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15 segundos en Ashkelon: cuestión de vida o muerte
Crónica de lo que se vive en la frontera de Israel con la Franja de Gaza.
Un equipo de rescate israelí inspecciona una casa alcanzada por un cohete disparado desde la Franja de Gaza en la ciudad de Ashkelon, en el sur de Israel, el 20 de mayo de 2021. Foto: AFP / Jack Guez
Correr por la vida es de las pocas cosas que se pueden hacer tras un ataque con cohetes. Estar bajo amenaza obliga a reaccionar de esa forma. Es puro instinto de supervivencia.
- Mamá, ¿por qué suena tanto el cielo?
- Tranquilo, son fuegos artificiales.
- ¿Y por qué siempre tenemos que correr al mismo lugar?
- Ahí es donde debemos protegernos. Es como un juego.
Respuestas. Los más pequeños buscan aclarar qué es lo que pasa a su alrededor. Y aunque parezca ingenuo lo que preguntan, saben que no se trata de un simple juego. En sus pocos años de vida han tenido que crecer viendo algo diferente en el cielo: misiles.
En Ashkelon, Israel, desde hace diez días, no es posible pasar una noche tranquila. Es más común encontrar a personas despiertas en la madrugada. La angustia es un común denominador, así como el miedo. Todos coinciden en eso.
Las alarmas se convirtieron en parte del paisaje sonoro. Eclipsaron el ruido de la ciudad, de los pájaros. Ya no hay niños jugando en las calles ni abuelos paseando. Todo está cerrado.
Este lugar es como si estuviera condenado a la guerra. En su historia ha primado la violencia, algo que contrasta con su cualidad paradisíaca frente al mar Mediterráneo.
A veces las alarmas suenan en la madrugada, te despiertas asustado y debes buscar refugio
A diferencia de otras ciudades del país, cuando suenan las alarmas, las personas tienen hasta 15 segundos para encontrar refugio, normalmente en los búnkeres. En Tel Aviv o en Jerusalén, es de entre 60 a 90 segundos. Si se corre con suerte, puede haber más tiempo. A veces, el impacto es inminente.
El tiempo de reacción es corto y no todos logran llegar a los lugares. Por eso es común ver imágenes de personas tiradas en las calles y protegiendo sus cabezas, o en las escaleras de los primeros pisos de los edificios.
Incluso, se han presentado algunos accidentes de tránsito porque los conductores deben dejar los carros, pues habría un riesgo mayor de afectación si un misil impacta a uno o varios vehículos.
“La casa tiembla. Suenan las ventanas”, relata Queila*, una mujer en Ashkelon. Vive con su esposo y dos niños de siete y dos años. “Cuando avanzan los misiles y las sirenas comienzan a sonar, ellos me abrazan y lloran. Saben que tenemos que salir corriendo”.
Y esa es la nueva rutina. “Te sientas cerca del refugio. Cada 30 minutos debes ir a él. Apenas puedes dormir porque tienes miedo. Cada ruido es más fuerte”, dice Tomer*, un profesor judío que vive allí.
Una rutina que se ha repetido con menos frecuencia en Tel Aviv. “Sabes que tienes que reaccionar de inmediato. A veces las alarmas suenan en la madrugada, te despiertas asustado y debes buscar refugio”, cuenta Ariel, un colombiano de 25 años radicado en esa ciudad.
Ataques en la frontera
Ashkelon está muy cerca de la Franja de Gaza, a unos 20 kilómetros. “Acá escuchamos todo, cuando Hamás ataca, cuando la Fuerza de Defensa de Israel (IDF) ataca y cuando el Domo de Hierro intercepta los misiles”, dice Tomer.
Lo cierto es que varios cohetes han caído en la zona. Uno de ellos impactó en una casa cerca de donde vive Queila. “La casa quedó en arenas”. Murieron dos mujeres. “Sonó la sirena, ellas se iban a resguardar, pero no hubo tiempo. Pude haber sido yo”. Fue el primer reporte de la Cruz Roja de Israel sobre muertes en la ciudad.
Queila fue testigo de otro ataque. “Un misil tumbó un cuarto piso” -narra la mujer- “la suerte es que los niños de ese lugar estaban en el primer piso. Solo se escuchaban sus llantos, pero sobrevivieron”.
El Domo de Hierro intercepta cohetes cerca de Ashkelon, Israel, el 18 de mayo de 2021. Foto:Abir Sultan / EFE
Algo similar relata Tomer. Un misil cayó cerca de donde vive. “No hubo alarma. Solo escuché cuando la bomba explotó. Hubo un silencio y después gritos de personas”. Su reacción fue resguardarse y llamar a la policía. No hubo personas heridas.
Hay miedo y ansiedad. Sobre todo, ansiedad. Algunos comen más, otros fuman más. No se sabe cuándo ni dónde podría impactar el siguiente misil. También hay traumas.
