No tiene nada de nuevo que un alcalde de Bogotá aspire a llegar después a la presidencia de la república. Luego que Claudia López esté pensando en su candidatura presidencial es más que normal, sobre todo en ella. Lo que no es moral es utilizar el poder de la Alcaldía para sacar adelante su candidatura, pasando claramente por sobre el bien común de la ciudadanía bogotana.
El espectáculo que están dando tanto el presidente Petro como la alcaldesa respecto de la inaudita ocurrencia de modificar el metro de Bogotá es impresentable.
Tan impresentable como la actitud irresponsable con que la alcaldesa ha desatendido la representación de los bogotanos.
Señora alcaldesa, cuando el presidente Petro decidió reunirse directamente con los contratistas chinos para modificar el contrato del metro sin avisarle a usted y desconociéndola por completo, es evidente que estaba atropellando los más elementales procedimientos institucionales. Podría decirse que estaba abusando de su poder presidencial haciendo gala de los más claros rasgos de autoritarismo. ¿Por qué, entonces, usted no sentó la protesta debida en defensa de los derechos de los bogotanos?
Cuando el presidente Petro pretende modificar un contrato firmado y en plena ejecución con todas las de la ley, es evidente que está sometiendo a un terremoto de inseguridad jurídica al Distrito y a la Nación. ¿Por qué usted no salió en defensa del Estado de derecho en un caso tan claro?
La terca intención del Presidente de modificar el contrato del metro a estas alturas estaría ocasionando un incremento adicional en los tiempos, los costos y las serias incomodidades que de hecho ya está pagando la ciudadanía.
Cuando el Presidente se empecina en modificar el contrato con el fin de saciar su obsesión de que sea subterráneo lo hace en contravía de su dicho ambientalista. Los estudios son claros en mostrar que el metro subterráneo es mucho más contaminante que el metro de superficie. ¿Tiene alguna justificación que haga todo este estropicio institucional, ambiental, económico y jurídico por su sola animadversión personal con el exalcalde Peñalosa?
¿Cómo es posible, señora alcaldesa, que usted, que dizque ha abanderado causas anticorrupción, se aguante que el presidente Petro se siente a puerta cerrada con el contratista para modificar a su acomodo los alcances y los números de un contrato de esta magnitud? ¿Cómo pudo usted dejar de ver un conflicto de intereses tan protuberante? Pues, de llegarse a decidir la modificación, sería el contratista chino el único con quien podría contratarse; trayendo además los perjuicios del alud de demandas contra el Estado y el Distrito por parte de las firmas competidoras a las que se les habrían violado sus derechos.
De ninguna manera es concebible que la alcaldesa pueda pretender despachar olímpicamente este tema con el argumento falaz de que si la modificación la paga el Gobierno Nacional, ella no tendría objeciones. Primero, porque eso no es cierto, en la medida en que cualquier incremento del precio de la obra tendrá que ser asumido por el Distrito en un 30 % como mínimo. Y, en segundo lugar, porque cualquier incremento en costos, tiempos, trancones, inseguridad, daño ambiental tendremos que asumirlo, inexorablemente, todos los bogotanos.
Una muy buena observadora de estos asuntos se preguntaba a cuento de qué la alcaldesa se había aguantado tan “humildita” todos estos maltratos del Presidente con Bogotá y decía que la única explicación posible era que la alcaldesa estaba dispuesta a entregarlo todo a cambio de dos cosas: que el Gobierno Nacional le permita contratar la segunda línea del metro, que vale más de 34 billones de pesos, y, segundo, que el presidente Petro le dé el guiño para que sea su sucesora en la presidencia de la república.
Lo que no ha entendido la alcaldesa es que su actitud injustificable no la deja a un “metro” de la presidencia, sino como a diez mil kilómetros de distancia.
VIVIANE MORALES HOYOS