El título del libro da la impresión que se trata esencialmente de una denuncia, una vuelta de tuerca más acerca de los escándalos de la familia Char. Es mucho más que eso. La costa nostra, de Laura Ardila, es una biografía sobre el ejercicio del poder político. Es acerca de dónde proviene y cómo se forma la clase dirigente, su diversidad de acuerdo a los orígenes y el lugar desde donde ejerce el poder y su evolución en las últimas décadas.
Se necesitan más libros así para comprender el funcionamiento de la clase política sin caer en los lugares comunes que reducen el poder a la codicia y a la trampa. Detrás de tanta corrupción hay proyectos políticos, reivindicaciones sociales y soluciones pragmáticas a los problemas de la gente, así la secuencia de escándalos haga parecer a los protagonistas como puramente cínicos. Y se necesitan libros así para que la producción académica sobre los patrones de comportamiento de nuestra democracia sean comprensibles en carne y hueso.
El punto de quiebre de la historia es la introducción de la elección de alcaldes y gobernadores en 1988. Las reglas del juego que mantenían en el poder regional a los caciques tradicionales cambiaron. Ahora tenían que competir con nuevas y ambiciosas maquinarias clientelistas que podían disputarle la burocracia y el presupuesto de las istraciones locales. Las relaciones de poder entre Bogotá y las regiones también cambiaron. Los jefes naturales del Partido Liberal y Conservador perdieron la obediencia de las bases políticas tan pronto dejaron de controlar el nombramiento de alcaldes y gobernadores.
Se necesitan más libros así para comprender el funcionamiento de la clase política sin caer en los lugares comunes que reducen el poder a la codicia y a la trampa.
En Barranquilla el cambio se sintió con una mezcla de políticos profesionales, izquierda de la Constitución de 1991 y descontento popular con los mandatarios tradicionales, que llevó al poder a un líder carismático con arranques populistas, el cura Hoyos. Fuad, el patriarca de los Char, supo navegar en esas aguas. Aseguró curules en el Congreso y se alió con el cura Hoyos en el juego local, logró incluso elegir a su inexperto hijo, Alex, en el Concejo de la ciudad. En ese entonces no pintaba para mucho.
La rapiña, la corrupción, las disputas internas y, sobre todo, la incompetencia en la istración pública –tantas promesas incumplidas de mejoras sociales– abrieron la oportunidad a los Char. Para sorpresa de todos, Alex logró convertirse en una figura carismática que lideró la transformación de Barranquilla y el Atlántico. Grandes inversiones en infraestructura y un incremento significativo en la eficiencia de la istración se sumaron a la fabricación de una imagen pública que les ha permitido a los Char ganar sucesivamente alcaldía y gobernación durante más de una década.
Pero por debajo siempre están las cañerías del poder. El libro muestra cómo la transformación de Barranquilla por los Char tuvo su respectiva movida en las formas de la política. En vez de buscar el respaldo de los políticos profesionales, fueron directamente a negociar con los líderes barriales. A duras penas podían competir con su oferta. Sin mayores compromisos con el resto de políticos, los Char pudieron concentrar la contratación en pocas firmas. La monopolización de los recursos del Estado no solo crea fortunas sino que también asegura el al poder. Y, por qué no decirlo, evita que los recursos se dispersen y despilfarren en la rapiña de pequeños políticos y contratistas.
Por arriba, los Char también han sabido jugar sus cartas. Fueron fundamentales para la reelección de Santos. En Bogotá se suelen tapar las narices cuando se trata de repartir dinero a las regiones para ganar elecciones.
En el fondo, La costa nostra es un retrato de cómo en Colombia se está formando una nueva élite de poder alrededor de la contratación pública. El caso de Barranquilla es solo una variante.
GUSTAVO DUNCAN