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Las razones por las que la democracia enfrenta su periodo de mayor recesión en décadas
Estudios advierten que jóvenes son más escépticos acerca de la capacidad de este sistema político.
Conmemoración en Myanmar por las muertes de varios civiles en las protestas que piden el regreso de la democracia. Foto: Efe
La democracia se encuentra en una encrucijada crítica, así lo revela un estudio reciente realizado por Open Society Foundation (OSF) en 30 países –incluido Colombia– que muestra una paradoja en la percepción de la democracia.
Aunque sigue siendo ampliamente valorada, se encuentra bajo el escrutinio de diversos desafíos que incluyen la desigualdad, la corrupción y las amenazas del cambio climático.
Es decir que si bien existe una demanda constante de democracia y confianza en sus pilares fundamentales, simultáneamente surgen dudas sobre su eficacia para producir resultados tangibles a la vez que se observa un resurgimiento del autoritarismo.
“La amenaza más grave que enfrenta la democracia no es el atractivo rival del autoritarismo, sino más bien la cuestión de si los líderes democráticos pueden lograr resultados para sus poblaciones. La gente quiere creer en sociedades pluralistas e independientes salvaguardadas por instituciones que protejan a las minorías y defiendan los derechos individuales. Pero la evidencia nos demuestra que la idea de que ese modelo mejore sus vidas es demasiado irregular”, dice el informe.
'The Economist' identifica que la consolidación plena de la democracia en América Latina continúa estancada. Foto:Miguel Gutiérrez / EFE
Notablemente, el estudio señala que los jóvenes son más escépticos que las generaciones anteriores acerca de la capacidad de la democracia para satisfacer sus expectativas.
Resulta alarmante que un 35 por ciento de los jóvenes consideran que un “líder fuerte” que no haya sido elegido democráticamente o que no consulte al Parlamento podría ser una forma eficaz de gobernar un país.
El momento para tomarle el pulso a la democracia, a nivel global y latinoamericano, no podría ser más oportuno en una semana cargada de simbolismo en nuestra región. El pasado lunes 11 de septiembre, Chile conmemoró los 50 años del golpe militar de 1973. Ese mismo día se cumplieron los 22 años de la adopción de la Carta Democrática Interamericana. Y el viernes se celebró el Día Internacional de la Democracia bajo el lema: ‘Empoderar a la próxima generación’.
En el periodo que siguió a la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, Francis Fukuyama proclamaba el “fin de la historia”, dando por triunfante a la democracia capitalista.
Sin embargo, tan solo tres décadas después nos encontramos ante una democracia bajo acoso, asediada por numerosas amenazas que se manifiestan en una creciente polarización, la proliferación de noticias falsas, un resurgimiento de populismos antiliberales y, en algunas regiones (Asia y en especial África), de los golpes de Estado tradicionales.
Pero este declive no se circunscribe únicamente a las democracias emergentes, sino que también alcanza a aquellas que, hasta hace poco, considerábamos consolidadas, como lo evidenció el asalto al Capitolio estadounidense el 6 de enero de 2021, así como la irrupción de líderes populistas en algunos países europeos.
El 6 de enero de 2021, partidarios del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, protestan frente al Capitolio de los Estados Unidos en Washington, DC. Foto:ALEX EDELMAN / AFP
Según la Unidad de Inteligencia de The Economist, únicamente el 8 % de la población mundial habita en democracias plenas. A su vez, el informe de V-Dem 2023 señala que, por primera vez en más de dos décadas, las autocracias cerradas superan en número a las democracias liberales en el mundo. Y, finalmente, de acuerdo con el informe de Idea Internacional 2022, la calidad de la democracia ha experimentado un serio estancamiento en los últimos cinco años.
El citado estudio muestra que la mitad de las democracias está en declive, mientras que el número de países con la erosión democrática más severa está en auge.
Alerta en Latinoamérica por el estado de la democracia
Desde 2006, la región atraviesa por un declive sostenido y profundo de la democracia. Según el informe de The Economist, el 60 % de los países que la integran han perdido su estatus democrático. En este momento, solo Uruguay, Costa Rica y Chile mantienen la calificación de democracias plenas, seguidos por otros cinco países: Argentina, Brasil, Colombia, Panamá y la República Dominicana, que son catalogados como “democracias incompletas” y que en su mayoría muestran signos de estancamiento.
