La primera luz es la reducción del desequilibrio de la balanza de pagos que tuvo el país en 2022, que reflejaba el recalentamiento de la economía, ya que el déficit en cuenta corriente alcanzó el 6,0 % del PIB, aún con altos precios del petróleo. El déficit se redujo al 2,2 % en 2023 y se ha mantenido bajo desde entonces: el Banco de la República espera uno de 2,5 % este año.
Aún más positivo es que el ajuste no es ya por cuenta de la caída de importaciones, sino por el aumento de las exportaciones, especialmente de café y productos no tradicionales, que más que superan la disminución de las de petróleo y carbón. A este proceso se une el auge de las remesas, que pueden alcanzar en 2025 unos 15.000 millones de dólares, un nivel similar a las exportaciones de petróleo.
La reducción de la inflación es la segunda luz. Empezó a caer desde fines de 2023 y, aunque a un ritmo lento, ha continuado su descenso, como lo reflejó el dato reciente de mayo. Esto ha permitido que el Banco de la República reduzca las tasas de interés, apoyando la reactivación. El crédito bancario experimentará en 2025 un crecimiento por encima de la inflación, en contraste con la caída que tuvo en 2023 y en menor medida en 2024. Además, la tasa de interés promedio de los créditos ha disminuido más que la de política monetaria.
La tercera luz es la reactivación de la economía y sus efectos sobre el empleo. El crecimiento del PIB en el primer trimestre fue del 2,7 %. Entre los elementos positivos se destacan el fuerte crecimiento del sector agropecuario y el comercio y la reactivación del sector manufacturero. Por su parte, el empleo ha crecido dinámicamente y la tasa de desempleo es la más baja en varios años. Este proceso se ha dado por el dinamismo del sector privado, en ausencia de una política de reactivación, cuyo único elemento es el Pacto por el Crédito entre el Gobierno y el sector bancario. Pero hay que calificar como sombras las caídas de la construcción y de la minería, y el alto nivel de informalidad laboral, del 57 %.
Otra sombra es la inversión. La reactivación ha sido apoyada por el consumo. En contraste, la inversión permanece en niveles bajos: 17,6 % del PIB en el primer trimestre del año, casi cinco puntos porcentuales inferior al promedio de la década anterior a la pandemia. Esta caída está asociada, sobre todo, a las menores inversiones en vivienda y otras edificaciones. La inversión pública programada para este año estará también por debajo del nivel prepandemia.
La sombra más importante y compleja es la situación fiscal. El ‘Marco fiscal’ aprobado el viernes pasado implica que el déficit del Gobierno Nacional será del 7,1 % del PIB y la deuda pública alcanzará el nivel más alto de la historia. La causa básica es el alto nivel del gasto de funcionamiento, que se encuentra cuatro puntos del PIB por encima de los niveles de la década previa a la pandemia. Hay un relativo consenso en que la utilización de la cláusula de escape de la regla fiscal no tiene justificación, ya que no hay las circunstancias extraordinarias que permitan utilizar dicha excepción, como sí ocurrió durante la pandemia.
La reactivación ha sido apoyada por el consumo. En contraste, la inversión permanece en niveles bajos: 17,6 % del PIB en el primer trimestre del año, casi cinco puntos porcentuales inferior al promedio de la década anterior a la pandemia
El resultado será una deuda pública más costosa para el país, como ya se está evidenciando en las tasas de interés de los TES y los márgenes de riesgo del país en los mercados internacionales. Como lo advertí en esta columna hace tres meses, habrá un deterioro de las calificaciones de riesgo, incluyendo la pérdida del grado de inversión con Moody’s, la única de las principales calificadoras que todavía nos lo otorga, y perderemos el a la Línea de Crédito Flexible del FMI que hemos tenido desde 2009, es decir, al mejor mecanismo de financiamiento de dicho organismo, que se otorga únicamente a países con buen manejo macroeconómico.
JOSÉ ANTONIO OCAMPO