Cuántos sociópatas se han refugiado en ese burladero que es "la patria". Cuántos avivatos, como jueces armados hasta las muelas, se han permitido a sí mismos reclutar, desaparecer y masacrar a sus compatriotas en el nombre de Colombia: en el nombre de un "bien común" o de un "poder superior" a todos. Cuántos altos funcionarios hechos a imagen y semejanza de algún presidente gris, burócratas mediocres que aceptan los puestos porque carecen del principio de realidad, pero tienen, de su lado, una enorme reserva de vehemencia de bachillerato, han tenido la desvergüenza de decirnos que el desastre fue por nuestro bien: mejor dicho, hay que ver el video en el que el ministro de Defensa respalda –ante los reclamos de la Flip– esa perjudicial e inoportuna "campaña pedagógica" contra las noticias falsas, su #Colombiaesmiverdad, que fue lanzada justo mientras las "gentes de bien" negaban a muerte el innegable estallido social de este año.
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Hay que ver ese video, sí, porque el ministro Molano se lanza allí a celebrar aquella campaña que simuló un ciberataque a las cuentas de la Fuerza Pública –sin advertirlo ni reconocerlo a las claras– para enrostrarnos la zozobra de las redes mientras la gente se jugaba la vida manifestándose en la calle.
Hay que ver esa breve alocución libre de contrapreguntas, pues Molano, ni más ni menos que el inventor del distópico protestódromo en donde algún día los despojados protestarán sin embotellar las vías ni bloquear las fortunas, actúa como un incomprendido que no comprende nada y no le ve a lo suyo el lado malo.
Se refiere a las graves denuncias de la Flip como si estuviera poniéndoles la cara a las quejas de un vengador anónimo: a los lloriqueos de un trol que está haciendo política. No acepta que la tal campaña, a cargo de una firma de su plena confianza, costó cientos de millones de nuestros pesos en plena protesta contra la segregación, contra el hambre. No menciona que el plan incluía "ciberpatrullaje", o sea vigilancia de redes en tiempos de paros, porque la CIDH les ha pedido dejar atrás esa práctica que suele terminar en perfilamientos, en seguimientos, en estigmatizaciones a los críticos del Gobierno. Cita a un soldado de su patria que le juró seguir en pie así quisieran derribarles la moral a punta de posverdades, así quisieran crearles "pánico y caos" por doquier, pero no es tan claro quiénes son ellos, ni cuáles son los otros.
La CIDH les ha pedido dejar atrás esa práctica que suele terminar en perfilamientos, en seguimientos, en estigmatizaciones a los críticos del Gobierno.
Se queda uno cuestionándose por qué no ponen su ingenio de propagandistas, costeado por nosotros, al servicio de la defensa de los líderes sociales o de los firmantes de paz: por qué esa plegaria por la vida, tan apremiante, suele terminar en manos de la gente que marcha.
Se queda uno lamentando la tradición macabra, del viejo Estado colombiano, de valerse de un puñado de infiltrados para salir a rompernos los legítimos movimientos sociales. Se queda uno pensando en este desdoblamiento típico de acá que le ha permitido a una Colombia colonizar, explotar, ningunear, declarar la guerra y bombardear a otra Colombia. Se queda uno diciéndose que resulta apenas lógico que en el carnaval del domingo 31 de octubre de este año, el viejo Día de las Brujas devorado por el Halloween, tantos mayores de edad hayan salido a las calles disfrazados de zombis, de vampiros, de licántropos, de villanos de historietas, pero también de escalofriantes “gentes de bien”, de camiseta blanca, jeans y gafas oscuras, capaces de disparar –como si disparar fuera parte de las reglas del juego– a cualquier “activista” que ose bajarse de la acera.
Se queda uno preguntándose en qué momento "la patria" deja de ser "el cielo de todos" para volverse este disfraz de soldado, de policía, que se ponen los políticos peores.
RICARDO SILVA ROMERO