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‘Tal vez yo escribo como un ejercicio de la nostalgia’: Fernanda Trías
La ganadora del Sor Juana Inés de la Cruz estará este 28 de enero en el Hay Festival Cartagena 2022
La escritora Fernanda Trías ha escrito novelas y libros de cuentos. Foto: Cortesía Editorial Laguna
De todas las ciudades posibles para radicarse en el mundo, la escritora uruguaya Fernanda Trías escogió a Bogotá. Lo suyo fue amor a primera vista en el 2015, cuando llegó invitada por la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo). Por eso, ya se considera una colombiana por adopción.
Acá ha desarrollado su aplaudido trabajo literario, que acaba de ser reconocido con el prestigioso Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, máximo galardón de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, por su novela más reciente ‘Mugre Rosa’. Es la ratificación de unas de las voces literarias más interesantes de la región.
"La novela de la autora uruguaya aborda con un lenguaje depurado un mundo amenazado por la extinción de la naturaleza, y desarrolla atmósferas enrarecidas e imágenes inquietantes", señala el acta del jurado del premio.
Trías (Montevideo, 1976) combina su pasión por la escritura con la docencia de escrituras creativas.
“El vínculo con los estudiantes me arraigó mucho. En Colombia hay programas de escritura creativa muy interesantes. Aquí en Bogotá se creó la Maestría en Escrituras Creativas más antigua de América Latina, la de la Universidad Nacional, donde di clases varios años. Y en la Universidad de los Andes, donde enseño desde 2019”, le contó a EL TIEMPO.
Trías, maestra en escritura creativa por la Universidad de Nueva York (NYU), es autora también de las novelas ‘Cuaderno para un solo ojo’, ‘La azotea’, ‘La ciudad invencible’ y del libro de cuentos ‘No soñarás flores’, nominado al Premio hispanoamericano de cuento Gabriel García Márquez 2017.
Curiosamente, en ‘Mugre Rosa’, Trías se anticipó a lo que enfrentaría la humanidad con la pandemia, desarrollando la trama en una ciudad que se enfrenta al denominado fenómeno, que cubre la atmósfera con una niebla eterna, donde respirar y el o con otros cuerpos representan la muerte.
Editado por Literatura Random House Foto:Archivo particular
¿Cómo fue ese periplo que la terminó dejando en la capital colombiana?
Llegué a Bogotá invitada por la Filbo en 2015, y enseguida me encariñé con la gente, que me ofreció su amistad y me tendió la mano. También me interesó la escena cultural. Aquí hay muchos eventos y festivales excelentes, y la Filbo tuvo varias ediciones con una programación de altísimo nivel. En 2016 ya entré a dar clases en la Universidad Nacional y decidí radicarme aquí. A mí siempre me gustaron las grandes ciudades, con complejidades y con diversidad.
‘Mugre rosa’ presenta una ciudad que, sin duda es Montevideo, en medio de una pandemia y la escribió antes de la pandemia, ¿Cómo se conectó desde Bogotá con su ciudad?
El paisaje es más similar a Montevideo o a una ciudad portuaria cualquiera, como podría ser Valparaíso, en Chile, pero la niebla omnipresente la veo todas las mañanas desde mi ventana, abrazando los cerros orientales. El imaginario de un autor es siempre un collage. También una parte de esta novela la escribí estando en Madrid, pero llevaba años pensándola, años tomando notas, incluso desde 2014 tenía algunas imágenes vinculadas al niño protagonista y a la mugre rosa, el único alimento al que la población puede acceder. En cuanto a la catástrofe ambiental que mantiene amenazada y encerrada a la población, las primeras imágenes fueron de la niebla: una ciudad perpetuamente hundida en la neblina, una ciudad gris, carcomida por la humedad, una ciudad fría, con el sol débil detrás de capas espesas de nubles, y un río cubierto de algas tóxicas. Una ciudad donde la amenaza fuera el aire mismo.
¿Cómo ha sido escribir sobre los recuerdos de Uruguay desde la distancia?
