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Las reflexiones de Ingrid Betancourt a horas de su cita con ex-Farc
La excandidata reconoció el trabajo de la JEP y llamó a imponer sanciones de peso a secuestradores.
Después de bajar los 10 escalones de la aeronave que la transportó junto con 14 compañeros de cautiverio a la base militar de Catam, tras la exitosa operación Jaque, Ingrid Betancourt se fundió en un abrazo con su madre que hizo vibrar al país entero.
Por fin, después de 6 años, 4 meses y 9 días, recuperaba su libertad la excandidata presidencial, secuestrada en 2002 por las Farc.
Foto:Felipe Caicedo. Archivo EL TIEMPO
Ese histórico 2 de julio de 2008 fue el último día que Betancourt vio a sus captores, que años después dejarían las armas y firmarían un acuerdo de paz.
Este miércoles, por primera vez desde entonces, en la Comisión de la Verdad, se encontrará con de la extinta guerrilla.
Junto con ella, otras víctimas de secuestro escucharán, de boca de exjefes rebeldes como Rodrigo Londoño, Pastor Alape o Carlos Antonio Lozada, el reconocimiento de la barbarie del secuestro, que dejó, según estimaciones de la Jurisdicción Especial para la Paz, más de 21.396 víctimas en el país.
En entrevista con EL TIEMPO, la excandidata presidencial habla de sus expectativas del encuentro, su lectura del trabajo adelantado por el tribunal transicional, su encuentro con el presidente Iván Duque y su experiencia en cautiverio.
Usted, en su momento, fue crítica frente al reconocimiento inicial del secuestro por los ex-Farc. ¿Cómo se abonó el terreno para este encuentro?
Esto, primero, hace parte de las actuaciones de la Comisión de la Verdad. Ellos tienen como propósito recoger los testimonios de todas las personas que sufrieron el secuestro y también ponernos en algo así como una confrontación –no sé si sea la palabra correcta– con los antiguos de las Farc.
Tuve una reunión con las personas exsecuestradas, familiares de secuestrados que fueron asesinados o desaparecidos, y todos estuvimos reunidos reflexionando lo que va a ser el acto de este miércoles.
Una de las cosas que me sorprendió fue ver gente de todas las edades, de todas las regiones del país, todas las experiencias de vida diferentes, todas las sensibilidades políticas diferentes, y todos con una misma preocupación: que nunca más vuelva a sucederle a alguien en Colombia lo que nos sucedió a nosotros.
Es importante aportar con nuestros sentimientos, emociones, con nuestro testimonio, para que esto no vuelva nunca a suceder en Colombia. Esa es, finalmente, la reflexión central: que la violencia no es el camino para el país.
¿De qué manera el secuestro ha marcado a la sociedad colombiana?
Nos dejó, primero, por el lado de las exvíctimas o sobrevivientes, esa sensación de precariedad de la vida, de sentir que en cualquier momento pueden suceder hechos dramáticos, que uno está como cuidándose constantemente y cuidando a los que uno quiere, y anticipando las separaciones como momentos de gran dificultad porque uno no sabe si después uno va a volverse a encontrar como lo había planeado.
El miedo es una cosa que vivimos nosotros, que uno ve en todas las caras, en todas las reacciones de nuestra sociedad, en la manera como sospechamos los unos de los otros. Yo creo que también ese miedo ha hecho que hayamos tratado de interpretar la realidad según unas matrices ideológicas que nos han hecho mucho daño.
Esos dos extremos –de izquierda y derecha– les han deformado el corazón a los colombianos
Como era difícil hablar de todo esto y estábamos hablando de cosas de deshumanización y degradación, y no nos gustaba enfrentarlo, la solución fue la ideología: para los secuestradores, justificar lo que estaban haciendo, esa degradación humana a la cual llegaron de que no se compadecían; nos tenían parqueados en unas jaulas, separados de nuestras familias durante años, incomunicados, dándonos de comer lo que sobraba, encadenados por el cuello... Son tantas imágenes de violación, de tortura, del horror.
Y al frente también una ideología: para combatirlos, tierra arrasada, no ver a nadie que no piensa como nosotros, no darles el permiso de ser diferentes.
Esos dos extremos –de izquierda y derecha– les han deformado el corazón a los colombianos.
Les ha producido un corazón muy duro. Este diagnóstico nuestro a lo que nos invita es a ser humildes frente a lo que ha sido nuestra experiencia, la manera como hemos vivido como sociedad para que entendamos que hay ciertos ajustes que tenemos que hacer.
2 de julio 2008.