Adicionalmente, encontramos ocho naciones categorizadas como regímenes híbridos: El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Ecuador, Perú, Paraguay y Bolivia; y cuatro con régimen autoritario: Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití, este último convertido en un Estado fallido.
La situación se refleja en el descenso de apoyo a la democracia. El último informe de @Latinobarometro indica que:
➡️En 2023 solo el 48% apoya la democracia en América Latina, lo que significa una disminución de 15 puntos porcentuales desde el 63% de 2010.#ObservatorioReformaspic.twitter.com/R17OOWGdAj
— Observatorio de Reformas Políticas América Latina (@ReformasLATAM) September 15, 2023
En el ámbito de la cultura política, también se detecta un déficit significativo. Según el Latinobarómetro 2023, el apoyo a la democracia descendió a un 48 %, representando una caída de 15 puntos porcentuales desde 2010. Entre los datos que más llaman la atención, aparece que el apoyo a la democracia es superior entre los mayores de 61 años que entre los menores de 25.
Los jóvenes también respaldan más el autoritarismo o son más indiferentes frente al tipo de régimen, lo cual plantea numerosos interrogantes hacia el futuro.
Una institucionalidad frágil, el acoso a la libertad de expresión, la proliferación de noticias falsas, un aumento de la polarización tóxica y la falta de resultados (promesas incumplidas de la democracia) están entre las principales razones.
Es notable también la predilección por candidatos con perfiles populistas y autoritarios, como Jair Bolsonaro o Nayib Bukele.
Bukele entregó un discurso con motivo de su cuarto año al frente del Ejecutivo en El Salvador. Foto:AFP
Pero no todo es negativo. También hay luces que mencionar. La democracia en la región muestra signos importantes de resiliencia.
Una buena parte de los ciudadanos siguen valorando y demandando en las urnas y en las calles más y mejor democracia. A la vez que políticos, jueces, periodistas, académicos, defensores de derechos humanos y activistas continúan luchando para cuidar, proteger y fortalecer la democracia.
Los años desafiantes que enfrentará la democracia
Los próximos años serán desafiantes, en especial por el contexto. Latinoamérica emergió de la pandemia del covid-19 con una herencia maldita en términos de desarrollo humano. Las noticias tampoco son buenas en el ámbito económico. El crecimiento de la región continúa languideciendo –la Cepal proyecta 1,7 % para 2023–, marcando una nueva década perdida (2014-2023).
A los persistentes problemas del siglo XX –como la desigualdad, pobreza, informalidad laboral, violencia y corrupción– se suman ahora desafíos emergentes del siglo XXI, tales como el cambio climático y las repercusiones de la cuarta revolución industrial y la proliferación acelerada de la inteligencia artificial.
En ese sentido, el primer punto que deben tener en cuenta los distintos países es repensar la democracia para dotarla de la capacidad de dar respuestas oportunas y efectivas a los problemas ciudadanos. Lo segundo, es que es crucial proteger la legitimidad de origen y la integridad de las elecciones y blindar a los organismos electorales para que puedan hacer su trabajo con independencia.
Estos cambios pueden ser naturales, pero desde la década de 1800, las actividades humanas han sido el principal impulsor del cambio climático. Foto:iStock
A eso se suma la necesidad de relegitimar las instituciones (partidos y congresos) vía innovación, abriendo nuevos canales de participación ciudadana e incorporando de manera inteligente las nuevas tecnologías para superar la actual crisis de representación y recuperar la confianza en la política y en las élites.
Por supuesto, es imperativo impulsar, especialmente en los jóvenes, valores y actitudes democráticas y fomentar diálogos inclusivos que faciliten la renovación del contrato social.
Todo ello sumado al serio desafío de garantizar la seguridad jurídica, respetar los derechos humanos y la libertad de expresión, combatir la corrupción y la impunidad de manera frontal, y responder de manera democrática a los desafíos que plantea la inseguridad ciudadana y el crimen organizado en nuestros días.
DANIEL ZOVATTO (*)
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
(*) Director Regional Idea Internacional e investigador sénior de CEI-UC