Si en algo estoy de acuerdo con Petro, en el análisis en la conferencia Latinoamericana sobre drogas, es que esto es un problema de salud pública y tener una visión solo represiva ha demostrado su fracaso en el tratamiento de la pandemia de las drogas.
Las drogas sintéticas están cambiando el negocio del narcotráfico y pueden destruir la vida de muchas personas, si no se controlan.
Hasta hace unos años las drogas sintéticas eran una variedad exótica de narcóticos, especialmente usados en fiestas clandestinas de las grandes. Diez años después, la realidad se ha transformado totalmente. El fentanilo está cambiando el mundo.
El fentanilo pasó a ser el primer problema de salud pública en los Estados Unidos. El Centro Nacional de Estadísticas de Salud de ese país reportó que en 2021 se presentaron 70.601 muertes debidas a sobredosis por el consumo de opioides sintéticos como fentanilo, superando por primera vez y en más del 20 % a las causadas por cocaína. La Secretaría del Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos ha informado que la sobredosis de esa droga es la principal causa de muerte entre los estadounidenses de 18 a 49 años.
El informe mundial de 2023 de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD) señala que esta droga está cambiando el mercado en todo el mundo. Es muy barata de producir, no requiere mayores insumos vegetales de base, se distribuye en pequeñas pastillas, difíciles de detectar, y en determinados sectores su consumo genera menos rechazo que la cocaína o la marihuana, lo cual está disparando su consumo, según la ONU, en 45 % en 10 años.
La gran paradoja de esta situación es que está teniendo un impacto considerable en el negocio de los narcóticos en América Latina. Si bien la cocaína sigue siendo muy apetecida en el primer mundo, le ha surgido un duro competidor que está haciendo bajar los precios y con ello está afectando las economías de Colombia, Perú y Bolivia. La baja de los precios no se debe a una acción del Gobierno, sino a la competencia. Este fenómeno cambiará los esquemas de negocio de los actores armados en Colombia, donde el tráfico de drogas perderá protagonismo, ya que con precios en el piso se enfocarán en la extorsión, la minería ilegal y el secuestro.
La lucha contra las drogas cambiará totalmente con efectos muy irónicos en Suramérica. Mientras Estados Unidos gastó miles de millones de dólares en la lucha contra el narcotráfico en países como Colombia y Perú, ahora se enfocará en su producción interna. Mientras tanto, el apoyo en helicópteros, tecnología y operaciones de interdicción marítima para nuestro país podría reducirse. Nuestra realidad será caótica: Colombia en guerra, pero ya sin un apoyo fuerte como el Plan Colombia para luchar contra los grupos armados.
Sin embargo, lo peor no es eso, es la afectación de nuestros países. Si producir fentanilo en Estados Unidos es relativamente fácil, en América Latina lo es más y las autoridades ya han detectado su presencia en muchos lugares y presentaciones, incluyendo dulces para niños, proporcionados por los nuevos jíbaros. El ministro de Justicia de Colombia, Néstor Osuna, llamó “el capítulo más peligroso de la guerra contra las drogas”. La policía de Medellín desarticuló hace solo unos días una banda que vendía esta droga a solo 5.000 pesos y la comercializaban con tusi para ser más adictivo. Al menos los altos precios de la cocaína limitaban su distribución, pero con una droga tan barata todo es posible.
Las drogas sintéticas amenazan con destruir las sociedades modernas y desde ya deben tomarse medidas para mejorar la prevención del consumo, fortalecer las capacidades de la policía para poder detectarlo y examinar las experiencias internacionales. Estamos ‘ad portas’ de una nueva pandemia de drogas sintéticas que pueden matar a nuestros jóvenes.
LUIS FELIPE HENAO