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Caso Assange: lucha entre David y Goliat que golpea la libertad de prensa
La justicia inglesa dio un nuevo paso para avalar la extradición del fundador de Wikileaks.
Julian Assange, fundador de Wikileaks Foto: Daniel Leal-Olivas. AFP
El futuro del famoso fundador de Wikileaks, Julian Assange, podría estar en una prisión de alta seguridad de Estados Unidos, luego de un triunfo judicial en el que un tribunal de apelación del Reino Unido revocó el viernes una prohibición de extradición a ese país, ante la amenaza de suicido del activista australiano si era entregado a ese sistema judicial.
Con ello se pondría un punto final a la novelesca historia del periodista de 50 años, quien ha pasado un poco más de una década tratando de evadir a la justicia estadounidense tras poner a tambalear el sistema de seguridad de la primera potencia mundial con la publicación de informes secretos, que revelaban crímenes cometidos por el Gobierno de ese país, en el campo de detención de Guantánamo, Irak y Afganistán, y los detalles de las torturas de la CIA.
Sin embargo, no fueron los alegatos del daño que habrían causado las revelaciones sobre los papeles secretos estadounidenses los que fundamentaron la autorización de extradición aprobada por la Corte Suprema de Justicia británica.
La llamada ‘prueba reina’, que sirvió para tumbar la anterior sentencia de enero favorable a Assange, habría sido el secreto de la relación sentimental entre el activista australiano y una abogada de su equipo legal.
La alta corte inglesa aceptó los argumentos de los abogados de Washington, quienes apelaron esa decisión de enero, rebatiendo el dictamen de la jueza Vanessa Baraitser, a quien acusaron de desestimar testimonios de expertos sobre el estado mental del detenido y de ocultar información clave como la relación sentimental que Assange había mantenido en secreto con Stella Moris, con quien tuvo dos hijos (Gabriel, de 3 años, y Max, de uno) en sus años de asilo en la embajada ecuatoriana.
En la sesión judicial del viernes, el dictamen británico, de 27 páginas a las que tuvo EL TIEMPO, aceptó las garantías ofrecidas por Washington, que aseguró que no se mantendría al australiano en aislamiento punitivo y que recibiría un tratamiento médico adecuado subrayando que accedería a trasladarlo a Australia si es condenado.
A las afueras de tribunal, ubicado en pleno corazón de la capital británica, la noticia fue recibida entre lágrimas y gritos de un centenar de seguidores del fundador de Wikileaks.
“Este no es el fin… apelaremos”, aseguró a EL TIEMPO Moris, quien se casó hace poco con Assange y sigue siendo parte de su defensa.
Sin más exámenes, el caso será enviado al Ministerio del Interior, que tiene la última palabra sobre toda extradición. Sin embargo, esta larga batalla legal no terminará aquí, pues apelar ante el Tribunal Supremo británico y cortes internacionales sigue siendo un recurso.
Al conocer el dictamen judicial, la organización Amnistía Internacional puso en duda las garantías de Washington, calificándolas de “intrínsecamente poco fiables” y señaló que el dictamen es “una parodia de la justicia”, asegurando que “al permitir esta apelación, el Tribunal Superior ha optado por aceptar las garantías diplomáticas profundamente viciadas dadas por los EE. UU. de que Assange no sería recluido en régimen de aislamiento en una prisión de máxima seguridad”.
Stella Moris, esposa de Julian Assange, llegando a la corte en Londres. Foto:Niklas Hallen. AFP
Lucha entre David y Goliat
Estos años de batalla legal en los tribunales británicos han sido calificados por analistas como “la lucha entre David y Goliat”, en la que el poderío de EE. UU. no había logrado doblegar a Assange, visto como el símbolo mundial de la libertad de expresión.
En Estados Unidos, a Assange le espera un juicio con 18 cargos que incluyen espionaje, y podría ser condenado a un máximo de 175 años de cárcel.
El periodista australiano está recluido en Belmarsh, una cárcel de alta seguridad, ubicada en el sur de la capital británica, desde el 11 de abril del 2019, luego de una operación comando que lo sacó de la sede de la Embajada de Ecuador en Londres, donde se había refugiado en junio del 2012.
Los siete años de asilo concluyeron de manera abrupta por cuenta del entonces presidente Lenín Moreno, quien le retiró el asilo y la nacionalidad ecuatoriana, concedidos por su predecesor Rafael Correa.
