A lo largo de la historia, la guerra ha sido una constante para resolver conflictos políticos entre naciones, pero, a la vez, ha desatado los eventos más violentos y terroríficos de la humanidad. Fue necesaria e inevitable la Segunda Guerra Mundial (IIGM) para dar paso a una Europa en paz y segura. Hoy, esa paz relativamente estable llegó a su fin con la predecible invasión rusa a Ucrania. El mundo observa asombrado e impávido cómo el líder ruso desafía el orden establecido hasta ahora.
Durante la IIGM, uno de los principales centros de gravedad de la operación Barbarroja (junio-diciembre de 1941), nombre dado a la invasión nazi sobre la Unión Soviética, era Ucrania. Tal como Hitler en su momento, Putin sabe de la importancia geopolítica, geoeconómica y geoestratégica de ese territorio, por eso tomó la iniciativa explotando la debilidad y ceguera estratégica de Biden, quien se equivocó junto con la Otán al pretender su ingreso como país miembro. ¿Hasta dónde Putin estaría dispuesto a desafiar a la Otán, atacando a alguno de los países bálticos ? El general Alexander Haig (1924-2010), quien fuera secretario de Estado de Reagan, dijo: “Hay cosas más graves que la guerra y hay cosas más importantes que la paz”. Suena contradictoria y confusa la frase, pero la esencia es entender que ir a la guerra para mantener la paz ha sido la excusa perfecta de los políticos para dirigir el destino de la humanidad, mandando a morir a millones de personas.
Colombia no es una excepción, y desde antes de las campañas independentistas ya se empuñaban espadas en los ejércitos para luchar por un “futuro mejor y en paz”. No obstante, la naturaleza del conflicto colombiano tiene otros matices, aunque los orígenes de las guerrillas organizadas se remontan a la década de los 60 y existían razones de orden político e ideológico, también es cierto que estos grupos subversivos fueron mutando a lo que son hoy, organizaciones criminales, terroristas y narcotraficantes.
En sus manos (el próximo presidente) está optimizar y fortalecer el factor fundante del progreso y el desarrollo de los Estados: la seguridad.
Es preciso señalar que, aunque casi siempre los hechos son narrados desde un punto de vista institucional, los verdaderos protagonistas son las víctimas, tanto aquellas que murieron como aquellas que han sobrevivido a masacres, secuestros, pérdidas de seres queridos, heridas físicas y daños psicológicos, entre otras consecuencias. Así pues, este es un tema recurrente en el día a día de los colombianos, y para evitar que se repita, necesita de la memoria colectiva del país y de altas dosis de voluntad política para atender debidamente a las víctimas y juzgar como corresponde a los victimarios.
Junto con los carteles conformados por narcotraficantes, los grupos guerrilleros y de paramilitares han sido los principales causantes de la barbarie del conflicto, y han generado inseguridad y miles de muertes en la población civil y en los organismos de defensa y seguridad del Estado, como en el caso de las Fuerzas Militares y la Policía.
La cifra de víctimas de las FF. AA. que presenta el oportuno documento del Gobierno Nacional ‘Aporte a la verdad: contexto de la Fuerza Pública para la memoria histórica’ es impresionante y muy diciente; de los 9’789.921 víctimas a lo largo de la guerra en Colombia, 403.352 son uniformados. Gracias al sacrificio supremo de estos héroes, la democracia colombiana, aunque imperfecta y en construcción, se mantiene con esperanza y visión de cambio.
Es imperativo que el futuro presidente de Colombia, sin importar su ideología y partido, y libre de prejuicios, odios y estigmatizaciones, pondere en su plan de gobierno a la reserva total, es decir, los militares y policías en servicio activo, los retirados y sus respectivas familias. Que visualice con grandeza y responsabilidad la construcción de unas FF. AA. cada vez más cohesionadas y profesionales, y unos veteranos más tenidos en cuenta en las grandes decisiones del país.
En sus manos está optimizar y fortalecer el factor fundante del progreso y el desarrollo de los Estados: la seguridad; sin ella, jamás se consolidarán las tan anheladas justicia y paz en Colombia.
CNEL. PEDRO JAVIER ROJAS GUEVARA