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¿Se debería tomar en cuenta la perspectiva infantil al diseñar ciudades? Esto es lo que experimentan los niños cuando caminan por Bogotá

En el marco del Día del Peatón, EL TIEMPO recorrió algunas calles con un periscopio inverso para conocer qué tan seguro es el diseño de la ciudad cuando se mide menos de un metro.

Usando el periscopio inverso, este joven intenta depositar la basura en una caneca, creyendo que está ubicada a la altura de la extensión de 
su mano.
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La ciudad desde la altura de una niña o niño de 3 años se ve diferente. Los arbustos esquineros que adornan los establecimientos comerciales parecen montañas gigantescas, difíciles de sobrepasar. Cuando se está cerca de otras personas los rostros desaparecen. La visión a una altura de 95 centímetros sólo enfoca piernas, traseros y cinturas.
Aunque todas las personas hemos sido niñas o niños es difícil hacerse una idea de cómo se observa la ciudad durante esa etapa. ¿Deberían los urbanistas tener en cuenta la perspectiva infantil a la hora de diseñar ciudades?
En general, el diseño de Bogotá no es seguro para niñas y niños, ya que está centrado en el vehículo particular
EL TIEMPO hizo un ejercicio junto con Despacio (una organización sin fines de lucro, dedicada a desarrollar proyectos de investigación aplicada en movilidad sostenible, desarrollo urbano, ciudades saludables, y enfoque de género y transversal) para acercarse a la percepción de las calles de Bogotá si tuviéramos la altura promedio de un menor de tres años.
Para ello usamos un periscopio inverso (ver fotografía), un instrumento óptico que se ubica a la altura de los ojos del adulto y, por medio de un un juego de espejos, baja la línea de visión a una altura de 95 centímetros aproximadamente. Su forma es como una caja y los dos espejos están ubicados de manera paralela.
Este diseño se inspira en los periscopios que usaban los capitanes para ver qué pasaba sobre la superficie del mar mientras ellos estaban sumergidos.
El periscopio inverso hace parte de la metodología diseñada por la Iniciativa Global de Diseño de Ciudades (Global Design Cities Initiative, GDCI), para experimentar la movilidad peatonal de una niña o niño de tres años. También permite acercarse a la perspectiva de una persona con movilidad reducida o de estatura pequeña.
Con este recorrimos un parque, una zona comercial y una esquina con varios cruces y semáforos del barrio La Castellana.
Periscopio

Periscopio Foto:RedPaPaz

“Al usar el periscopio vemos que la ciudad no está diseñada para que sea experimentada por los niños. No vemos caras, sino piernas. No se alcanzan a ver las señales de tránsito y hay pocos elementos llamativos”, describe la ingeniera y urbanista Lina Quiñones, quien refiere que el diseño de Bogotá está concentrado en los vehículos automotores.
En la ciudad, el año pasado murieron seis menores de edad peatones en siniestros de tránsito. De ellos, cuatro tenían menos de 10 años.
Las cifras del Observatorio Nacional de Seguridad Vial agregan que hubo 123 niñas y niños que sufrieron lesiones en un evento de tránsito cuando iban caminando por las calles de Bogotá.
Lo anterior, abre el debate sobre qué tan segura es la ciudad para niñas y niños peatones. Según Quiñones, Bogotá ha tenido cambios en su diseño pero señala que estas intervenciones suelen ser localizadas y no están en toda la ciudad.
“En general, el diseño de Bogotá no es seguro para niñas y niños, ya que está centrado en el vehículo particular. En las grandes avenidas no se puede cruzar fácilmente, toca desplazarse varias cuadras para poder cruzar. Además, la ciudad no es atractiva ni disfrutable para los menores de edad, más allá de espacios como parques o zonas recreativas”, considera Quiñones.
La ingeniera civil y urbanista María Fernanda Ramirez, líder de movilidad sostenible y segura de Despacio, explica que los niños tienen, físicamente, una perspectiva diferente debido a su altura.
Entre más abajo está la línea de visión de una persona, las proporciones de los objetos se distorsionan más.
“En general, las ciudades están diseñadas para que las personas adultas las exploremos mientras caminamos a la altura de una persona adulta. No están diseñadas para que las vivamos como si nos moviéramos de rodillas”, refiere.

¿Cómo luce la ciudad desde la altura de las niñas y niños?