Al estilo del caballo de Troya, el Ejército rescató increíblemente a Íngrid Betancourt, a tres ingenieros estadounidenses y a 11secuestrados más, durante la ‘operación Jaque’, que pasará a la historia porque, sin disparar un solo tiro, pudieron arrancar de las manos de los líderes de las Farc a los rehenes que se encontraban, por varios años, privados de su libertad. Esta misión de inteligencia fue uno de los golpes más certeros a ese grupo terrorista dentro de la política de Seguridad Democrática, implementada por el gobierno de Álvaro Uribe. Foto:Archivo
Parte de ese drama quedó recogido en la imputación de la JEP contra ocho exjefes de las Farc por secuestro. ¿Cuál es su lectura del auto?
El auto de imputación, redactado bajo la dirección de la magistrada Julieta Lemaitre, es histórico. De una manera muy escueta, sin ninguna patología –no median emociones de ningún tipo, simplemente una tipificación de delitos–, tan desnuda en términos de la narrativa de los crímenes, les devuelve finalmente la totalidad de su horror.
No nos podemos esconder detrás de ningún cinismo, de ninguna justificación: las cosas están ahí en blanco y negro y es un gran aporte a un proceso de paz sui géneris, que no existe en ninguna otra parte del mundo.
Obviamente, es incompleto, el proceso de paz lo podríamos criticar de muchas maneras, pero, en el caso de ese auto de imputación, yo creo que se logró un hito, logramos poner en palabras lo que no es narrable, lo inefable, y ahora lo que estamos esperando son las condenas, que espero estén a la altura de ese auto de imputación.
Sería muy triste que después de haber hecho ese ejercicio, de tejer todas las vivencias de tantas personas, termináramos con que la justicia los condene a sembrar árboles.
Yo creo que tiene que haber un respeto también por aquellos que sufrimos todo eso que está ahí narrado.
La magistrada Julieta Lemaitre, quien encabeza el caso 01, es una de las figuras más respetadas del derecho en Colombia, y cuenta con un doctorado en la Universidad de Harvard. Foto:JEP
Nosotros como víctimas, la mayoría de nosotros, aceptamos las reglas de juego del acuerdo de paz y sabemos que los del Secretariado, si dicen toda la verdad, no van a tener cárcel, y eso nos parece que está bien; es decir, es parte del acuerdo y lo aceptamos.
Pero sí queremos que la condena sea máxima, y dentro de ese abanico de condenas posibles hay algunas que son delimitación del ejercicio de la libertad, y yo creo que esas son procedentes en este caso del crimen de secuestro.
¿Por qué decidió hacer parte del encuentro en la Comisión de la Verdad?
Esta fue una decisión muy difícil de tomar. La invitación me la hizo el padre Francisco de Roux, y si no hubiera sido porque él está mediando en este encuentro, porque no voy a estar sola sino que vamos a estar con otros exsecuestrados y con los familiares de víctimas de secuestro por parte de las Farc, que nos estamos sosteniendo los unos a los otros, y si no fuera también por la situación dramática que vive el país, en la que vemos que hay brotes de violencia... si no hubiera todas esas situaciones, probablemente yo no hubiera aceptado.
La razón primordial para no haberme visto con ningún miembro de las Farc hasta ahora es que la experiencia que yo tuve con ellos durante el secuestro fue de manipulación.
Una de las cosas que yo tuve muy clara al volver a la libertad era nunca más dejar que se me utilizara a mí, a mi familia y a mi dolor de una manera oportunista como lo habían hecho las Farc
Ellos utilizaron nuestro sufrimiento, el de nuestras familias, como comodín en sus estrategias de comunicación, militares, políticas, y una de las cosas que yo tuve muy clara al volver a la libertad era nunca más dejar que se me utilizara a mí, a mi familia y a mi dolor de una manera oportunista como lo habían hecho las Farc.
Yo siempre tengo una perspectiva de tener mucho cuidado y mucha prudencia frente a este tipo de actos, pero está organizado de una manera en la que vamos a estar en un mismo espacio, pero los tiempos de palabras están orquestados. No es posible para ellos utilizarnos, ni nosotros a ellos.
Adicionalmente, el valor del momento es que podamos desde esas dos perspectivas totalmente opuestas –la de los señores de la guerra, en su soberbia guerrera, y la de las víctimas, ya después del conflicto– mirar todo lo que nos sucedió serio y decirle a Colombia: miren, la conclusión de todo esto es que la violencia es un error, la violencia es un fracaso, la violencia no es una opción, nunca lo es.
