En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí

Suscríbete
Disfruta de los beneficios de El Tiempo
SUSCRÍBETE CLUB VIVAMOS

¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo [email protected] no ha sido verificado. Verificar Correo

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión

Hola, bienvenido

¿Cual es la ciudad colombiana clasificada como la más peligrosa del mundo?
¿Cómo va el juicio al expresidente Álvaro Uribe?
¿Accidente de bus en Calarcá?
Frío inusual en Bogotá explicado por el Ideam

Vámonos a leer lo ya leído

Me he resignado a leer los libros de mi biblioteca, y confieso con sorpresa que no están tan malos.

Alt thumbnail

COLUMNISTA Y POETAActualizado:

00:00
00:00

Comentar

Whatsapp iconFacebook iconX iconlinkeIn iconTelegram iconThreads iconemail iconiconicon
El virus de la lectura entra por los ojos y conduce al optómetra. Las lentes y las nubes suelen ser el distintivo temprano del buen lector. Pero en nada se pueden emplear mejor los ojos que en trabajar un buen libro, luego de la adoración del cubismo y el cara y sello de la amada. Desde niño he preferido un libro a un pastel, sin desconocer que haya autores tan almibarados como indigestos. No recuerdo en mi vida alfabeta haber pasado una sola hora de soledad o desocupación sin leer. Adoro las vallas publicitarias porque le ponen pies de imprenta al paisaje. Si estoy parado en un sitio donde mis ojos no tienen a su alcance nada que leer, me caigo. Envidio a esos justos que mueren leyendo así sea la Biblia. He leído caminando kilómetros de calles populosas como cura con su breviario, en trenes atestados a Dostoievski entre olores de sobaquina, a la orilla del mar desdeñando un horizonte de nalgas, en Boeings transcontinentales con toda fruición me he zampado Mahabaratas.
(También le puede interesar: Leer para vivir)
En un principio me leí toda la colección de Selecciones y una enciclopedia en doce tomos que compró mi papá por cuotas. Vargas Vila me desfloró y desde entonces me fui detrás de los hombres de letras. No soltaba a un autor hasta haber agotado sus obras completas, incluidas sus cartas, registros de hotel y recibos de lavandería. Y no solo al autor, sino todo cuanto acerca de él se había escrito. Y los libros y autores que había leído. Eso daba a un laberinto de lecturas con crecimiento geométrico. Libros en rústica, de segunda y en pésimas traducciones eran un manjar a mis ojos, que costeaba con todo lo ahorrado de transportes y de merienda. Acúsome, padre, de que alguna vez robé libros, pero eso fue hace muchos años y en la librería Buchholz. Más que por las mujeres que no conseguí sufrí por los libros que no leí. Esos libros burgueses de pasta fina, tan inalcanzables que me hacían sentir como Luis Enrique el plebeyo. Tiempo después tuve dinero de sobra para adquirirlos. Todos los días compraba por lo menos tres tomos de esos toda la vida deseados y los llevaba excitadísimo a la garçonnière, pero ya no para leerlos sino para ponerlos en su sitio, en su silla, acariciarlos, mientras tomaba un té acompasado con Berlioz, y antes de dormir colocarlos con toda suavidad bajo mi cobija de plumas angelicales para integrarme a ellos por el sibaritismo orgiástico de la ósmosis. Cuando la feria del libro no daba para levante.
Desde niño he preferido un libro a un pastel, sin desconocer que haya autores tan almibarados como indigestos. No recuerdo haber pasado una sola hora de soledad o desocupación sin leer.
Pero los libros comenzaron a ascender escandalosamente de precio dejándome atrás en mi capacidad adquisitiva, a mí, todo un alpinista. Ya no me podía dar el lujo de comer, beber, esnifar, tirar y leer. Para mantener esta última aberración, con lo primero que corté fue con la perica, a pesar de su razonable importe. Después me disminuí en los licores, de whisky pasé a tres esquinas y del champán dorado a la “pola”. Y así hasta abandonar por completo el alcohol ante el pavor y pasmo de mis amigotes, alegando prescripción médica en vista de un conato de gota. Las tres comidas han quedado reducidas a una, por cierto bien balanceada según el método Fonda, con arepa doble. Las abundosas mujeres han ido exiliándose del llavero y he quedado reducido en esas lides de faldas a una mínima expresión: la bigamia. Y ante los precios astronómicos de la literatura importada, ha llegado el momento de ponerles coto a las lecturas de moda.
Cancelada la suscripción de Playboy y de El Paseante, me consuelo con Pimienta y El Malpensante. Y aparte del ejemplar de cortesía del periódico, me he resignado a leer los libros de mi biblioteca, y confieso con sorpresa que no están tan malos. Cuando los termine, empezaré a disfrutar ese gran placer que recomendaban García Márquez y Mutis llamado la relectura. Seré feliz con mi esposa. Aspiraré el aire del campo. Llevaré a los niños a Disney World. Ingresaré a una secta budista. Y entre los libros y yo toda relación habrá terminado.
JOTAMARIO ARBELÁEZ
(Lea todas las columnas de Jotamario Arbeláez en EL TIEMPO, aquí)

Sigue toda la información de Opinión en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

00:00
00:00

Comentar

Whatsapp iconFacebook iconX iconlinkeIn iconTelegram iconThreads iconemail iconiconicon

Conforme a los criterios de

Logo Trust Project
Saber más
Sugerencias
Alt thumbnail

BOLETINES EL TIEMPO

Regístrate en nuestros boletines y recibe noticias en tu correo según tus intereses. Mantente informado con lo que realmente te importa.

Alt thumbnail

EL TIEMPO GOOGLE NEWS

Síguenos en GOOGLE NEWS. Mantente siempre actualizado con las últimas noticias coberturas historias y análisis directamente en Google News.

Alt thumbnail

EL TIEMPO WHATSAPP

Únete al canal de El Tiempo en WhatsApp para estar al día con las noticias más relevantes al momento.

Alt thumbnail

EL TIEMPO APP

Mantente informado con la app de EL TIEMPO. Recibe las últimas noticias coberturas historias y análisis directamente en tu dispositivo.

Alt thumbnail

SUSCRÍBETE AL DIGITAL

Información confiable para ti. Suscríbete a EL TIEMPO y consulta de forma ilimitada nuestros contenidos periodísticos.