Si usted usa las redes sociales, es casi seguro que ha visto una propaganda que insiste en que no pierda el ‘tren de la migración’ a Canadá. Y seguro que la posibilidad de subirse a tal tren es tentadora. Canadá, en nuestra imaginación, es como uno de esos países nórdicos, como Suecia, Finlandia y Dinamarca. Son países organizados, desarrollados, seguros y tranquilos. Son países con inviernos largos y fríos con sus días cortos y noches casi inagotables, y sus veranos intensos y hermosos pero truncados, con días largos y noches casi inexistentes
El problema de esos países es que no nos quieran. Pero Canadá, al menos desde nuestra perspectiva, es un país igualmente organizado, desarrollado, seguro y tranquilo. Mejor aún, a Canadá sí se le cree la propaganda que mencioné al principio, nos quiere. Ella nos espera con los brazos abiertos.
Pero algo huele a podrido en el Gran Norte Blanco, un apodo que Canadá se ganó por su tamaño, ubicación y paisaje invernal.
Por ejemplo, como sabrán, los camioneros en Canadá se han estado manifestando durante varias semanas en contra de las demandas y mandatos del gobierno de Trudeau con respecto a la política de covid-19. El Gobierno, por su parte, en lugar de contemplar la posibilidad de que los camioneros tengan razón (la gran mayoría se han vacunado; lo que les molesta es la continuación en Canadá de controles que, a estas alturas, no son necesarios), ha hecho grandes esfuerzos para tildarlos de enemigos del pueblo canadiense y del bien común. Lo que es más alarmante es que varios medios (The Conversation, Politico, Pesa Agora, The Atlantic, por ejemplo) han condenado a los camioneros como derechistas, trumpistas, racistas y nazis, y, por si fuera poco, como personas fundamentalmente “repugnantes”. En lugar de pedirle que reconsidere sus políticas autoritarias, los medios están apoyando a Trudeau. Y este, con los medios liberales detrás de él, ha invocado poderes especiales de emergencia para poder aplastar sin piedad, en el momento que lo considere oportuno, lo que se ha llamado el Freedom Convoy (algo así como el tren de la libertad).
¿No es la libertad individual lo que siempre ha motivado a aquellos a quienes el Gobierno intenta dominar, a aquellos que se proponen resistir?
La última vez que se usaron poderes de este tipo —que básicamente suspenden los derechos de las personas y permiten así que la fuerza pública se quite los guantes— fue en 1970. El primer ministro en ese momento era Pierre Trudeau, padre del actual. El motivo fue una amenaza terrorista ostensiblemente real, y no como en el presente caso. Una protesta pacífica y un bloqueo popular contra los abusos más bien traicioneros de la libertad individual por parte del Gobierno. Ahora se trata de unos camioneros que no amenazan con violencia para nada, no. Pero hacen que el Gobierno se estremezca por su implacable resistencia a sus afirmaciones y acciones autoritarias y su extralimitación bajo el disfraz de la salud pública. Y el apoyo que está recibiendo de gran parte de la población.
¡O Canadá! ¿Qué estás haciendo?
Por si esto no fuera ya demasiado, hace unos poco días se publicó un artículo en la página web de la Canadian Broadcasting Company, la CBC, argumentando que la palabra freedom, en español ‘libertad’, ya es una palabra de extrema derecha. Cita a un ‘experto’ según el cual la palabra es, por lo tanto, “sin sentido”, porque aquellos que él considera de extrema derecha la usan. El artículo cita a otra ‘experta’ que afirma también que la noción de libertad individual es de extrema derecha. Esta misma ‘experta’ se queja de que la palabra libertad haya “sido utilizada por grupos de extrema derecha como parte del rechazo a los esfuerzos por remediar la desigualdad”. Finalmente, a esta ‘experta’ es a la que recurre el artículo en su conclusión: sus últimas palabras lamentan que haya “gente en Canadá” que empiece a “oponerse” al Gobierno “con el lenguaje de la libertad individual”. Pero ¿no es así como la gente siempre ha usado la palabra libertad? ¿No es la libertad individual lo que siempre ha motivado a aquellos a quienes el Gobierno intenta dominar, a aquellos que se proponen resistir?
Desafortunadamente, la libertad es hoy día una palabra fea en Canadá. Pero la gente que clama por su libertad allí no es de derecha. Son simplemente personas que buscan liberarse de los ataques y abusos de un gobierno que se da la autoridad para actuar fuera del control de sus ciudadanos, para saber qué es lo mejor para el bien mayor, malditos sean los individuos que no estén de acuerdo. Denunciarlos como de la extrema derecha, y peor aún, denunciar la propia noción de libertad como perteneciente únicamente a la extrema derecha, es una ofensa que no se perdona rápidamente. Más que eso, es una vergüenza de la cual la reputación de Canadá no se recuperará pronto.
GREGORY LOBO