Varias veces, la comunidad internacional rechazó el secuestro en Colombia. Foto:EFE
Usted se reunió el lunes con el presidente Iván Duque, ¿de qué hablaron?
El tema central fue la reflexión en torno a la manera como se ha reaccionado por parte del Estado a las protestas juveniles. He estado muy preocupada de ver que al joven pobre colombiano se le convierte en un delincuente, simplemente por ser pobre y joven.
Eso es algo que es absolutamente inaceptable, y tuvimos un diálogo muy franco en el que expusimos nuestras motivaciones. Yo tuve la sensación de que el Presidente había hecho su proceso también de reflexión y que obviamente reconocía que esos muchachos no son ni vándalos, ni terroristas, ni narcotraficantes ni nada de aquello.
Al joven pobre colombiano se le convierte en un delincuente, simplemente por ser pobre y joven
Lo que nosotros hemos visto es que la Fuerza Pública los enfrentó como enfrentar a los enemigos tradicionales de esta guerra, sin que hubiera mediado la transición de la paz. Y esos muchachos, precisamente ahora que los fusiles se han silenciado, necesitaban expresar su inconformidad frente a una situación social que es insostenible.
Y es verdad que la guerra hizo que se pospusieran todas las necesidades de la mayoría de los jóvenes y de la gran parte de la población colombiana, porque los recursos iban todos a la guerra, porque el afán era la guerra, porque teníamos que enfrentar al enemigo.
Y ya pasadas esas instituciones, la Fuerza Pública no ha logrado adaptarse a la nueva realidad de paz. Esa fue una reflexión que compartimos y creo que el Presidente lo entiende.
Lo sentí tocado por las necesidades, realmente preocupado, sabiendo que la juventud está haciendo un reclamo justo y que hay que responderle de una manera, con respeto, a sus demandas.
Hablando del Presidente, hay quienes dicen que les gustaría ver su nombre en el tarjetón para las elecciones del 2022...
Tengo claro que la política no es la actividad que quiero asumir en esta etapa. Mi respuesta es no, no y no.
Tengo una gran libertad, al no ser política, de hablar de política, de poder decir lo que pienso, de poder contribuir a una reflexión desde una perspectiva diferente, con una distancia, de no estar metida en las ambiciones, en las guerras electorales y me siento cómoda de poder aportar mis reflexiones en un escenario que sea descontaminado de esos afanes politiqueros electorales.
Volvamos al tema central. Los secuestros persisten en el país: el año pasado hubo 49 y este van 11. ¿Por qué estos hechos no deben repetirse?
El secuestro es una deformación del alma. Para llegar a secuestrar a una persona, uno tiene que tener una mente muy rayada; es decir, tiene uno que pasar por un proceso en el cual la vida de esa persona no vale nada, y uno tiene que justificarse a sí mismo el mantener a una persona en una jaula, encadenada, lejos de su familia, quitándole su vida, su honor, su voz, quitándole su humanidad y convirtiéndola en una cosa para canjearla por plata, por un beneficio político.
Cuando se llega a ese nivel de descomposición moral, realmente se tocó fondo. Y tenemos que salir de ese fondo, tenemos que volver a respirar aire.
De la misma manera que el secuestro es inaceptable y nos hala a todos hacia abajo, ahora la paz nos puede halar a todos hacia arriba
Estar secuestrado es entrar a otro mundo, donde las palabras no son suficientes para expresar, y el secuestro no solamente daña al secuestrado en su vida y deshumaniza al secuestrador, sino que también deshumaniza a nuestra sociedad.
Todas las víctimas de secuestro hemos sufrido la revictimización cuando volvemos a la libertad, la incomprensión.
Cuántos no nos señalan, con esa suspicacia de que tiene que haber algo malo en esta persona para que finalmente haya sido víctimas de lo que le sucedió. Es tan horrible tener que, encima de todo, limpiar el nombre, luchar por la verdad, por que la gente comprenda que uno no es culpable de que lo hayan secuestrado.
Es decir, son tantas las cosas que hacen que el secuestro sea una espiral de barbarie que descompone a una sociedad. Ahora tenemos que salir de eso y la única oportunidad que tenemos es esta.
Tenemos un acuerdo de paz, no perfecto, no es el que muchos hubiéramos querido, hay muchas cosas que faltan, pero por lo menos tenemos esto que nos permite tener esperanza de que podemos salir de esa espiral de barbarie. De la misma manera que el secuestro es inaceptable y nos hala a todos hacia abajo, ahora la paz nos puede halar a todos hacia arriba.