Siempre me ha funcionado escribir sobre algo cuando me encuentro lejos. Escribir sobre la ciudad de Buenos Aires cuando ya estaba viviendo en Nueva York (como es el caso de ‘La ciudad invencible’); escribir sobre Francia cuando ya estaba otra vez en América. Creo que la distancia ayuda mucho. O tal vez yo escribo principalmente como un ejercicio de la nostalgia, para revivir, reconstruir y revisitar. En todo caso, la distancia es un aliado porque permite digerir mejor las experiencias. ¿Y qué distancia más infranqueable existe que el tiempo? La memoria es un mecanismo insuficiente para recuperar aquello que se perdió, pero estamos destinados a seguirlo intentando.
Lla distancia es un aliado porque permite digerir mejor las experiencias. ¿Y qué distancia más infranqueable existe que el tiempo?
Usted comenzó publicando en Colombia con Laguna Libros, que es una editorial independiente. ¿Cómo ha sido su camino editorial?
En muchos países, desde Argentina hasta España, he publicado en editoriales independientes. En general, mi experiencia es que las editoriales locales son las más entusiastas y las que más mueven los libros. Además, las editoriales independientes no suelen publicar libros con fines de lucro como objetivo principal. Detrás de las editoriales independientes hay personas que aman la literatura y que quieren publicar literatura de calidad, y muchas veces es allí donde se encuentran las propuestas más interesantes. Yo no siento que haya hecho un camino “para llegar” a publicar en un gran sello editorial, sino que se trata de una coexistencia. Sigo y seguiré publicando en sellos independientes. En Argentina y en México acaban de salir libros míos, por ejemplo, y pronto saldrán en otros países. Muchos autores de amplia circulación, pienso por ejemplo en César Aira o en Mario Bellatin, publican en sellos internacionales y al mismo tiempo en pequeñas editoriales. Sin duda los grandes grupos editoriales tienen más músculo para la distribución y la promoción, y en el caso de ‘Mugre rosa’, Penguin Random House permitía que el libro saliera en todos los países de habla hispana al mismo tiempo, lo cual me ilusionaba. Pero mi principal interés era trabajar con mi editor aquí en Colombia, Sebastián Estrada. Lo importante para un autor es dar con un editor de confianza, no importa el tamaño de la editorial, es encontrar ese editor que sabe leerte, que apuesta por tu obra y que cree en vos.
Trías (Uruguay, 1976) se radicó desde hace años en Bogotá y es docente de la Universidad de los Andes. Foto:Fernanda Montoro
Un premio como este la ratifica como una de las voces más novedosas de la literatura latinoamericana contemporánea en un género poco común: la ciencia ficción, ¿Por qué cree que este género es tan escaso en América Latina?, ¿Cuáles eran sus referencias literarias cuando la escribió?
No creo que se haya premiado ‘Mugre rosa’ por ser una distopía o ciencia ficción, porque los jurados, tanto del Sor Juana Inés de la Cruz como del Bartolomé Hidalgo, lo que destacaron en las actas es otra cosa, algo que vengo haciendo desde mi primer libro: el trabajo con los personajes, con ese dolor de la existencia, con esas complejidades del alma humana, con esa fricción que implican los vínculos afectivos, y que tal vez en ‘Mugre rosa’ alcanza una mayor madurez.
Aparte, sí es cierto que más escritores que normalmente escriben “realismo” se están aventurando a otros géneros, entre ellos la ficción especulativa, y esto le ha dado más visibilidad a los escritores que vienen trabajando ese género desde siempre (o al menos eso espero que ocurra). Puede deberse a un agotamiento del realismo y de lo que el realismo nos permite imaginar o decir; o puede deberse a que por fin los géneros se están volviendo más fluidos y hay cruces constantes. En todo caso, creo que hay una necesidad de explorar mundos posibles.
¿Por qué cree que la novela ha sido tan bien recibida por la crítica?
