Interés legítimo no es intromisión

Mi aceptación a acompañar a María Corina y Edmundo González en su comando de campaña, a sabiendas de las dificultades que tendríamos para entrar a Venezuela y los riesgos de lo que pudiera sucedernos, obedeció no solo a una convicción democrática sobre el deber ser y los derechos de nuestros hermanos venezolanos a elegir con transparencia, garantías y libertad a su presidente, sino también al interés legítimo y a la obligación de proteger el futuro democrático y libre de Colombia.

Estoy convencida de que la democracia de Venezuela y la democracia en paz de Colombia son dos caras de la misma moneda y dependen la una de la otra. Nuestra obligación de luchar por Colombia supone abrir muy bien los ojos frente a lo que significaría la instalación definitiva del autoritarismo en el hermano país, que lamentablemente varios de la comunidad internacional han contribuido a normalizar.

Como ministra de Defensa tuve a información y di a conocer al país el apoyo que a pesar de la Resolución 1373 del Consejo de Seguridad de ONU brindaba Chávez a la guerrilla colombiana y al tráfico de drogas desde su territorio. Esa información se corroboró con documentos incautados en el campamento de ‘Raúl Reyes’, pero el afán publicitario de quienes la tuvieron oficialmente en sus manos hizo que toda ella y “los cuadernos de las Farc” se filtraran a la prensa y fueran objeto de publicaciones que les hicieron perder su valor probatorio. No obstante tantas evidencias, nunca la justicia colombiana actuó sobre ellos y los posibles procesos judiciales se acabaron de sepultar con el acuerdo del gobierno Santos y las Farc.

Durante los 25 años del régimen venezolano en el poder, el crimen se fortaleció gracias a su negativa obvia de hacer un acuerdo de cooperación militar y policial entre los dos países para neutralizar y combatir el narcotráfico y la guerrilla en la frontera. La misma inseguridad sufren hoy los venezolanos que la que ha sufrido Colombia por cuenta de los criminales que Venezuela amparó a sabiendas. Así, pues, que la amenaza que se cierne sobre el futuro de nuestras dos naciones es muy grande.

Por eso he querido conscientemente utilizar mi voz para estimular al pueblo de Venezuela a salir a enfrentar el miedo, votar libremente y defender su voto a través de la verificación del escrutinio, “papelito por papelito”, como lo dijo María Corina, pues deben saber que lo que suceda determinará el futuro de ellos y el nuestro.

No es cierto, como dice Amoroso, del CNE de Venezuela, que se requería su invitación para viajar al país vecino. Ni yo ni los expresidentes de Idea pretendíamos ser, ni hubiéramos aceptado ser, sus invitados como veedores internacionales o testigos del oficialismo, sino atender la invitación de la oposición tal como dice el Acuerdo de Barbados: “Las partes acuerdan (...) la solicitud de invitación a misiones técnicas de observación electoral incluidas la Unión Europea, el de expertos electorales de la ONU, la Unión Africana, la Unión Interamericana de Organismos Electorales y el Centro Carter, a los fines de observar el proceso electoral presidencial con estricto apego a la Constitución, la ley de los acuerdos suscritos con el poder electoral, sin perjuicio del derecho de los actores políticos a invitar acompañantes nacionales e internacionales dentro del marco de la ley”.

Dentro de ese marco pretendía ver en directo y con gran ilusión, con María Corina y Edmundo, esta votación apoteósica que determinará nuestro futuro.

MARTA LUCÍA RAMÍREZ

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