Hace unos días, una foto salió en las primeras páginas de los más importantes periódicos del mundo: la de los cuerpos del salvadoreño Óscar Alberto Martínez y de su hija Valeria, quienes murieron ahogados cuando intentaban cruzar el río Bravo desde México hacia Texas. La imagen reactivó de inmediato el debate sobre las restrictivas políticas migratorias de Estados Unidos: “¿Podría ser esta la foto con la que finalmente, Estados Unidos se dé cuenta de la crisis migratoria?”,
se preguntó el periódico británico 'The Guardian'. Una imagen dolorosa, como lo fue en el 2015
la foto de Alan Kurdi, el niño sirio encontrado ahogado en una playa de Turquía. .
Son imágenes impactantes que condensan tragedias, sensibilizan la opinión pública, marcan puntos de inflexión en el debate político y consiguen un efecto movilizador
“Esta es una historia sobre cuerpos, pero no solo sobre los cuerpos de Valeria y Martínez. Es una historia sobre el cuerpo político. Sobre cómo nosotros, el pueblo de esta nación, reaccionamos ante una foto que ilumina las consecuencias letales de la manipulación y el daño infligido al proceso de asilo”,
escribió Sabrina Vourvoulias.
Tan solo tres días antes de la muerte de Valeria y su padre, fuimos sacudidos por el desgarrador video del hijo de la líder comunitaria María del Pilar Hurtado, llorando y gritando de dolor al lado del cuerpo de su madre asesinada por los paramilitares. En este caso, no se trataba de una foto tomada por un periodista, sino de un video que la misma comunidad había enviado a varias organizaciones sociales para que el país y el mundo supieran lo que había sucedido en el municipio de Tierralta.
Una imagen poco común para quienes vivimos en las grandes ciudades: un grupo afro, en un caserío, mirando impávido el cuerpo inerte de María del Pilar Hurtado mientras su hijo grita desconsoladamente. Poco común para nosotros, pero recurrente en muchas regiones de Colombia. Las fotos de la exposición
‘El testigo’ de Jesús Abad Colorado retratan los rostros de dolor de cientos de colombianos que si no fuera por el lente de este fotógrafo hubieran quedado en el olvido.
“Nos siguen matando y a nadie le importa”: ¿por qué lideresas sociales, como Erlendy Cuero, Francia Márquez y Audes Jiménez, sienten que hay indiferencia y falta de solidaridad del pueblo colombiano? Porque muchos no saben lo que sucede en esas comunidades y por lo tanto no les es posible visibilizar las luchas de los líderes: “En la ciudad no conocen el miedo con el que duermen los campesinos, los indígenas, los afros”,
dijo hace unos días el defensor del Pueblo, Carlos Negret.
Para intentar acercar el mundo urbano al mundo rural, desde Bogotá se creó la campaña
‘Un líder en mi lugar’ en la que periodistas, columnistas, ‘youtubers’ y políticos ofrecieron sus espacios para que los líderes sociales pudieran contar sus trayectorias de vida y expresar lo que estaba ocurriendo en sus comunidades. Quisiera proponer el ejercicio inverso: “Nosotros en el lugar de los líderes”, que sean ellos los que nos informen desde sus entornos. No se trata de un ejercicio nuevo, ahí están los trabajos de diversos antropólogos, sociólogos, reporteros y organizaciones sociales que han preferido darle la voz al ‘otro’ y han cuestionado la mirada colonial con la que se estudian esos lugares ‘periféricos’ e históricamente marginados; infelizmente, esos trabajos acaban teniendo una difusión limitada o restringida a ámbitos académicos. Es indispensable que conozcamos esos territorios, que dimensionemos y visibilicemos los conflictos locales: decirles a los líderes y habitantes de esas comunidades que no están solos.
Mientras el exterminio de los líderes sociales no sea visto como un grave problema moral, una línea roja que nunca debió haber sido cruzada, nada va a cambiar. Es necesario un punto de inflexión: si vemos con nuestros propios ojos lo que sucede, si somos testigos de esta tragedia, no habría cortina de humo que pueda taparla. Nadie merece morir por luchar por sus derechos y los de sus comunidades. Por eso, el próximo 26 de julio saldremos a las calles para exigirle al gobierno de Iván Duque que defienda la vida de todos los colombianos y para decirles a los amigos y familiares de los asesinados que los acompañamos en su duelo y que haremos todo lo posible para que sus gritos de dolor no se repitan.
SARA TUFANO