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Los padres de Juan Camilo Mora no pierden la esperanza de que siga vivo

El hombre fue secuestrado hace 16 años. Les ruegan a las Farc que les digan qué pasó con él.

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“El mundo se nos volvió sombrío, se volvió un mundo triste, de tinieblas, donde a pesar de que había sol, primó la oscuridad”, así describe Rafael Mora, de 69 años, su vida tras el secuestro de su hijo Juan Camilo.
Han pasado 16 años desde que, al parecer, guerrilleros de las Farc se lo llevaron “tal vez por equivocación o porque lo entregaron”, señala Rafael, quien asegura que la “desaparición de Juan nos dejó muy marcados como familia”.
“Juan lo amó con todo mi corazón, lo extraño. Ese estar juntos, esa vida que nos quitaron, se llevaron una parte de mí y lo sabes".
Y habla en plural porque el sufrimiento lo ha compartido con su familia y más cercanos, pero en especial con su esposa, Miriam Torres, con quien este año cumplen 50 años de casados.
La pareja se conoció y se enamoró de inmediato, se casaron muy jóvenes, Rafael, de 20 y Miriam, de 18 años. Nacieron sus hijos Juan Camilo y Nicolás, y el orgulloso papá recuerda que “cuando Juan nació tenía los ojos abiertos y me miraba fijamente como diciéndome: “papá, aquí estoy”.
Para Rafael, ser papá ha sido la experiencia y alegría más grande de su vida. Afirma que sus hijos se criaron más que como hermanos, como mejores amigos, que fueron “muy parceros” y que compartían como una familia normal, de clase media en la fría Bogotá.
A Juan Camilo lo describe como un hombre con don de gentes, de caer bien, de tener listo el apunte jocoso, el chiste, “cuando empezaron a ir a fiestas los amigos siempre llegaban a la casa a buscarlo, él era la alegría de esas reuniones”, puntualiza Rafael, quien sonríe como reviviendo el momento.
Juan Camilo Mora, cas

Juan Camilo Mora, cas Foto:Néstor Gómez - EL TIEMPO.

Hace una pausa y recuerda que para esa época la situación del país era complicada, había recesión, inflación y las personas no podían pagar sus casas. De hecho, en forma tranquila señala que perdió su trabajo. Es economista y en ese momento se dedicó a la docencia en la Universidad San Martín.
Como anécdota relata que Juan y Nicolás estudiaron istración de Empresas en la San Martín y que los dos fueron sus alumnos en Microeconomía: “Yo le pedía a Juan que se hiciera atrás, no quería que me hiciera reír o desatara alguna situación por esa misma jovialidad que lo caracterizaba”.
Era la década del 2000 y para esa época Juan había comprado un carro que su papá describe como “destartalado”, al que solo le servía el motor y el radio. En el 2003, se graduó y montó su negocio propio de compra y venta de carros, de pasó aprovecho para cambiar al "destartalado”.
Rafael habla con entusiasmo de su familia y del momento en que Juan Camilo los hizo abuelos, “tuvo una hija, hoy de 23 años, luego se casó con la mamá de mi nieta y se fueron a vivir a Chía”.
En ese momento exalta otra de las cualidades de Juan, la unión familiar, “le gustaba que hiciéramos todo juntos, celebrar cumpleaños, navidades y más desde que nació su hija”, destaca.

El último día juntos

"Por ahí sacaban a los secuestrados hacia el Sumapaz camino a la selva, Meta y toda esa zona”.
Al hablar del día del secuestro de Juan Camilo, Rafael cambia la expresión de su rostro, se frota las manos, mueve un pie de forma repetida, baja la cara y se hunde en ese doloroso momento.
“Eso fue el jueves 19 de enero de 2006, ya llegue esa mañana de un viaje a las 6:30 de la mañana, Juan ya estaba en el apartamento. Nos tomamos un café, charlamos y como a las 11:30 de la mañana dijo voy a entregar unos papeles, yo le pregunté que si lo acompañaba y me respondió: “no me acompañes, voy y no me demoro, vengo almorzar”.
Ese fue el último día que los esposos Mora Torres vieron a su hijo, desde ese momento no han sabido nada de él. Rafael continúa su relató y señala que Juan iba para Santa Cecilia, en Normandía, donde iba a concretar un negocio.
Con voz entrecortada empieza a describir esa angustia que empezaron a sentir – con el paso de las horas - cuando no llegó a almorzar, “sobre las cinco de la tarde dijimos: algo le pasó. Esa noche fuimos a los hospitales, a Medicina Legal y nada, no lo encontramos”.
Rafael Mora cumple este año 50 años de casado.

Rafael Mora cumple este año 50 años de casado. Foto:Néstor Gómez - EL TIEMPO.

aron a conocidos y buscaron ayuda con las autoridades, el viernes 20 de enero encontraron su carro, apareció en el kilómetro 10 vía a Choachí. “Esto nos llenó de esperanza, aparece el carro, aparece Juan, nos fuimos para el lugar, con la idea de encontrarlo”, afirma.
Recuerda con rabia que cuando llegaron al lugar, la policía había bajado el carro a un CAI y el mismo estaba desvalijado. “Empezamos a buscarlo, a gritar su nombre, por arriba por abajo, a ver si lo habían dejado en algún lado”.
Rafael señala que en ese tiempo las Farc estaban muy cerca a Choachí, “por ahí sacaban a los secuestrados hacia el Sumapaz camino a la selva, Meta y toda esa zona”.
Y por eso se tejió la primera hipótesis, que lo tenía el frente 51, y tras analizar muy bien el caso y recibir el consejo de cercanos decidieron que sería el DAS el que manejaría el caso y por eso colocaron en esa institución la denuncia por secuestro simple. El domingo, Rafael que es pastor de una iglesia en Villaluz se refugió en su fe y en la comunidad que les brindó su apoyo, cariño y solidaridad.

