La prohibición de X, la antigua plataforma de Twitter, en Brasil plantea un urgente debate sobre la libertad de expresión. Tan complejo es el tema que Juanita Goebertus, directora de Human Rights Watch, sostuvo, el viernes de la semana pasada, que su organización no tenía un pronunciamiento oficial sobre el tema. Por un lado, argumentó Goebertus, era cierto que X había incumplido las leyes brasileras básicas de moderación de contenidos. X no ha procedido a suspender las cuentas que violan las normativas de difusión de información falsa. Lo que no es un asunto menor, la información falsa tiene efectos muy serios en las decisiones electorales.
Por otro lado, Goebertus consideró que la orden de cerrar X era desproporcionada. Terminaba por afectar los derechos humanos de una población más amplia, en particular el derecho a la información. La sentencia en contra de X era tan exagerada que prohibía a las compañías de VPN (redes privadas virtuales que permiten saltar restricciones geográficas en internet) ofrecer sus servicios en Brasil para acceder a X. Esta medida se echó para atrás.
ito que no soy experto en derechos humanos y libertad de expresión, pero imaginé, a manera de un ejercicio muy personal, cómo me afectaría si en Colombia pasara una situación parecida. Es decir que el Gobierno prohibiera X. También debo advertir que la única red social que utilizo de manera asidua es X.
Mis posibilidades de acceder a información de medios menos establecidos, con recursos limitados y de periodistas independientes se verían seriamente afectadas.
Dos preocupaciones surgieron inmediatamente. La primera es que mi posibilidad de acceder a información de fuentes diversas se vería seriamente afectada. Me tocaría regresar a una revisión pormenorizada de los principales medios, la mayoría del establecimiento, para hacerse una idea de las noticias. La representación de la realidad a través de las noticias volvería a parecerse a los tiempos en que eran los grandes medios los que ponían la agenda temática del país. Eso no solo con las noticias de Colombia, sino también con los temas impuestos por los grandes medios internacionales.
Por lo general, uno en X lee los comentarios de las cuentas que sigue y va haciéndose una idea de los temas de interés del momento. Funciona a manera de un primer filtro temático. Luego de que se detectan las noticias que llaman la atención, uno procede a confirmar en medios con reputación qué tan veraz es la noticia. Finalmente, busca expertos y opinadores, muchos de ellos independientes de medios, para hacerse una idea más elaborada de los temas.
Mis posibilidades de acceder a información de medios menos establecidos, con recursos limitados y de periodistas independientes se verían seriamente afectadas. La libertad de expresión disminuiría, de pronto, a niveles anteriores a las redes sociales. Además, probablemente no se encontraría a la mano la opinión de expertos que no estén afiliados a medios establecidos.
La segunda es que un cierre de X atentaría contra un derecho y una libertad menos obvia: la de asociación. X no es solo un espacio donde convergen noticias y opiniones de las fuentes más variadas, desde sobrios todopoderosos hasta estrellas que salen del anonimato por su capacidad de marcar tendencias utilizando las maneras más repulsivas –por algo la gente habla de la cloaca de X–. Es también un espacio virtual donde la gente se asocia para movilizar causas políticas o de interés común. Como cualquier movilización, está sujeta a la manipulación, pero es el mismo riesgo que ocurre cuando la asociación se realiza en un espacio real, con la única diferencia de que el alcance del mundo virtual es mucho mayor porque no está mediado por restricciones físicas.
Coincido en la necesidad de regulación de las redes sociales para evitar la difusión masiva de noticias falsas, pero no puede ser la excusa para restringir la libertad de información, de expresión y de asociación.