Tomer enseña en un colegio a niños de tercer grado. Las escuelas fueron cerradas por los ataques. Dice que los más pequeños han tenido que lidiar con estrés postraumático y varios están en tratamiento, no solo por lo de este año, pues no es la primera vez que sucede. El hombre recuerda que en la última operación ‘Margen Protector’, cuando hubo la escalada de violencia del 2014, un niño de seis años fue asesinado tras ser impactado en su cabeza.
Y es que los niños han sido víctimas del conflicto. Según cifras registradas, al menos 63 menores en Gaza y uno en Israel han fallecido durante los ataques de los últimos días.
El búnker más cercano de la casa de Queila está a menos de 50 metros de su casa. “En otros lugares donde ha habido conflictos, la gente puede resguardarse en sus casas. Acá, ni la casa, ni la calle, son seguras”, explica.
En Israel es común encontrar estos ‘refugios antiaéreos’ en varias ciudades y poblados. Por ley, todos los hogares y estructuras industriales deben tenerlos. En caso de los edificios residenciales, puede haber uno comunal.
Según un documento oficial, desde 2004 se han invertido 384 millones de dólares para proteger a escuelas y viviendas, y la construcción de este tipo de estructuras. Sin embargo, el 27 por ciento de la población no tiene fácil a ellas porque viven en edificaciones antiguas o no tienen los recursos para construirlas.
Latino muestra cómo es un búnker comunitario en Israel. Foto:Cortesía
Los búnkeres están hechos de metal y acero. La puerta es de hierro y la mayoría del tiempo está cerrada para el solo a residentes.
Esto cambió cuando comenzaron los ataques. Normalmente hay códigos en las cerraduras o candados en las puertas de a los edificios, pero fueron dejadas abiertas para que cualquiera que esté en la calle pueda entrar y refugiarse.
Los lugares suelen usarse como espacios de almacenamiento de cosas. Algunos tienen aire acondicionado, baños y bolsas de emergencia con elementos de aseo y comida.
“Han sido días difíciles. Sirenas sonando y muchas horas en los refugios”, cuenta Ori, un judío secular de 30 años que vive en Tel Aviv. “Cuando suena la alarma, voy a la escalera exterior de mi apartamento con los otros vecinos del edificio. Ese es nuestro refugio. No es lo mejor, pero eso es lo que tenemos. Al otro lado de la ciudad, el alcalde ha abierto refugios, pero están demasiado lejos para ir porque solo tienes un minuto y medio”.
La situación es compleja. Cuando las personas están en los refugios, la mayoría de veces no hablan ni opinan. Algunos se cuestionan e intentan darle una explicación a lo que sucede. Otros, simplemente, intentan mantener sus respiraciones.
Así es un búnker comunal en Tel Aviv, Israel. Foto:Cortesía
El escudo de Israel
En algo que coinciden quienes están en Israel es en la interceptación de misiles de Hamás con el Domo de Hierro.
“Lo más impactante fue ver una cantidad de misiles sobre Tel Aviv una noche. Estaba cenando y de repente escuchamos la alarma. Reaccionamos de inmediato y fuimos al refugio” -narra Ariel- “Es una situación bastante miedosa. Tiembla el piso y se escucha cómo se destruyen los misiles en el aire o cómo caen”.
La Cúpula de Hierro, como también es conocido este sistema de defensa, fue construida después del conflicto del 2006 entre Israel y Hezbolá. En 2010 fue probado por el ejército israelí y al año siguiente fue puesto a prueba en combate por primera vez.
Este año, según el ejército de Israel, en solo nueve días, se han lanzado 3.750 cohetes desde Gaza, pero cerca del 90 por ciento de estos han sido interceptados por el sistema de defensa antiaéreo. “Por suerte, nosotros tenemos la Cúpula de Hierro que destruye esos cohetes en el aire. No quiero imaginar qué hubiera pasado si no lo tuviéramos”, dice Ori.
El odio que se ha transmitido en redes sociales les da más poder a los radicales
Varios tienen familiares y amigos en el otro lado, en Gaza. Están preocupados. El ambiente es tenso porque no saben si la respuesta a cada ataque puede ser más violenta que la anterior. “Está muriendo gente inocente” -dice Tomer- “los radicales son minoría, pero el odio que se ha transmitido en redes sociales, y que es el reflejo de lo que sucede en varias ciudades, les da más poder”.
A los habitantes de Ashkelon les duele lo que pasa. Quieren algún día dejar de educar a sus hijos para protegerse de la guerra. Ven como buena noticia el ‘alto el fuego’ anunciado, pero saben que en un tiempo habrá una nueva escalada de violencia. Sueñan con que algún día se frene el conflicto. “Todos queremos vivir una vida normal”.
*Los nombres fueron cambiados por seguridad por petición de las fuentes.