“Veo raro”, expresa Esteban Rodríguez, un padre de familia que hizo el recorrido con el periscopio en el Parque Urbanización Castellana Occidental.
“Es ponerse en la perspectiva de otra persona. A medida que me voy acercando a una persona, lo único que le veo es la cintura, no la cara. Se siente raro”, agrega.
Esteban mencionó que al usar el periscopio inverso todo se ve más alto y más grande. También detalló que se sintió inseguro y caminaba con cuidado porque pensaba que iba a caerse.
“Al cambiar la perspectiva por la de un niño, no experimentamos la ciudad como la conocemos. Se nos vuelve difícil, empezamos a sentirnos inseguros”, explica Quiñones.
Para cualquier indicación que hay en la calle me toca levantar la cabeza para verla completa. No estaba segura de donde estaba caminando, tuve que girar mucho la cabeza para de verdad ver que estaba caminando en un lugar seguro
Lisa Marie Quintarelli, madre de una niña de 10 años, hizo el recorrido con el periscopio cerca a un semáforo de la Avenida Suba con calle 96. “Debo alzar la cabeza para poder verlo, no se entiende bien dónde tengo que detenerme”, describe.
Además, en el mismo cruce hay una señal de tránsito para peatones y, a la altura de una niña o niño, solo se logra ver el palo y no la señal.
“Para cualquier indicación que hay en la calle me toca levantar la cabeza para verla completa. No estaba segura de donde estaba caminando, tuve que girar mucho la cabeza para de verdad ver que estaba caminando en un lugar seguro”, detalla.
Para leer la ciudad teniendo una altura de 95 centímetros se requiere elevar constantemente la cabeza. Caminar mirando hacia arriba, ya que casi todas las señales están hechas a la altura de personas con mayor estatura.
Quiñones refiere que desde esa altura se vuelve confusa la experiencia cotidiana de ir de un punto a otro.
“Acciones cotidianas como mirar si el semáforo está en verde o mirar el paradero de un bus podría resultar complicadas para un niño. Esto traduce que la ciudad no es legible para esta parte de la población, sino que sólo hasta que somos adultos empezamos a entender más esas señales”, apunta la experta.
Visión desde un periscopio.

Visión desde un periscopio. Foto:RedPaPaz

Poca accesibilidad y peligros

Mientras caminaba por varias calles del barrio La Castellana usando el periscopio inverso sentí miedo de caerme. Una de las constantes de todo el recorrido es que solo podía ver rostros de las personas cuando estaban lejos, cuando pasaba cerca a una fila de personas, lo único que se podía observar eran traseros y piernas, lo que hacía agobiante la experiencia al no tener un campo visual más amplio.
Algo cotidiano como arrojar la basura en las canecas públicas se vuelve casi imposible para personas con movilidad reducida o menores de edad con una altura promedio de menos de un metro.
Ven los objetos grandes, pero no peligrosos. La percepción del peligro y la mitigación del riesgo es algo que se enseña y se aprende a medida que la persona crece y madura, no se nace con ella
Juan Andrés (un estudiante de arquitectura que realizó el recorrido con el periscopio) intentó depositar un papel en una caneca pública; pero le tocó empinarse, extender el brazo y saltar un poco porque veía la cesta como un objeto difícil de alcanzar.
“¡Uff, claro, cambia muchísimo! Al usar y quitarse el periscopio se notan contrastes de altura. Casi que usándolo toca caminar haciendo un recorrido vertical con la cabeza para lograr ver los elementos que hay en las calles o incluso calcular la altura de lo que uno está viendo”, afirma el joven.
La ciudad en ‘los zapatos’ de una niña o un niño luce diferente. No hay una comprensión total del espacio porque todo se ve a una escala mayor, como si fueran grandes obstáculos.
No obstante, Ramirez expone que además de que hay diseños de ciudad inseguros para los más pequeños, ellos no tienen una percepción del riesgo desarrollada.
“Ven los objetos grandes, pero no peligrosos. La percepción del peligro y la mitigación del riesgo es algo que se enseña y se aprende a medida que la persona crece y madura, no se nace con ella. Por eso este tipo de ejercicios permite entender por qué las niñas y niños son curiosos e inquietos. Lo que intentan es descubrir esa ciudad que no alcanzan a ver fácilmente como nosotros los adultos”, explica.
De hecho, Ramirez aclara que pensar en una ciudad diseñada para las niñas y niños no significa pensar en instalar parques y elementos de juegos en los andenes.
“La idea de ponernos en los zapatos de las niñas y niños es poder percibir la ciudad de otra manera para que los diseños sean realmente inclusivos, para que se puedan explorar, conocer y transitar de manera segura. Señales a alturas menores y rampas de menor pendiente son ejemplos de una infraestructura a una escala adecuada”, enumera la experta.
La líder de movilidad sostenibles de Despacio agrega que el impacto de este tipo de infraestructura no solo hace las ciudades más accesibles.
“Al hacer que la movilidad de niñas y niños sea segura, se reducen los niveles de estrés y ansiedad de las personas que les cuidan. Por eso podemos considerar este tipo de acciones como mejoras de movilidad urbana con enfoque de género”, manifiesta.
JENNYFER SOLANO BETANCOURT*
Para EL TIEMPO
* Este artículo se realizó en colaboración con la coalición civil por la seguridad vial. Todas las muertes en las vías son prevenibles. Es inaceptable que en Colombia mueran más de 8.000 personas al año. #NadieNaceParaMorirEnLaVía

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