El jueves pasado se celebró el Día del Idioma español, al conmemorarse un nuevo año de la muerte, en 1616, de don Miguel de Cervantes Saavedra, un bacán, como se diría hoy entre los jóvenes parces.
Don Miguel tuvo una vida apasionante, dura, pero bella al mismo tiempo, luchada, entre penurias y triunfos; entre guerras y literatura. Y así nos legó nada menos que esa obra señera que es el Quijote, una maravilla de la literatura. Una chimba de libro, como dirá algún sollado.
Con todo su magín, Cervantes nos dejó frases célebres, como para hoy: “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”. O esta: “Quien canta, sus males espanta”, como para hoy sábado, día de concierto de Juanes –un pana grande y generoso– con la Filarmónica de Bogotá. Dijo también Cervantes: “En las desventuras comunes se reconcilian los ánimos y se estrechan las amistades”.
Miremos la biografía fascinante de quien también dijo una frase que seguramente aplica Claudia López: 'Ladran, Sancho, luego cabalgamos'.
Que relean esta frase los intolerantes que pusieron en la puerta del apartamento de un médico pediatra un aviso en el que lo amenazaban a él y a su familia. Condenemos a los bellacos, porque “cada uno es como Dios lo hizo, y aún peor muchas veces”, pero la amenaza de muerte es un delito y se debe investigar. Tranquilos, doctores, ustedes son unos verdaderos quijotes, y la inmensa mayoría les dice gracias y los ira y respeta.
“El que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho” fue otra elucubración del grande de Alcalá de Henares. En tiempos de encerrona podemos dedicarnos releerlo. Miremos la biografía fascinante de quien también dijo una frase que seguramente aplica Claudia López: “Ladran, Sancho, luego cabalgamos”. Lo está haciendo bien la alcaldesa en esta crisis, pero como hay politiquería, a muchos les duele.
Y fue él quien nos habló de “yantar”. Va la madre patria, que esta palabra es hoy sal en la herida para millones de seres humanos. Aquí, millares de trapos rojos significan hambre, pues hay más pobreza de la que nos dicen los gobiernos. Perdón, Cervantes, pero yo no quisiera ser profesor de gramática, pues es difícil enseñarles a los niños el valor de la coma. Coma qué, si muchos lo logran solo una vez al día. Revisar las cifras de pobreza y miseria es una de las tareas principales para el inmediato futuro. Y actuar. Que no se quede en fablar bonito, pero hacer poquito.
No solo hay pobreza, sino miseria. Ayer, el director del programa Bogotá Cómo Vamos, Ómar Oróstegui, en interesante nota informaba en este diario que cálculos de ese programa estiman que más de la cuarta parte de los hogares de la ciudad con niños en primera infancia están en condiciones de pobreza. Más de un millón de personas sobreviven con menos de 283.000 pesos mensuales. Hágame el favor, como le decía Cervantes a Dulcinea. Hay desnutrición crónica en niños y niñas menores de cinco años, que no dan la talla. Pero los que no han dado la talla son los gobernantes.
Lo que se viene es muy difícil. El covid-19 se ha llevado a más de 190.000 personas en el mundo. Pero, según la ONU, en 2020 pueden morir 235 millones de seres por física hambre. En Colombia ya hemos visto niños comiendo basura.
Hay esperanza, sin embargo. Porque la crisis también ha mostrado lo bueno que nos queda. En Colombia hay muchas personas generosas, llenas de bondad. Lo que hemos visto de empresarios y ciudadanos particulares sorprende y anima. Pues toca seguir así, con o sin covid-19. Sobre todo unidos, nada de divisiones políticas. La lucha es contra el hambre, con vitamina A, de ayudar; con vitamina B, de bondad; con vitamina C, de contribuir; con vitamina D, de donar. Y a los corruptos, ponerles punto y coma m..., y a la cárcel. La meta es que todos podamos yantar.
Luis Noé Ochoa