Los buenos artistas nunca dejan de serlo. Pintores, escultores, escritores y músicos llegan a edades avanzadas irradiando la esencia que los ha visto trascender. Eso es cierto también de algunos cantantes. Paul McCartney, aunque ya no se mueve con tanta agilidad en el escenario, sigue proyectando una voz vital que aún hace vibrar a la gente. Pero no siempre es así: hace unas semanas en Barcelona, Omara Portuondo, la emblemática cantante cubana de Buena Vista Social Club de 93 años, empezó a cantar en el Palacio de la Música y de repente se quedó callada mirando al público, sin saber dónde estaba. Dos personas de la orquesta se acercaron a ella y la cargaron en brazos para sacarla de ahí, como si fuera una niña.
Han marcado nuestras vidas de tal manera que es preferible guardar la huella poderosa y viva que nos dejaron.
Yo misma presencié esa misma situación en Nueva York hace unos años. Entonces ella tendría unos 86, y en la mitad del concierto el presentador anunció que tenía una sorpresa especial, mientras una persona acompañaba al escenario a Omara, que se veía frágil y cansada. Se sentó en una silla junto al piano, y luego de un par de canciones regresaron por ella. Decían que se estaba despidiendo de los escenarios, pero ya ven, lleva ya varios años diciendo adiós. Fui testigo de una escena similar con Totó la Momposina en el Teatro Adolfo Mejía de Cartagena. Salió acompañada a cantar unas pocas canciones, pero se la veía muy desorientada. No niego que me emocioné al ver a estas dos leyendas vivientes, ambas fuentes de inspiración y iración, pero como espectadores, sufrimos con esas imágenes.
El reciente episodio de Omara en Barcelona finalmente llevó a su hijo y mánager a tomar la decisión de que su madre se retire de los escenarios. Es que llega un momento en el que el cuerpo impone limitaciones, es inevitable, y por eso hay saber cuándo apagar la luz y retirarse. Lo más sensato es proteger el legado artístico que estas grandes voces han construido durante décadas. Han marcado nuestras vidas de tal manera que es preferible guardar la huella poderosa y viva que nos dejaron.
He sido fiel iradora de la música de Buena Vista Social Club y su historia. El sábado próximo vuelvo a tener la oportunidad de ver y escuchar a quienes les rinden un homenaje a sus creadores, varios de los cuales ya han fallecido. Espero que le dediquen a Omara Lágrimas negras, uno de los boleros que más me gusta, y ella más bellamente canta: Que tú me quieres dejar / ya no quiero sufrir / contigo me voy gitana / y aunque me cueste morir.