En tiempos de redes sociales, frases efectivas, discursos populistas y animados extremos, el camino para los políticos (sean del color que sean) se despeja para conseguir el favor de sus electores sin importar el precio por pagar para la sociedad.
Trump lo hizo en Estados Unidos. Dividió a la unión americana con base en sus percepciones racistas, xenófobas y machistas que no le hacen ningún bien a un país que siempre ha querido posar como el abanderado de las libertades individuales. Sobre la base del odio, Trump construyó una plataforma política que hoy tiene al mundo en vilo ante la elección que esta noche podría definirse. ¿Nos esperan cuatro años más de disparates y de odios exacerbados? ¿Uno de los países más poderosos del mundo seguirá siendo el símbolo de la intemperancia y la discriminación?
Gobernar bajo el signo del odio o del menosprecio hacia grupos que integran una nación resulta altamente peligroso para la democracia. No se puede caer en el maniqueísmo de pensar que existen ciudadanos de segunda o de primera. No se puede pensar que hay quienes valen más que otros, solamente porque nos caen mejor, porque creemos que existe una deuda hacia ellos o sencillamente porque compartimos una misma visión política.
De ahí que, aunque lo nieguen, resulta perturbador que desde el gobierno (o si no desde el partido de gobierno) se apoyen las ideas y políticas de un personaje que lejos está de representar una sociedad igualitaria, equitativa como la que tanto nos hace falta en Colombia. Me pregunto qué ven en Trump esos colombianos que respaldan su forma de hacer política. ¿Acaso el camino de Trump es el que debería seguir nuestro país?
Me pregunto qué ven en Trump esos colombianos que respaldan su forma de hacer política. ¿Acaso el camino de Trump es el que debería seguir nuestro país?
¿Les gusta que discrimine a las poblaciones afro y que respalde a grupos de supremacistas raciales? ¿Les parece que esa es la ruta política y social que permitirá construir una mejor Colombia o solo una Colombia para unos pocos?
¿Les gusta que maltrate a los inmigrantes y los señale de ser los culpables de actos delincuenciales de todo tipo? ¿Es este el camino perfecto para un país afectado seriamente por la migración provocada por el nefasto régimen de Nicolás Maduro? ¿Quienes ven en Trump un modelo piensan que debemos deportar a esos venezolanos y mandarlos de vuelta a la pesadilla en que se convirtió su país de origen?
Caer en el discurso de Trump y verlo como algo efectivo en términos electorales puede ser muy fácil. Basta con recordar las infortunadas declaraciones de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, cuando la semana anterior sin querer estigmatizar a la población migrante (eso dice ella) terminó insinuando que grupos de venezolanos están convertidos en los delincuentes que atemorizan a los habitantes de la capital. ¿No es esta una visión trumpística del problema? ¿Acaso son solo los venezolanos quienes delinquen? ¿No es ese el mismo camino que anduvo Trump para justificar la deportación de miles de inmigrantes?
El discurso fácil puede resultar altamente tentador y muy efectivo en términos electorales.
“La paz es garantizarles impunidad a las Farc”. “La JEP no sirve y es comunista”. “Los militares no pueden ir un tribunal espurio”. Estas frases hechas llegan directo al corazón. No dicen mucho, no tienen un solo argumento, pero sirven para sembrar el miedo o el odio y dividir. “Los venezolanos son delincuentes”. “En el Chocó todo se lo roban”. “Si lo mataron, por algo será”. Todas son oraciones que condenan, no solucionan.
Llevamos años sobreviviendo a estas frases efectivas. Y aún no somos capaces de entender el daño que le han hecho a nuestra sociedad. Quienes las usan saben que el camino del odio (el mismo de Trump) da sus réditos a la hora de atraer seguidores. Lo que parecieran no entender es que dicho camino jamás nos hará una mejor sociedad.
JUAN PABLO CALVÁS