El proceso de escritura fue muy lento. Estuve varios años pensando y tomando notas, años investigando el síndrome de Prader-Willi, en el que está inspirado el síndrome que padece el niño protagonista, e investigando la industria cárnica y los efectos del cambio climático en el planeta. Luego estas cosas no aparecen de manera evidente. Están por detrás, sosteniendo la narración. Toda esa investigación es parte del proceso, aunque no figure en el texto mismo. Me permitió entender mejor lo que quería escribir y me dio ideas e imágenes. Luego pasé dos años (2018 y 2019) escribiendo y corrigiendo a diario. Para un escritor de novelas, al menos para mí, es muy importante contar con tiempo de concentración, un tiempo que no esté agobiado e interrumpido por las preocupaciones económicas o laborales, por la angustia de la vida material. Fue gracias al apoyo del premio de la Segib en España y luego de la Universidad de los Andes, donde soy escritora en residencia, que pude concentrarme en el largo aliento y terminar la novela. Mis lectores de confianza van cambiando, y a veces recurro a unos y otras veces a otros, porque todos vivimos muy ocupados, pero en este caso recibí comentarios muy agudos de dos escritores colombianos que iro y en los que confío plenamente: Giuseppe Caputo y Juan Cárdenas. Esa mirada me permitió hacer los cambios finales, que terminé en dos semanas de trabajo intenso, antes de hacer la entrega final a la editorial.
¿Qué significa este premio en su carrera?
Los premios tienen la virtud de visibilizar los libros. El premiado, claro, pero también los anteriores, toda la obra de un autor. Muchos lectores que no te conocían se acercan por primera vez a tus libros a partir de un premio, y así descubren a un autor o una autora. Para cualquier escritor eso es importante: llegar a los lectores. Pero en el caso del premio Sor Juana hay un orgullo adicional que tiene que ver con pasar a integrar el linaje de las grandes escritoras que lo han ganado, desde Elena Garro, pasando por Margo Glantz, Cristina Rivera Garza y Laura Restrepo, hasta mis contemporáneas Lina Meruane y Camila Sosa. Es un premio prestigioso porque no es comercial, no está asociado a ninguna editorial, y por lo tanto es respetado por premiar la calidad literaria.
La novela reflexionar sobre la adultez, a partir de una protagonista que lucha por hacerse cargo de sí misma. ¿Era este un tema que le venía dando vueltas?
La protagonista intenta comprender su pasado y sobrevivir a su presente. Podría decir, sí, que se encuentra en un momento de crisis, personal y colectivo. Ella se encuentra haciendo un duelo por su matrimonio roto, por esa maternidad biológica que no va a ocurrir en su vida, pero al mismo tiempo toda la comunidad está en un duelo colectivo (algo que nos pasó luego con el covid) por la pérdida de un mundo “tal como lo conocimos”. Se trata de un mundo que ya nunca volverá a ser igual, y eso dispara una reflexión profunda sobre el pasado y sobre la identidad. La protagonista deberá romper lazos tóxicos (con su exmarido, con su madre) y reconstruirse de las ruinas, igual que la ciudad, que el país, que el mundo.
La poeta Piedad Bonnet definió el libro como “un mundo afectivo en crisis”. En la obra también subyace como el miedo al mundo de hoy. ¿Qué lecturas tiene de este presente?
El miedo ha estado presente en todos mis libros desde el comienzo. Es una emoción que me interesa mucho porque casi todo lo que hacemos los seres humanos parte de una reacción al miedo. Si nos ponemos a analizarlo, el miedo rige nuestras vidas. Muchas personas se casan por miedo a la soledad, tienen hijos por miedo a la vejez, acumulan dinero por miedo a la escasez, se operan el cuerpo por miedo a la edad o a no ser deseados, y así infinitamente. Manipulan por miedo, hieren por miedo, se quedan o huyen por miedo. El miedo es una emoción muy antigua que genera una de tres reacciones instintivas: congelarse, huir o luchar. Me gusta mucho explorar esas reacciones en la narrativa porque se prestan para diversos conflictos. Pero no es novedad para nadie que el paradigma en el que vivimos actualmente está en crisis, que ya no se puede seguir viviendo así pero que tampoco sabemos cómo vivir. Estamos en ese punto de cambio que parece un salto al vacío, y por eso toda una población está al borde de un ataque de nervios. Hay que construir otra manera de relacionarnos, otra manera de entender la familia (más amplia), otra manera de acompañarnos en la vejez, y sobre algunas de estas cosas quería reflexionar en ‘Mugre rosa’.
