La palabra ‘pacto’ está definida en el diccionario como un “acuerdo entre dos o más personas que obliga a ambas a cumplir una serie de condiciones”.
Gran definición para grandes momentos. Precisamente este es un momento histórico en Colombia, y no precisamente porque se esté avanzando en cambios transformadores en temas de medio ambiente, cese de conflictos, equidad, o prevención de violencias basadas en género. Es exactamente lo contrario.
Ahí radica la urgente necesidad de que los pactos cobren vida y pasen del papel a la acción. Esta semana, el ministro de Defensa, Iván Velásquez, la cúpula militar y de Policía y la consejera para la equidad de la mujer, Clemencia Carabalí, firmaron en el teatro Patria de Bogotá, el pacto por “una vida libre de violencias y con igualdad”.
Si las cuentas no fallan, este sería el quinto pacto, en una década, para lograr comprometer a todos los sectores, especialmente el de seguridad, con la erradicación de las violencias contra mujeres, comunidades LGTBIQ+ y personas no binarias, además de aplicar el enfoque de género en el sector defensa.
¿Qué va a priorizar el Ministerio de Defensa? La respuesta podría estar implícita en las líneas de acción que tienen las tropas del Ejército en las zonas rurales y los policías en las calles.
El pacto incluye una ambiciosa iniciativa enfocada a la creación de cuerpos élite en las Fuerzas Militares y la Policía para la prevención y atención de violencias, ratificando lo decretado en el artículo 342 del Plan Nacional de Desarrollo, que declara la emergencia nacional por violencia de género.
Este acuerdo, que no puede estar limitado a un acto público de compromiso, debe mostrar resultados en el menor tiempo posible.
La pregunta es: ¿qué va a priorizar el Ministerio de Defensa? La respuesta podría estar implícita en las líneas de acción que tienen las tropas del Ejército en las zonas rurales y los policías en las calles: minería ilegal, grupos armados criminales, o el descenso de la inseguridad.
Lo que deben tener claro las autoridades, en especial cada uno de los comandantes, que ojalá conozcan el pacto firmado por el ministro, es precisamente que en la minería (legal e ilegal), en las estructuras armadas y en la delincuencia común es donde se cuece y promueve la violencia de género en todas sus formas.
Es por eso por lo que este pacto y la declaración de emergencia nacional, como las iniciativas que tienen trazadas las consejerías de la Mujer, Reconciliación y Derechos Humanos, estén rodeadas y promovidas, no solo por el sector público. Es una responsabilidad de la sociedad en general.
Eva Ferrer, de Reconciliación Nacional, ha creado el buzón del miedo, para que niños, niñas y adolescentes se atrevan a escribir carta anónimas sobre lo que más les genera pánico. La primera experiencia ya dejó relatos de horror sobre lo que les espera en la casa, tras salir de clases.
En la Consejería de la Mujer, Clemencia Carabalí tiene un plan para volver a capacitar a los y las integrantes de la Fuerza Pública, y así entiendan que, en la mayoría de los casos, son las primeras personas en recibir las denuncias y el pedido de auxilio de las víctimas.
Y Jenny de la Torre, de la Consejería de Derechos Humanos, afina un sistema único de recolección de datos sobre los casos de violencia de género, porque el subregistro y la competencia por los números entre las entidades solo golpean la brújula de la respuesta y la acción efectiva.
Y es justo empezar con el pacto con nosotros mismos. Desde lo básico, como seguir celebrando el chiste machista, o siendo permisivos con los amigos que, no obstante lo muy queridos que son, acosan y hostigan a las compañeras de la oficina; o las mujeres que rotulan y estigmatizan a otras mujeres porque no les gusta su forma de hablar, vestir o relacionarse con los demás.
El propio pacto para no permitirle a un novio, amante, esposo o compañero que controle el celular, el con quién se habla o se departe o el color que llevamos en los labios o en las uñas.
El pacto para educar a niños y niñas, recalcándoles el significado de la palabra respeto.
JINETH BEDOYA LIMA