares y eólicos y a las advertencias de los expertos respecto a un eventual racionamiento por falta de capacidad de generación.
Bien usadas, las nuevas tecnologías ayudarían a evitar la crisis, pero eso nos obliga a aprender de las experiencias de los demás y a atraer las inversiones que se necesitan. Si no es así, nuestro apagón no se medirá en horas, sino en meses.
EDITORIAL