"Ese pensar si Juan tiene frío, si comió, si está bien, si está vivo o muerto"

"Ese pensar si Juan tiene frío, si comió, si está bien, si está vivo o muerto, ese es el diario vivir. No podemos cerrar un luto y es que guardamos la ilusión de volverlo a ver".
Para el lunes, Rafael se fue a recorrer los lugares que su hijo frecuentaba en medio de su actividad laboral – traspasos de carros – y dio con una mujer que le dijo que sabía lo que había pasado con su hijo.
“Ese lunes 23 de enero, la mujer me lleva al edificio donde vivía y me dice que a Juan se lo llevaron del parqueadero, sin más datos; pero lo que más me llama la atención es que cinco años después a esa mujer la capturan y la señalan ser auxiliar de las Farc, entonces otra de las hipótesis es que ella lo entregó”, relata el acongojado padre.
Para Rafael, la investigación sobre el caso fue un fracaso, las cámaras de seguridad del sector no servían y los investigadores del DAS en su criterio no “hicieron nada”, tanto así que les instauró una queja en la Procuraduría, y su sanción fue trasladarlos.
Para el padre, aparte del secuestro de su hijo, empezó otra tragedia: la “batalla contra el Estado”, a buscar apoyo de las instituciones, y a encontrar una desidia total frente a la situación.
Ese pensar si Juan tiene frío, si comió, si está bien, si está vivo o muerto, ese es el diario vivir. No podemos cerrar un luto y es que guardamos la ilusión de volverlo a ver”, afirma Rafael, con la voz llorosa.

Escribió un libro: Huerfilos

Reconoce que como familia han vivido el rigor del secuestro porque de una u otra forma los dividió: su nuera y nieta tuvieron que irse por amenazas del país al igual que su hijo Nicolás y familia; ellos de seguro no se van porque guardan, aunque lejana, la ilusión de volver a abrazar y besar a su hijo.
Los secuestradores nunca se comunicaron con los padres, nunca hubo una exigencia económica, pero si amenazas a los cercanos, y el caso por esos ires y venires de la justicia, hoy es calificado como desaparición.
Es ese proceso encontraron el apoyo de la Fundación País Libre y de Herbin Hoyos Medina y su programa Las Voces del Secuestro. “Vimos que no éramos los únicos, vimos el apoyo de una cantidad de organizaciones no gubernamentales, que no estamos solos”, dice el padre.
Y desde abril de 2008 estuvieron en el programa, por eso Rafael lamenta la muerte de Herbin, en febrero de 2021, en esos días hablaron porque planeaban realizar un homenaje a través de Facebook recordando a Juan y sus 15 años de secuestrado.
Hoy Rafael reconoce que no ha acudido a la JEP para buscar la verdad, “ha sido desidia mía”, pero destaca el trabajo de la Unidad de Búsqueda, de Personas Desaparecidas, aunque señala que “son 20 personas buscando a millares de desaparecidos, pero ellos me responden y me dan confianza”.
Cerca a sus 70 años Rafael ha espantado sus fantasmas escribiendo un libro en el que plasma sus vivencias durante esta dura prueba que le puso la vida, “de Juan nos quedan sus fotos, sus recuerdos, por eso, escribí un libro, mi testimonio de vida que se llama Huerfilos, una palabra que no está en el diccionario y que busca representar a los padres que se quedan sin sus hijos”.
Asegura que con su esposa decidieron no hacer un entierro simbólico en busca de un duelo porque guardan la ilusión de que este vivo, “mi esposa dice que está vivo, yo sé que la probabilidad es poca pero uno guarda la ilusión, la esperanza es de vida, hasta ahora no tenemos una noticia de su muerte, así todos nos diga que no”, dice con certeza Rafael.
Es tal su fe de volver a ver a Juan Camilo que Rafael guarda con esperanza volver juntos al estadio a ver a su Santa Fe del alma, añora esos recuerdos que atesora en su corazón cuando llevaba de niños a sus hijos al Campin.
Hace poco Rafael mientras recorría su estudio y escuchaba una canción de Serrat, Aquellas Pequeñas Cosas, encontró los cuadernos de Juan de “cuando fui mi alumno”, se le corta la voz y asegura “todavía lloramos, fueron pocos años junto a Juan pero esos años dejan recuerdos maravillosos”.
A los jefes de las otroras Farc, dice Rafael “yo si les rogaría que me dijeron qué paso con él”, y a su hijo le dice: “Juan lo amó con todo mi corazón, lo extraño. Ese estar juntos, esa vida que nos quitaron, se llevaron una parte de mí y lo sabes”.
ALICIA LILIANA MÉNDEZ
Subeditora sección Justicia.

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