Existe en Colombia la percepción de que las llamadas a través de la red móvil se interrumpen abruptamente con mucha frecuencia. Son numerosos los reclamos que a diario se registran en diferentes ámbitos -comenzando por las redes sociales- de s de la telefonía móvil que en medio de una conversación tuvieron que sufrir una falla en el servicio que presta su operador.
Un asunto que cobra mayor relevancia en un contexto como el actual en el que las restricciones impuestas por la pandemia de Covid19 obligaron a trasladar a esta red una gran cantidad de comunicaciones y actividades que en el pasado tenían lugar de forma presencial. No en vano, debido al coronavirus, el tráfico en la red móvil registró un aumento del 40 por ciento -según datos de Asomóvil que reúne a Claro, Movistar y Tigo- mientras que en las llamadas, entre el primer trimestre de 2020 y el mismo periodo de este año hubo mil millones de minutos más de llamadas. Hay que dar cuenta también de un crecimiento de los s: al comparar, de nuevo, estos dos periodos se observan 2,9 millones de líneas nuevas.
Atendiendo a esta molestia generalizada, este diario indagó qué está ocurriendo con las llamadas caídas en el país. Un panorama en cifras de lo que sucede está en el informe ‘Indicadores de calidad para el a servicios móviles’ que elaboró la Comisión de Regulación de Comunicaciones que comprende el primer trimestre de este año y se refiere a las líneas en redes 2G y 3G.
En líneas generales, el documento confirma la percepción de la gente en tanto es real el aumento en las fallas en el servicio. No obstante, estas todavía se mantienen por debajo del máximo permitido, que es del dos por ciento del total de las llamadas que se efectúan. En lo que corresponde a las llamadas no exitosas, las cifras son menos inquietantes y en dos ciudades, Bogotá y Barranquilla, la cantidad fue menor al compararse ambos periodos.
Un país que pretenda ser competitivo no puede darse el lujo de que la calidad de este servicio básico esté lejos de la excelencia.
Si bien no estamos ante una situación crítica, es claro que los casos que se presentan, así estén dentro del margen de lo que la regulación ite, siguen siendo un asunto molesto para la gente cuyas implicaciones en tiempos de pandemia son mucho mayores y sensibles: basta con tener presente que la educación así como muchos servicios médicos hoy pasan por la red celular. Esta realidad recuerda también el deber que tienen los operadores de velar porque el servicio sea cada vez mejor.
En este propósito, las metas deben ser ambiciosas. Suena a lugar común, pero hay que reiterarlo: un país que pretenda ser competitivo no puede darse el lujo de que la calidad de este servicio básico esté lejos de la excelencia. A lo que implican las deficiencias en otros campos, hay que sumarle el no menos significativo y sensible de la calidad de vida de los s, para quienes las constantes llamadas caídas son por momentos un suplicio. Entendiendo los retos inesperados que supuso la pandemia, hay que renovar el llamado tanto a los responsables de la prestación como a las entidades responsables de la regulación, comenzando por la CRC, para que no bajen la guardia.
EDITORIAL EL TIEMPO