El caso de Assange ha venido ocupando la atención internacional en la última década. Los medios locales incluso tiene periodistas asignados al caso, desde el mismo momento en que se supo de su petición de refugio en la sede diplomática suramericana, a la que acudió para evadir una orden de extradición a Suecia, donde tenía pendiente una demanda por violencia sexual, que luego fue retirada. El líder de Wikileaks decía que era inocente y que detrás de la orden judicial sueca estaba la intención de enviarlo a Estados Unidos.
Los manifestantes durante una audiencia de apelación del gobierno de EE. UU. contra la negativa del Reino Unido a extraditarlo el 27 de octubre de 2021. Foto:JUSTIN TALLIS / AFP
Una historia como de novela
En los años que duró su reclusión en la embajada ecuatoriana, la salud física y mental de Assange se deterioró. Paralelamente, y sin hacerlo público, el australiano comenzó una relación sentimental con la abogada sudafricana Stella Moris, de 37 años de edad, cuyo verdadero nombre es Sara González Devant.
Ambos se conocieron en los primeros años de encierro del periodista, cuando Moris acudía a la embajada junto con el equipo legal para apoyar a Assange. “Si no hubiese sido por Stella, Julian Assange no hubiese soportado esos años”, le contó a EL TIEMPO un allegado, que prefirió mantener el anonimato.
Años después, sumaron a la relación dos hijos y se casaron recientemente, tras recibir un permiso especial de la penitenciaría de Belmarsh.
Stella es una mujer de contextura media, rostro pálido, mirada esquiva y un tono de voz tan suave, a la que cuesta seguir lo que dice dado su marcado acento sudafricano.
La relación sentimental con Assange solo salió a la luz pública en abril pasado, tras seis años de sigilo.
“No podía explicarles la situación a mis amigos porque mis circunstancias se habían vuelto bastante difíciles de relacionar”, reconoce Moris, quien tuvo que revelar la noticia de su romance, debido a un requerimiento legal de solicitud de hipoteca para la vivienda familiar. Incluso, para los estándares de Assange, fue una revelación asombrosa. Habían logrado mantener secreto su amorío por años, a pesar de los miles de ojos puestos sobre el activista.
“Estaba en una embajada donde las autoridades eran hostiles a Julian y amenazaban con echarlo; donde había una empresa de seguridad que trabajaba en secreto para la CIA; donde me dijeron que no trajera a mi bebé porque no era seguro; donde mi mamá fue seguida. ¿Cómo te sientas a tomar un martini y lo discutes con tus mejores amigos?”, rebate Moris a quien le pregunta ahora.
Lo cierto es que el mundo le cambió a Stella cuando conoció a Julian en el 2011, siendo una abogada principiante de 28 años, que idealizaba el trabajo de Wikileaks, creyendo que la organización de medios sin fines de lucro estaba exponiendo la corrupción y los crímenes de guerra de una manera nunca antes vista.
Para ella fue determinante una de las primeras revelaciones hechas por Assange con relación a un video llamado ‘Collateral murder’, en el que mostraba a la tripulación de dos helicópteros apache disparando contra un grupo de civiles iraquíes, con la insensible despreocupación de los jugadores de videojuegos. En el video se escucha una conversación en la que uno de los tripulantes grita: “Ja, ja, ja. Los golpeé”, mientras otro replica: “Oh, sí, mira a esos bastardos muertos”.
Stella reconoce que ese video le cambió todo y no dudó en aceptar, cuando le ofrecieron trabajar en la defensa de Assange, mientras este permanecía detenido de forma domiciliaria en Londres por el caso de extradición a Suecia. En el 2012 decidió cambiar oficialmente su nombre para protegerse a ella y a su familia, mientras trabajaba con Assange.
Cuenta la abogada sudafricana, con posgrados en Inglaterra, que se fascinó con Julian Assange desde el principio. En su primer encuentro, le llamó la atención su mirada intensa y estuvieron hablando por dos horas. “No hablaba de cosas triviales”, refirió hace poco a la prensa local.
Precisamente, el romance secreto de Assange fue uno de los argumentos usados por los abogados del Gobierno estadounidense para justificar su petición de extradición. Según Washington, precisamente el hecho de que se ocultara la relación amorosa mantenida por años entre Moris y Assange daba pie para reconsiderar de manera sustancial la decisión de que la vida del australiano corría peligro si era extraditado. Y el Tribunal de Apelación de Londres le dio la razón abriendo un nuevo y espinoso capítulo.