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La colección caprichosa de jardines de Juliana Muñoz Toro
'Autorretrato en el jardín' se llama el nuevo libro con el que la autora llega a librerías.
Muñoz, (Bogotá, 1988), tiene una maestría en Escritura Creativa de la U. de Nueva York. Foto: Andrea Moreno. EL TIEMPO
Pelechar es un verbo que se usa para decir que todo va bien, que va a salir adelante. Una palabra obligada en cualquier diccionario de antioqueñismos y que la madre de Juliana Muñoz usa frecuentemente para decir que una planta va a reverdecer y se pondrá hermosa.
Ante los ojos de Juliana todas las plantas del antejardín materno pelechaban a punta de palabras y mimos. Ese lugar, donde dio sus primeros pasos y enterró a sus mascotas de infancia, fue la génesis del interés por esos paraísos construidos que llevaron a la autora bogotana a escribir un ensayo literario en donde plantea teorías que pueden ser hipótesis del alma o de su mirada, mezcladas con datos, autores o historias ya contadas que son el resultado de su investigación sobre historias de jardines.
En su autorretrato está presente el jardín silvestre, el jardín que es laberinto y recorren los enamorados, el jardín donde el artista busca la sombra y la inspiración. Transitar por sus páginas es acompañar a la autora por jardines personales o por nuevas interpretaciones de historias conocidas: Los Jardines Colgantes de Babilonia, los jardines de Monet - quién cultivó un gran jardín en su casa en Giverny para tener una fuente de inspiración continua-, el jardín de las promesas de Romeo y Julieta, los Jardines cultivados en tiempos de guerra para alimentar la esperanza -y el hambre- en medio del horror.
El libro es de editorial Tusquets Foto:archivo particular
El antejardín espacioso de su infancia fue un gran referente para este libro. Hoy, el estilo de vida ha cambiado a apartamentos con poco espacio para tener un jardín, es casi un lujo. ¿Cómo cambia esa idea de cuidar el jardín propio?
Creo totalmente que tener un jardín es un lujo, pero también lo es en el sentido de buscar tener el jardín ideal. Si nos salimos de ese ideal puede habitar una ventana o un pedacito en un apartamento. A eso también le llamaría jardín porque también tiene una historia, hay un cuidado, algo vivo allí. El jardín propio puede empezar con una suculenta o con un cactus, significa que puedo cuidar algo más y en ese cuidar algo más me cuido porque saco tiempo para mí, aprendo y me conozco más.
Escribir, bordar, tejer, narrar, aprender sobre plantas son acciones presentes en su obra que usted entreteje para abordar nuevos relatos. ¿Cómo conecta estas acciones con la conciencia del cuidado y del tiempo inherente en ellas?
Lo conecto con la creación, es cuidar lo que creas. Aunque hago muchas cosas también hay un punto en el que me detengo a cuidar eso que creé. No basta con crear algo. En mi caso no basta con escribir este libro, también tengo que hablar de él, quiero presentarlo a otras personas, quiero estar presente y seguirlo cuidando. Se trata de preguntarse ¿cómo lo cuido?, ¿cómo me voy a sentir orgullosa de esto? ¿Cómo lo voy a hacer más profundo? Es la relación entre crear y cuidar, pero además conectarlo con otras creaciones a través de ese hilo que es mi vida, de lo que yo quiero contar sobre ella.
¿Cómo logró identificar que todas esas historias de jardines podrían ser parte de su obra?
En el momento que sentí que tenía las gafas del jardín puestas y tenía mucha información que había estado coleccionando, me pregunté: '¿Cómo puedo clasificar esto?'. Surgió allí la necesidad de juntar las historias que hablaban, por ejemplo, del jardín y el amor; por otro lado, las que hablan del oficio del jardinero. Hay otra parte del libro que habla del jardín desde una mirada filosófica. El momento de la escritura fue en el que logré organizar y parar de buscar porque es un tema que nunca voy a lograr abarcar.
Juliana Muñoz se inspiró en los jardines colgantes de Babilonia, entre otros. Foto:Andrea Moreno/ EL TIEMPO
A partir de su búsqueda, ¿Podría afirmar que cada jardín cuenta una historia?
Claro, la historia es lo que pasa mientras uno está en ese jardín, las conversaciones que uno tiene mientras lo pasea, los recuerdos que lleva ese jardín. Hay un jardín que cito mucho en el libro es el de mi suegra. Ella habla de sus padres que emigraron de Alemania a Colombia trayendo semillas en las medias porque para ellos parte de su hogar eran las flores. Se trataba de cómo podían tener un poco de su tierra además de los objetos que trajeron. Ahí está el jardín que es testigo del paso del tiempo de esas historias. Cuando empezaron a surgir todas esas conexiones en mí se empezó a formar este libro.
En su obra completa, ¿cómo está el jardín presente?
Primero, el jardín como escenario. Escribo mucho sobre la infancia y un gran lugar de los niños es el jardín, más allá de la tecnología a los niños de todas las épocas los une la naturaleza. Luego, el jardín como metáfora, ese espacio que uno se toma para crear. 'Podar' la escritura es editarla para que le llegue la luz. Para mí, en la escritura, si hay un exceso de algo no deja ver lo que realmente quiero decir y eso es como una hoja tapando otra hoja. Yo tiendo a escribir más corto que largo, porque quiero ser sutil con buscar el mensaje que quiero que se luzca.
¿Es este libro su más fiel autorretrato?
Es un autorretrato de tantos que podría ser, es un autorretrato de perfil. Queda faltando el de frente y el de cuerpo completo. Es una faceta que quiero mostrar en la que siento que no solo hablo de mi porque siento que el lector se puede conectar con todos estos referentes de jardines, de libros, de poemas.