Tal vez lo hizo porque era lo más práctico. Porque no necesita rios de ningún tipo para brillar con sus ideas y con su candidatura. Tal vez lo hizo para mostrarse como un personaje completamente diferente en comparación con los políticos a los que estamos acostumbrados. Rodolfo Hernández, lejos de las tarimas y los centros de convenciones, hizo su discurso de clasificación a la segunda vuelta electoral desde la cocina de la casa.
Con este episodio, sigue el ingeniero marcando diferencias con sus contendores. O, bueno, ahora con su único contendor. Mientras que Petro tenía música, artistas y pantalla gigante en su tarima del histórico Salón Rojo del Hotel Tequendama, Rodolfo salía con una estufa al fondo, como si la noticia lo hubiera cogido desprevenido en medio de cualquier asunto familiar o, quién sabe, tal vez comiendo la merienda.
Mientras el candidato de la Colombia Humana apareció en tarima acompañado por su fórmula vicepresidencial y sus correspondientes familias, quienes lo rodeaban mientras Petro daba su discurso de paso a segunda vuelta, el ingeniero aparece en la pantalla solo, con las luces medio apagadas, mientras al fondo se ve sobre el fogón una solitaria olla.
En el salón de Petro hay cientos de personas, banderas, pitos y alegría. En la cocina del ingeniero hay silencio total, o tal vez en tercer plano se filtra el sonido de la nevera.
La cocina de Rodolfo o, mejor, el discurso de Rodolfo nos da nuevas luces sobre el particular personaje que les torció el pescuezo a las tradicionales casas políticas del país
La cocina de Rodolfo o, mejor, el discurso de Rodolfo nos da nuevas luces sobre el particular personaje que les torció el pescuezo a las tradicionales casas políticas del país y sacó adelante una campaña, en principio, libre de politiquería y alejada de los intereses burocráticos de los partidos políticos. La cocina nos dice algo: el ingeniero va solo.
Rodolfo Hernández, por lo menos hasta ahora, ha demostrado ser un hombre voluntarioso y auténtico. De pocos amigos en la política y tan prevenido hacia todo lo que huela a manzanilla que la voz que le habla al oído no es la de un gurú de la política y las artes de gobernar o un líder religioso, es su hijo.
Su sorprendente campaña a la presidencia resultó menos costosa que las de otros candidatos, y el rodolfismo creció como una ola virtual surgida de las redes sociales que multiplicaron el mensaje antiestablecimiento del ingeniero. Rodolfo no se pliega a los convencionalismos ni paga publicidad cara. Rodolfo va por otra vía. Esa es una cualidad y a la vez un defecto.
Es cualidad porque Rodolfo hoy representa una cierta renovación en la política nacional. Y digo que la representa, pues su distanciamiento con los políticos tradicionales es su mayor activo para mostrar que él no va a seguir en esa misma senda de puestos, contratos y nombramientos que tanto gusta a las casas políticas de siempre. Él juega de otra forma y lo hace notar.
Pero esa forma de no apegarse a las convenciones también es un defecto porque nos deja a todos con la inquietud de cuán lejos podrá llegar en sus ímpetus para cumplir aquello que ha propuesto a lo largo de la campaña.
La soledad de Rodolfo en su cocina puede ser la soledad del poder, pero también puede ser la soledad de aquel que no quiere escuchar a otros, de aquel que se rehúsa a negociar o a dialogar. La soledad de Rodolfo nos indica que el candidato va solo, como un vaquero en el alto llano, pero queda la duda de si para gobernar un país despelotado como Colombia la mejor receta es aislarse en la soledad o conectarse con personas que ayuden a construir un país como el que el ingeniero sueña: libre de corrupción.
#PreguntaSuelta: ¿otra vez las encuestas volvieron a fallar? ¿Y ahora cuál será el motivo?
Juan Pablo Calvás
@juanpablocalvas