SEÑOR DIRECTOR:
La situación del país es preocupante. No se vislumbra, por ahora, un liderazgo lo suficientemente sólido como para enfrentar a una izquierda que no parece dispuesta a ceder el poder. Más allá de ideologías, vivimos en un país con altos niveles de pobreza y desinformación. Lo digo sin ánimo de ofender, sino ante una realidad que pesa en nuestras decisiones colectivas. Son esas mayorías –los más pobres– quienes, en últimas, definen el rumbo con su voto.
Creo que el próximo candidato debe dejar de lado ataques personales y centrarse en propuestas claras para recuperar lo que se ha perdido. El camino será largo: alcanzar estabilidad económica, social y una paz verdadera requiere enfrentar con firmeza el narcotráfico.
En este contexto, educación, salud y empresa –o mejor aún, trabajo, entendido más allá del empleo– deben ser los pilares de una Colombia productiva y con oportunidades reales. Pero ningún avance será sostenible si no erradicamos una cultura de corrupción que se ha vuelto costumbre. Solo la ética y la moral, asumidas como base de nuestra identidad colectiva, podrán transformar al país en uno más justo y, finalmente, más feliz.
Junio Quiñones Sánchez
Asumir las culpas
SEÑOR DIRECTOR:
La institución presidencial ha sido capturada y distorsionada por un proyecto personalista y autorreferencial. Gustavo Petro llegó a la Casa de Nariño para ejecutar una agenda de poder centrada en su propia voluntad, desvinculada del mandato constitucional. Con un discurso revestido de cambio, ha instrumentalizado la esperanza de los más vulnerables para entronizar una nueva élite corrupta, blindada por una retórica ideológica que confronta, divide y encubre. El caso UNGRD no es un hecho aislado: es la evidencia de que la Presidencia se ha transformado en un aparato para comprar lealtades, manipular instituciones y neutralizar contrapesos. La consulta popular que promueve es una herramienta de presión para evadir al Congreso y suplantar la deliberación plural. Las reformas sin sustento técnico, el ataque sistemático a los medios, la cooptación de congresistas y el uso del erario como botín político configuran una clara deriva autoritaria.
Esto no es simplemente un gobierno equivocado. Es un proyecto de captura institucional en marcha. Cuando el poder se desvía hacia el delirio personal y se convierte en fin en sí mismo, el pueblo termina pagando las consecuencias.
Carlos H. Quintero B.
La Ruta de la Seda
SEÑOR DIRECTOR:
Está bien que Colombia busque inscribirse a “la Ruta de la Seda”, estrategia de China para ensanchar sus mercados. Lo que sería pésimo e increíble es que vayamos a entorpecer y obstaculizar las buenas relaciones diplomáticas y comerciales con EE. UU., país muy hermanado con Colombia: confraternidad que de buenas a primeras no debemos envenenar. Si ello llegare a suceder, sería provocarles grave inestabilidad a muy importantes exportaciones, que siempre le han dado vigor y fortaleza al funcionamiento de nuestra economía: banano, café, flores... El Estado debe defender las buenas relaciones con USA.
Rogelio Vallejo Obando