La protagonista intenta comprender su pasado y sobrevivir a su presente. Podría decir, sí, que se encuentra en un momento de crisis, personal y colectivo
Usted ha comentado que tanto en su escritura como en su vida se mueve en medio de la fortaleza y la vulnerabilidad. Y en su obra también se refleja ese temor a sobrevivir en este mundo como mujer, escritora, migrante, entre otras. ¿Qué reflexión le suscita esto?
La fortaleza nace de la vulnerabilidad. No son opuestas; no son ni siquiera distintas. El problema, como siempre, es darse cuenta.
¿Cuándo supo que se dedicaría a escribir?
“Dedicarme” es mucho decir. Lo que la mayoría de los escritores hacemos es abrirnos paso a golpe de machete, defender nuestro ratito de escritura diaria. Tampoco se trata de una decisión, pienso yo. A los veinte años empecé a escribir para sobrevivir a la vida, que me resultaba muy difícil, y luego la escritura me eligió a mí. Escribía todo el tiempo y era lo único que me interesaba hacer. Por eso mi vida entera gira alrededor de la escritura y de los libros. Leer textos ajenos y ayudarlos a alcanzar su mayor potencial es también algo muy emocionante. No sé si yo me dedico a escribir, o si la escritura se dedica a perseguirme como un fantasma.
¿Cuál es el personaje con el que más se identifica o con el que tiene más lazos autobiográficos?
Nunca pienso en términos de autobiografía. La escritura es desplazamiento. Yo, mediante la imaginación, puedo convertirme en otra, en otro, en otres. Si no fuera posible hacerlo, no podríamos leer. Y si los autores estuviéramos condenados a escribir desde lo autobiográfico la literatura sería bastante más aburrida y monótona. Todos los personajes están salpicados de algún recuerdo, algún dato, algún rasgo de una misma o de personas conocidas, pero en general es una especie de alebrije mexicano (cabeza de ciervo, cuerpo de jirafa, cola de castor, lengua de sapo). A mí lo que más me interesa es construir personajes que no se parezcan a mí, porque lo hago con el afán de entender algo que se me escapa y que siempre será misterioso: el otro.
Desde hace un tiempo se viene hablando de un boom de mujeres escritoras, ¿cuáles son sus escritoras favoritas?
Son obras y voces muy distintas, por lo que es difícil hablar de favoritas, pero sin duda haría fila para que María Moreno, Margo Glantz o Cristina Rivera Garza me firmaran sus libros. En estricto orden cronológico, las últimas contemporáneas que he leído con iración fueron Sara Mesa (España), Daniela Alcívar (Ecuador), Gabriela Ponce (también Ecuador) y Selva Almada (Argentina).
Mauro, el niño de su novela con síndrome de Prader-Willi que cuida la protagonista, alude a una hermosa reflexión: “quizás la salvación del ser humano es a través de la ternura y no del pensamiento”. ¿Cómo vislumbra el futuro? ¿En qué estaremos fallando?
Lo que está fallando es el sistema. Este sistema que nos enseña que nuestras mujeres y nuestros hijos son nuestra propiedad; que los animales son inferiores a nosotros y por lo tanto no tienen derecho a una vida y a una muerte dignas; que los árboles son nada más que materia prima. Todo es un bien de consumo. Así hemos llegado al agotamiento de los recursos y al agotamiento de nuestras relaciones afectivas. El tejido social se ha roto de tanto “sálvese quien pueda”. Espero que las nuevas generaciones nos ayuden a encontrar una salida de este embrollo. Confío que sí.