El 20 de enero de 2025 el presidente Trump iniciará un segundo mandato, pero, por sus anuncios de campaña, su 'día inaugural' será el más inquietante de los 47 en que ha tomado posesión un presidente de los Estados Unidos. The Economist, el NYT, medios nacionales, europeos, centros de pensamiento predicen que si Mr. Trump cumple las promesas y, por ejemplo, aumenta los aranceles a China y México, desataría una guerra comercial sin precedentes. Pero acá cabe hacer una pausa y verlas desde el pragmatismo norteamericano: ¿Quizás él, negociador curtido, mejor que guerra esté sentando las bases para renegociar los tratados de comercio que le incomodan y pisando duro para salir con las mejores cartas?
Si cumple con la expulsión masiva de latinos, o envía a su ejército a batirse con los carteles del narco en suelo mexicano, además de la crisis humanitaria evidente, podría causar que cientos de industrias, como la del high-tech, se queden sin mano de obra y colapsen. Podría también parir un nuevo Vietnam, pero con guerra civil en toda su frontera sur, donde el éxito del near shoring es crítico para los Estados Unidos y así, desde el mismo pragmatismo, quizás esté hablando el hábil negociador que pretende rebarajar normas laborales y migratorias bajo un paradigma Wasp (blanco, anglosajón, protestante), su posición con México, e iniciar un gobierno que, suertudo como él, arranca con baja de intereses de la Fed, gran estímulo al crecimiento y darle mejores herramientas para seguir creciendo. Similar con educación, salud y justicia. Por ahora, solo está claro que desde el 20 de enero un bloque de decisiones ejecutivas marcará un punto de inflexión en la historia de su país, que llegan en momentos de convulsión en el resto del mundo. Veamos:
Alemania depone a su líder y ganó libertad para armar un arsenal nuclear, de lejos la peor de las consecuencias de la guerra en Ucrania, en una sola tumba del régimen de Bashar al Asad encuentran cien mil cuerpos y en ¡Suecia! un partido neonazi asciende, con la segunda votación del país; Francia apenas sobrevive a su crisis financiera, política y migratoria; Israel y el mundo árabe perseveran en su lucha secular; mientras Milei define al Estado como una violenta organización criminal que odia, pero buscó con el alma liderar.
Frente a tanto caos, es un bálsamo ver cortes y jueces de pie en la línea constitucional, democrática, sosteniendo la institucionalidad.
En Colombia, aunque evidente, luego de leer el desapasionado análisis de The Economist sobre la 'paz total', no puede concluirse nada distinto a su total fracaso, con logros sí, pero para los violentos, quienes consiguieron más control regional, más capital, más siembra de coca, más organización militar. Sesudos análisis de criollos y foráneos, los más contundentes en frases simples de habitantes de las regiones tiranizadas por guerrillas, exguerrillas, paras, exparas, campesinos, que no son solo campesinos, indígenas que no son solo indígenas, muestran un paisaje tan real como desolador. Y si no bastara, minambiente prepara un decreto para forzar el decrecimiento de emisiones, sin ofrecer alternativas de fuentes energéticas, e ignorando el impacto de medidas similares aun en países desarrollados. ¿Así como?
El presidente Petro atiza cuando advierte que en el 2025 verá el país si su gobierno fue o no el de cambio, pero fracasadas paz y reformas, en punta con el maleable Congreso y las altas cortes que le piden una y otra vez respeto a la división de poderes, enredado, entre otros, con la UNGRD, ¿esta advertencia va por la senda democrática, o es algo más?
Frente a tanto caos, es un bálsamo ver cortes y jueces de pie en la línea constitucional, democrática, sosteniendo la institucionalidad, así como al trabajador colombiano y su empresariado firmes, sosteniendo al país económico, viendo a esta nación como quizás debamos verla todos, con la esperanza como certeza de que esto también pasará.