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Emiliano Monge y su gran reflexión literaria sobre la migración
El escritor mexicano habló con EL TIEMPO de su nueva novela 'Tejer la oscuridad'.
Atravesar las fronteras, obedecer y callar, moverse entre las fisuras, masticar los dolores, recordar lo que será y habitar la memoria colectiva son los verbos que habitan los personajes de Emiliano Monge.
En su nueva novela 'Tejer la oscuridad'(Penguin Random House, 2021), el reconocido escritor mexicano crea una historia donde los tiempos por venir anuncian la esperanza a los jóvenes silenciados y arrastrados de los orfanatos quienes, en esta obra futurista donde la humanidad ha sido duplicada, tienen la posibilidad de acercar sus voces y gestar recuerdos en un mundo distópico para “hacer nosotros”.
Alcanzados por la guerra en una ciudad a punto de caer, huyen de sus perseguidores para “sembrar ideas y brillos”, y ser el germen de un nuevo espacio y un nuevo tiempo.
Esta visión de Monge sobre la violencia de los caminos por andar es eco y extensión de su novela 'Las tierras arrasadas' (Penguin Random House, 2015), en la que construye una narrativa coral con esos que han sido “arrancados de su alma”, los hombres y mujeres migrantes centroamericanos sin tiempo y sin voz que recorren trayectos tortuosos con la desgarrada esperanza de llegar al país de las oportunidades.
EL TIEMPO entrevistó al autor sobre estas dos novelas de cuerpos, palabras, lamentos y memorias de quienes viajan y recorren para encontrar la posibilidad de tejer otras existencias.
En Las tierras arrasadas las cursivas pertenecen a la Divina comedia o son citas tomadas de testimonios de migrantes centroamericanos. ¿Con qué intención narrativa las utiliza en 'Tejer la oscuridad'?
La intención de las cursivas es, en efecto, similar al uso que tenían en Las tierras arrasadas. En este sentido, todas o casi todas las cursivas de la novela salvo en casos específicos, que responden a causas de estilo citan o parafrasean fragmentos de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España o de la Visión de los vencidos, así como la mayoría de entrecomillados pertenecen al Popol Vuh o al 'Chilam Balam'.
'Tejer la oscuridad' presenta de nuevo los cuerpos, las bocas que escupen lamentos, las fronteras, las palabras silenciadas, las personas llevadas y traídas como cargas. ¿Lo pensó como un eco o un diálogo con su novela anterior?
Hay una relación entre las dos, por supuesto. Igual que la hay con 'El cielo árido', que vendría a ser mi primera novela en la que México o una parte de México se vuelve personaje. Es una suerte de trilogía involuntaria o no completamente vinculada, en la que 'El cielo árido' explora el pasado reciente siglo XX, 'Las tierras arrasadas' responde a un tema que me parece fundamental para comprender el presente primeros veinticinco años del siglo XXI y 'Tejer la oscuridad' se adentra en el futuro, un futuro que empieza hacia la tercera década de nuestro siglo. De ahí que haya tantos vasos comunicantes, que los cuerpos sojuzgados, por ejemplo, o las fronteras, sean similares, aunque en esta novela sean mucho mayores las oportunidades y la redención.
'Tejer la oscuridad'. Foto:Archivo particular
Hay numerosas alusiones a la remembranza colectiva, a los libros como “vientre de las palabras que usamos” en 'Tejer la oscuridad'. ¿Cuál es su gran pieza de memoria compartida?
Efectivamente, uno de los temas centrales de esta novela, además del tiempo y el espacio, son la imaginación y, sobre todo, la memoria. Una memoria que se busca colectiva, que busca trascender el tema de los recuerdos individuales, la idea de que el pasado fue uno y singular, cuando solo existen los pasados, así, en plural. Se trata, a fin de cuentas, de romper la idea de que recordamos, pensamos e imaginamos, primero, como seres únicos, para aceptar la de que recordamos, pensamos e imaginamos como grupo y a través de los demás.
Los cuerpos de 'Las tierras arrasadas' son a veces un solo bulto deforme y violentado, mientras que los de 'Tejer la oscuridad', juntos, “hacen vida” y alguien agradece “lo que somos cuando somos todos juntos”. ¿En dónde nace la idea de esos nuevos cuerpos?
Tiene que ver con la idea de pensar en grupo y cómo los cuerpos son juzgados y fragmentados de 'Las tierras arrasadas' pierden identidad a consecuencia de la violencia, a consecuencia de su individualidad absoluta. No son casuales las caravanas de migrantes de hoy en día, por ejemplo, que asumen que la política también se hace con los cuerpos, que un objetivo (cruzar México) es más fácil de alcanzar cuando se es comunidad pero, sobre todo, con la idea de alcanzar una voz de todos, un lenguaje de todos, que pierde carácter unitario. De ahí que la novela tenga tantos narradores, pero que estos, mientras la novela avance, vayan acercando sus voces unas a otras, que se pierda, pues, la individualidad de las mismas, que se conviertan en un rumor compartido. Ese rumor es también donde nace esa idea de cuerpos que agradecen ser lo que son cuando lo son juntos.
Laya, Madre, Bruna, Juana, son mujeres magníficas de gran potencia en 'Tejer la oscuridad'. ¿Quiénes lo inspiraron para crear estos personajes?
