No nací en el Mediterráneo ni tengo alma de marinero, pero siento que aquella canción inspirada en el mar que baña las costas de Barcelona, que compuso Joan Manuel Serrat hace exactamente cincuenta años en un pequeño poblado catalán llamado Calella de Palafrugell, de alguna manera me pertenece.
Me pertenece y lo digo sin pudor. Me pertenece porque pocas canciones me han emocionado tanto –y me sigue emocionando, me sigue estremeciendo, me sigue inspirando– y con el paso de los años la siento más mía, con el permiso de Serrat. Está en la banda sonora de mi familia, y no puede faltar en los días de celebración. A veces, en esos domingos en los que inventamos alguna disculpa para reunir a la familia o a los amigos, poco antes de que empiece la función pública cuando el primero de los invitados llame a la puerta, hacemos sonar ‘Mediterráneo’ cuando el sol está en lo más alto, mientras descorchamos la primera botella, marinamos algún pescado que pronto irá al horno y aderezamos con aceite de oliva una ensalada que no demora en llegar a la mesa.
Y la hemos cantado con nuestras voces desafinadas y nuestra desvergüenza sin más pretensión que la de darles carácter de celebración a los buenos momentos de un día cualquiera. La hemos cantado con el mar al frente –aunque no sea el Mediterráneo sino el Caribe– y la hemos vuelto a cantar mientras avanzamos sin prisa por algún camino de tierra entre las montañas que rodean a Bogotá, tan lejos del poblado de Cataluña en donde se hizo canción, pero tan cerca de Serrat, al que queremos en Colombia tanto como si hubiera nacido acá.
Me pertenece ‘Mediterráneo’, sí, aunque sé que les pertenece también a cientos de miles que han reconocido en esta canción –y en general en el álbum que lleva su nombre y que reúne títulos imprescindibles como ‘Aquellas pequeñas cosas’, ‘La mujer que yo quiero’ y ‘Vagabundear’– una muestra increíble de talento, una suma de poesía y música que ha inspirado a tantos y ha marcado el camino por el que luego transitaron muchos que querían elevar sus composiciones a la categoría de arte verdadero.
Es un himno, es parte de un ritual... ese ‘Mediterráneo’ que Serrat compuso hace medio siglo es parte de nuestras vidas, aunque no seamos cantores ni marineros. Pero nos gustan el juego y el vino, eso sí, y no hay duda de que muchas veces hemos sido embusteros.
FERNANDO QUIROZ