Desde una perspectiva personal la idea misma está asociada a mejorar, superarse y generar bienestar. No obstante, esto está lejos de ser un consenso.
Los últimos 15 años de mi vida han estado asociados a proyectos de infraestructura y con el tiempo he aprendido que cada proyecto, al igual que los seres humanos, es diferente y la capacidad de alineación de intereses es tal vez la condición más importante para asegurar el éxito de un proyecto. Sin embargo, esta condición parece inviable en las actuales condiciones del país.
Un ejemplo de esto es el caso de un proyecto para la construcción de un acueducto, al que le asignaron recursos tras largos años de luchas sociales. Lo que parecía una noticia maravillosa, pasó a tener férreos opositores, y lo que era un objetivo común dejó de serlo rápidamente.
Por un lado, algunos vecinos influyentes defendían el proyecto solo si la obra era en su predio, el cual venderían a precios que solo atendían a su propia imaginación.
Por otro lado, otros vecinos contratistas serían aliados del acueducto solo si ellos hacían la obra, a pesar de no ganar el proceso de licitación por incapacidad técnica y financiera.
Finalmente, otro grupo de vecinos, considerados los más peligrosos y quienes se presentaban como los representantes del pueblo, itían la obra solo si les pagaba para evitar que los materiales se desaparecieran y la gente pudiese llegar a trabajar.
En resumen, poco importaba en ese momento el agua de la gente. Lo que marcaba la conversación era el lote, el contrato y los recursos. Esta situación hipotética es la realidad de todos los días en varias regiones del país.
La multiplicidad de intereses es un factor importante. No obstante, el interés general debe ser el que prevalezca frente a los intereses personales que, aunque legítimos, deben ceder como principio de la vida en comunidad.
Las narrativas polarizantes y absolutas se han sumado a este problema. Plantear el desarrollo como un enemigo del medio ambiente ha hecho que proyectos de gran importancia y relevancia para las ciudades no se puedan realizar, privando a la comunidad de beneficios incalculables. Esta situación fue lo que provocó que el agua y la energía de Bogotá hoy estén en jaque.
Esta narrativa se ha vuelto costumbre y con ella en ley. Hoy es casi imposible desarrollar cualquier obra por la cantidad de permisos, revisiones, compensaciones cambios en la técnica, etc.
Pero incluso después de cumplir con todo lo anterior no se asegura nada. Los intereses personales, económicos y políticos no se rinden fácilmente, desvían la evidencia y se dan el lujo de parar las cosas para bien de su propio ego, comodidad o forma de ver el mundo. Al final el ambiente, la sed, la salud, el bienestar de la gente poco importan y son solo un medio para conseguir un resultado. Esto tiene que parar.
La última conversación que surgió a propósito del Aeropuerto Guaymaral y los proyectos de vivienda en el POZ norte está fundada en la mala idea de pensar que las actividades son excluyentes.
Las asociaciones y algunos pilotos, fuera de toda norma y reglamento, buscan paralizar la construcción de vivienda VIP (Vivienda de Interés Social Prioritaria) acudiendo a argumentos ampliamente evaluados durante el proceso de licencia y partiendo de la base que ambas actividades no pueden desarrollarse de manera armónica. Una afirmación que no es real y que en el trasfondo esconde una verdad ampliamente entre pasillos: a este grupo minoritario de personas les incomoda ver estas viviendas allí.
Desde nuestro punto de vista, la operación aérea de Guaymaral y la construcción de vivienda por supuesto pueden convivir. Así pasa en el mundo entero. Ambas actividades, si se hacen cumpliendo las normas y reglamentos sobre la materia, pueden coexistir y ser una oportunidad para complementarse. Ambas actividades son importantes, generan desarrollo y oportunidades a la gente.
Polarizarse y atacarse sin consideración no debería ser la manera ni el ejemplo de algo que puede solucionarse atendiendo a la lógica y la ley.
El desarrollo bien hecho debería ser un compromiso y una tarea de todos. Es posible que para que eso pase, nos toque entender que ceder un poco en lo particular será un beneficio para lograr un propósito mayor. El interés general existe y se debe exigir, en el marco del respeto y de nuestro estado social de derecho.
ALEJANDRO CALLEJAS.
Gerente Lagos de Torca.
Opinión.