Aunque la tierra es un planeta en constante evolución, es de nuestra responsabilidad durante el tiempo que nos toque habitarla cuidar de ella, respetarla y tratar de no hacerle ningún daño. Todos debemos pensar en la importancia del respeto y el cuidado de la naturaleza. Eso define una nueva cultura y una nueva manera de ver el escenario que nos rodea. Comenzamos así a realizar cambios en nuestra manera de vivir. Ejemplo de ello son los nuevos sistemas de producción energética, los diferentes elementos que usamos a diario para nuestro aseo personal y de los inmuebles, los diferentes y nuevos tipos de fungicidas para cuidar el campo; en fin, a diario se nota el desarrollo de nuevos productos y servicios que nos ayudan a cumplir con esa meta de la sostenibilidad; eso nos beneficia a todos.
Las alternativas para el transporte urbano forman parte de esas soluciones que hemos buscado para cuidar el planeta. Los alcaldes, con el ánimo de protección del medioambiente, han impulsado el uso de la bicicleta como medio ideal de movilidad, dándole prioridad al del caballito de acero sobre los vehículos.
La estrategia consiste en disminuir el área de uso automotor y diseñar zonas y carriles exclusivos para esas máquinas de dos ruedas. Esto está bien, porque es un esfuerzo más tratando de lograr una ciudad menos contaminada y menos contaminante, más limpia y menos ruidosa. Todo ello sirve para el mejoramiento de la vida urbana, según los analistas.
No obstante, yo tengo críticas a lo que está pasando en este frente. Ya he dicho que no solo me interesan los temas de cultura como arte, exposiciones, artistas y museos. También creo que los asuntos de cultura ciudadana son fundamentales para todos. Este es uno de esos temas.
Creo que a menudo es aterrador el comportamiento de algunos ciclistas urbanos. He visto s de estas máquinas haciendo de las suyas por todas partes: van por los andenes esquivando peatones, se meten en contravía en las calles y avenidas, no respetan las señales de tránsito, se suben a los sardineles y jardines y no les importa nada ni nadie, porque la única meta que tienen es llegar a su destino como sea.
Lo que me preocupa de la actitud de los ciclistas es que sea el signo del tiempo: una juventud sin límites, el irrespeto a las normas es total y flagrante, la agresividad de su andar es temeraria, no respetan ninguna regla de urbanidad ni de tráfico y son absolutos irreverentes. Repito, son algunos de ellos, no la totalidad.
Si bien debemos cuidar el medioambiente, también debemos proteger y respetar a todos los conciudadanos que se mueven de diferentes maneras por la ciudad. Las personas somos el centro de cualquier estrategia y por eso las soluciones deben ser pensadas desde esa perspectiva. Por eso sugiero que no solo construyamos infraestructura para las bicicletas, sino que también pongamos a los ciclistas que no tienen buenos comportamientos a darles una repasada a los principios de cívica y urbanidad. Esos son temas tan olvidados en estas épocas. ¡Qué tan bueno sería que en nuestros colegios, escuelas y hogares volviéramos a hablar de ello!
Se trata de un tema de valores: la prioridad será siempre de las personas, no de los vehículos, y la solución a un problema de movilidad debe contribuir a que vivamos mejor, no a que surjan otros problemas de comportamiento. Así seguiremos en una sociedad que poco respeta y atiende a la autoridad. Si la seguridad se controla, este seguirá siendo un medio de transporte cada vez mayor y necesario.
Maravilloso es cuidar el medioambiente, pero cuidamos el medioambiente también por nosotros, para que tengamos vidas más saludables. Es decir, el objetivo final sigue siendo el bienestar de todas las personas. Así que cuidar el planeta implica respeto de todos y para todos. ¡Carreño, qué falta nos haces!
CLAUDIA HAKIM