Ya no cabe duda alguna, el cambio climático y su derivada, el calentamiento global, se instalaron en todo el mundo ante la inacción de los tomadores de decisiones. Sus consecuencias se están sintiendo con fuerza durante los últimos días en Europa del Sur: subida inusitada de temperaturas, alertas rojas, pavorosos incendios con cientos de miles de hectáreas calcinadas, víctimas en España, Francia, Portugal, Grecia, Italia, y amenazas e incertidumbre en otras zonas del mundo.
Varias oleadas de calor en un mes, con las jornadas más calurosas de la historia en Francia, España o Reino Unido, con unas temperaturas que, unidas a la sequía, han provocado intensos incendios en toda Europa del Sur, algunos sin resolver del todo, como los que afectan a media España, incluyendo sus más apreciadas zonas naturales. Evacuaciones y miles de muertos en una cifra que aún no cabe dar por concluida: Europa arde. Una primera conclusión: la del secretario general de la Agencia de la ONU, el finlandés Petteri Taalas: “que sirva la ola de calor como llamada de atención a un mundo no siempre concienciado del todo sobre el cambio climático”. Y es que, según científicos que participan en el de Naciones Unidas, esos cambios inducidos por la acción del hombre ya están afectando a muchos fenómenos meteorológicos y climáticos en toda Europa, cuya muestra está siendo las olas de calor extremo y los incendios de las últimas semanas.
En 1988 la ONU creo el Internacional sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), al que están asociados miles de científicos en 195 países de todo el mundo para “facilitar el conocimiento científico, técnico y socioeconómico sobre el cambio climático, sus causas, sus impactos y las posibles estrategias para hacerles frente”. Sus informes periódicos cada vez han sido más duros, tanto como la inacción de los gobiernos concernidos.
El informe que el IPCC emitió en 2014, previó exacta y detalladamente “fenómenos extremos”, como los que están sucediendo en este momento. Además, anticipaba la “frecuencia e intensidad de precipitaciones intensas”: las que provocaron inesperadas inundaciones en el centro de Europa en el pasado año.
¿Por qué no se hizo caso a las alertas de los científicos de la ONU y se siguieron empleando intensivamente los combustibles fósiles cuyas emisiones son la causa de la actual emergencia climática? En primer lugar, por el “negacionismo” sobre la realidad del cambio climático, que recuerda al fenómeno que se produjo al inicio de la pandemia por Covid-19. Se registra en algunos países europeos y también en Estados Unidos, alentado por la influencia de los sectores ligados a intereses energéticos e industriales tradicionales. En segundo lugar está una especie de “negacionismo soterrado” que se empeña en que no se avance en materia de cambio energético por intereses electorales y populistas. Por ejemplo, en España podemos ver que la oposición de derechas manifiesta sistemáticamente en el Parlamento su oposición a cualquier iniciativa para avanzar en materia de ambición climática o fiscalidad verde, por considerarlas “políticas retardistas” respecto al progreso económico.
Europa enfrenta, además, por el conflicto Rusia /Ucrania y el corte del suministro del gas ruso, una situación muy complicada, que está obligando, por ejemplo, en Alemania, a volver al uso intensivo de combustibles como el carbón o el petróleo, aun sabiendo que sus efectos como emisores de gases de efecto invernadero son decisivos para el cambio climático que hoy sufre el continente, especialmente en el Sur.
Saliendo de Europa se empieza a percibir que la ola de calor se extiende al continente africano, llegando también a Oriente Próximo y hasta Asia. “Esta gran área de calor extremo y sin precedentes es otro indicador de que los gases con efecto invernadero por la actividad humana está causando extremos climáticos que afectan a nuestras condiciones de vida”, según el investigador de la NASA Steven Pawson.
Además de los fenómenos extremos en el viejo continente, se estima que antes de mediados de siglo habrá en el mundo más de mil millones de “refugiados climáticos” a la espera de ser reconocidos por el sistema de Naciones Unidas. ¿Qué planeta dejamos a las futuras generaciones?
ANTONIO ALBIÑANA