No son pocas las voces que han manifestado preocupación por las agresiones y estigmatizaciones contra los medios que desde hace varias semanas tienen como origen a del Gobierno y del oficialismo.
En este contexto se conoció la directiva del Fiscal General en la cual señala que desde dicho organismo se debe respetar el secreto profesional de los reporteros a la hora de acceder a fuentes de información que redunden en beneficio de sus audiencias. Ya el propio jefe del Estado había manifestado su reconocimiento a la libertad de prensa, si bien reclamó el derecho a expresarse, algo apenas natural. No obstante, esta semana, de nuevo, responsabilizó a los medios por el hundimiento de la reforma laboral, una declaración desafortunada en tanto lo sucedido es producto de la autonomía constitucional del Legislativo, el mismo que le ha aprobado proyectos al Presidente en otras ocasiones.
Como se ha dicho aquí, la prensa tiene como misión informar, investigar, denunciar, fiscalizar el poder y servir de escenario para el debate y el análisis de los grandes temas de discusión pública.
Sin menoscabo de los errores que se puedan presentar desde el punto de vista periodístico –para lo cual, de acuerdo con su gravedad, aplican la ley y la Constitución–, es claro que a los medios nos asiste la responsabilidad de informar con apego a la verdad. Cualquier cosa que se aleje de ese principio pone en duda la credibilidad, el prestigio y la idoneidad. Dicho esto, se está dando el caso de ultrajar y pedir intervenciones contra los medios solo por contar la realidad.
Las voces de respaldo a la prensa se aprecian y nos comprometen. Son los medios, sus periodistas y su ética los principales guardianes de la rectitud con que se ejerce este oficio. Un oficio que les ha costado la vida y el destierro a decenas de periodistas colombianos por hacer valer un principio de nuestras libertades que es garantía de la democracia.
EDITORIAL