Es curioso; ahora que me lo preguntas, me doy cuenta de que, por primera vez, mis personajes, en vez de estar inspirados en alguien en particular, lo están en varias personas. Es decir, a cada una de las mujeres que señalas, las inspiran varias otras. Esto, me haces pensar, responde otra vez al tema de la multiplicidad de cada uno de los personajes, que empiezan siendo uno y se van volviendo varios, aunque sigan siendo ellos mismos, porque son también parte de una trama trama en el sentido del bordado, además del de la historia. La única que quizá podría decir que parte desde una inspiración sólida e individual, es Madre, quien toma muchos de sus rasgos de Rosa Verduzco, la directora y dueña de uno de los orfanatos más grandes de México pero incluso ella se descompone muy pronto en muchas otras, inspiradas en muchas más personas.
¿Cómo fue el proceso creativo de 'Las tierras arrasadas'?
Originalmente iba a ser una obra de teatro sobre la migración. Pero mientras hacía la investigación y recogía testimonios, decidí que ahí había algo que no quería limitar al escenario, que quería trabajar como novela, aunque esta habría de heredar mucho de la obra de teatro perdida. De ahí que la novela tenga coros como de obras clásicas y que todo o casi todo suceda en espacios que podrían ser un escenario la caja de un camión; la cabina de una camioneta; el sótano o la celda de un edificio religioso, un deshuesadero de autos.
¿Fue intencional su particular uso del lenguaje, esa especie de subversión de la sintaxis para generar un efecto de ruina e incertidumbre?
Es totalmente intencional tanto en 'Tejer la oscuridad' como en 'El cielo árido', 'La superficie más honda' y, espero, en mis libros previos y los que vaya a escribir. Me parece que el escritor que no se enfrenta al lenguaje, cuando escribe, está haciendo algo parecido a escribir, pero que no es escribir. La literatura nace en el conflicto con las palabras, en la lucha con los significados, en la tensión con las reglas que conocemos y se han establecido. Escribir se trata de cómo contamos y de qué contamos. La relación de un escritor con su idioma debe estar más cerca de la que tiene un ceramista con el barro, que de la que tiene un profesor con un diccionario.
¿Cómo desarrolló el concepto de los sin voz, de la negación de la palabra para anular a los migrantes?
Los migrantes están al final de la cola, donde nadie quiere ver. Son, como decía Arendt, sujetos sin derecho ni siquiera a tener derechos. No soy yo quien les ha negado la palabra y la voz, yo solo hice evidente lo que hemos hecho las sociedades, que es eso precisamente: negarles la identidad y la existencia, el ser y la voz; reducirlos, pues, a nada o casi nada. Cuando el desposeído atraviesa la frontera de su país y se adentra en otro, pasa a ser, inmediatamente, además de un desposeído, un despojado. Ese despojo es que el busco señalar a través de los sin voz, sin palabra, sin creencia.
¿Qué inspiró la historia de amor y anhelos con dos personajes tan despreciables como Estela y Epitafio en 'Las tierras arrasadas'?
La certeza de que la literatura, como la vida, solo es real e interesante a razón de la cantidad de grises que alcancen a mostrarse. No me interesa la literatura maniquea. Casi cualquiera es capaz de desarrollar empatía con una víctima. Para lo que hace falta coraje es para desarrollar empatía con el victimario. Y, para poder entender y transformar nuestra realidad, debemos ser empáticos con uno y con el otro, buscar, ver y asimilar la parte de víctima que también está ahí, en el victimario, así como la parte de victimario que también está ahí, en la víctima. Hallar el sitio exacto de nuestras contradicciones y las de nuestras sociedades para por atrevernos a vernos en todo nuestro arco.
Colombia recibe temporalmente a cuatro mil afganos, aquí han llegado cientos de haitianos que van hacia EE. UU., y llevamos algunos años acogiendo a millones de venezolanos. ¿Qué piensa que ocurre con Colombia, que se ha convertido en lugar de tránsito de tantos migrantes?
Creo que lo que le sucede a Colombia, salvo en el caso de los venezolanos, que es distinto, es muy parecido a lo que le sucede a México: somos un accidente geográfico, además de que tenemos gobiernos que se lavan la cara con el trapo de las tragedias internacionales, pues no se la pueden lavar con sus propias tragedias nacionales. Ahora bien, la actitud del gobierno mexicano, sin duda, es incluso peor que la del colombiano: acá se criminaliza, se persigue y se caza a los migrantes, porque así se ha decidido en Washington. Pero ni México ni Colombia son países objetivo, sino que estamos de paso para ir a otro lugar, a algún lugar mejor; es en eso en lo que nos parecemos.
¿Cree que en América Latina las fronteras se han ido diluyendo fácilmente o, por el contrario, cada día se hacen más rígidas?
Las fronteras en América Latina, como en el resto del mundo, aunque acá con mayor claridad, por supuesto, se han ido diluyendo para las clases sociales con poder adquisitivo, pero se han ido volviendo cada vez más rígidas y peligrosas para el resto de los ciudadanos que, como sabemos, son la inmensa mayoría. Aquel cuento de que es más fácil llevar de un sitio al otro una mercancía que una persona, cuenta solo para esa inmensa mayoría de la que hablamos, porque aquel que tiene dinero puede plantarse en cualquier sitio, incluso antes que una mercancía.