Hace un año, la gran pregunta que los colombianos nos hacíamos era si Iván Duque lograría independizarse de Álvaro Uribe. Esa fue la cuestión central del debate poselectoral. Hubo incluso un intento de medir, infructuosamente, la obediencia a Uribe: el
“traicionómetro”; a través de varios criterios –trayectoria, vínculo con Duque y declaraciones–, los periodistas Daniel Pacheco y Jorge Galindo intentaron medir la distancia entre cada uno de los nombramientos del gabinete de Duque y Uribe. Los nombramientos, por supuesto, ya indicaban que Duque no sería independiente.
Un año después, esta ya no es la preocupación central; todo lo contrario, el problema ya no es si Duque es independiente o no, sino si tendrá algo que mostrar al final de su mandato. Y el compás de espera, que no podría ser más de un año, ahora parece ser de cuatro: ‘tómese todo el tiempo que necesite’, le dicen los medios a Duque.
Las mociones de censura al ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, y al ministro de Defensa, Guillermo Botero, parecen ya cosa del pasado. Junto a la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, y la ministra del Trabajo, Alicia Arango, son los ministros peor evaluados en la más reciente encuesta Invamer. No es una casualidad que todos ellos sean cuotas del uribismo. Ni los bonos de agua de Carrasquilla ni la política de los ‘falsos positivos’ de Botero parecieron molestar a Duque; en ambos casos la oposición pidió la renuncia de los ministros, pero el Presidente prefirió mantenerlos en el cargo.
El Gobierno sigue sin tener un norte, pero esto también dejó de ser un problema. En enero, después del atentado a la escuela de cadetes y el fin de las negociaciones con el Eln, parecía que, por fin, su bandera iba a ser la ‘mano dura’ –los medios alcanzaron a regocijarse–, pero la alegría no duró mucho, ni tampoco funcionó este norte.
La falta de gobernabilidad de Duque no deriva de la ausencia de ‘mermelada’ ni de su pésimo gabinete, sino de estar siguiendo una agenda política uribista en un contexto de transición.
La ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, también ha sido noticia por la falta de resultados en materia legislativa. La ‘Silla Vacía’ hizo un
balance del primer año de Duque; si comparamos este gobierno con los dos primeros períodos de Uribe y los dos de Santos, Duque ha logrado mucho menos: el Congreso aprobó solo el
13 % de las iniciativas gubernamentales.
‘The Economist’ retomó ese dato para concluir que
la relación entre Duque y el Congreso en este primer año ha sido tensa e improductiva y le sugiere al Presidente hacer cambios en su gabinete, incorporando ministros con mayor capital político y una relación más estrecha con el Congreso. La revista británica también menciona la falta de popularidad del gabinete de Duque, pero el problema no es que muchos de sus ministros sean tecnócratas sin cintura política, el problema es que son uribistas.
La falta de gobernabilidad de Duque no deriva de la ausencia de ‘mermelada’ ni de su pésimo gabinete, sino de estar siguiendo una agenda política uribista en un contexto de transición. Por esto reformar el sistema de justicia transicional del acuerdo de paz ha permanecido en su agenda política.
En efecto,
esto es lo que seguirá haciendo el Centro Democrático durante el nuevo período legislativo: limitar la capacidad de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y
torpedear la implementación del acuerdo. A pesar de haber sido hundida en la legislatura pasada,
Uribe insistirá en crear una sala especial para militares con el objetivo de que no se conozca la verdad.
Entre tanto, continúan los asesinatos de líderes sociales y excombatientes de las Farc.
Después de la marcha del 26 de julio y del gobierno haberse sumado a ella, su inacción debería ser severamente castigada. Así como debería ser
rechazado todo discurso que justifique la violencia contra los líderes y excombatientes. Hasta ahora, Duque no ha sido capaz de rechazar el discurso de odio de sus copartidarios, lo cual lo convierte en cómplice.
No, a Iván Duque no le quedan tres años para enderezar su rumbo ni para detener la masacre que estamos presenciando. Los ciudadanos que nos hemos situado en la oposición sabemos que no es posible seguir normalizando la mediocridad ni la falta de liderazgo de un mandatario. Al presidente Duque se le acabó por fin el compás de espera.