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‘Restomods’: ¿remedio moderno para un antiguo vicio?

Esta tendencia, que consiste en dotar carros antiguos de componentes modernos para mejorar sus características originales, cada vez gana más adeptos en Colombia.

Hecho en Colombia, este ‘restomod’ de un Toyota FJ40 de 1967 no solo fue actualizado en muchos de sus componentes originales, sino que también cuenta con piezas exclusivas para este de diseño y fabricación local.

Hecho en Colombia, este ‘restomod’ de un Toyota FJ40 de 1967 no solo fue actualizado en muchos de sus componentes originales, sino que también cuenta con piezas exclusivas para este de diseño y fabricación local. Foto: Capera Engineering

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De vez en cuando, entre el mar de genéricos carros modernos que se funden en una aburrida escala de grises en el tráfico, salta a la vista una figura distinta a las demás, de llamativo color y atractivo sonido. Podrá tener pesadas décadas encima, pero el brillo de las particulares formas de ese antiguo hace saber que no se está ante un carro más.
Aunque para algunos (muchos) no sea del todo evidente, detrás de esos carros se esconden horas de arduo trabajo, dinero, quebrantos de paciencia, plata, investigaciones, efectivo, complicadas decisiones, débitos a la cuenta y hasta labores de arqueología para desenterrar en cualquier lugar del mundo esa pieza que se creía perdida y que finalmente la tarjeta de crédito trajo a casa.
Aquellos inmunes a ese curioso virus, a veces hereditario, no verán sino un aparente masoquismo sin rehabilitación que valga, porque es una enfermedad de la que casi ninguno de los que la padecen se quiere curar. Y por qué querrían hacerlo si a fin de cuentas la retribución de un carro restaurado o un restomod va mucho allá que la simple suma de sus partes (suma que por cierto no necesariamente equivale a un precio final de venta).
volkswagen Combi en revisión previa para su restauración

volkswagen Combi en revisión previa para su restauración Foto:Daniel Otero

¿Qué es entonces un carro restaurado, qué es un restomod y cómo se llega allí? En el más estricto sentido de la palabra, una restauración consiste en devolver un carro fielmente a sus características originales de fábrica, recuperando su estructura, su línea, color, tapicería y dejando todo en perfecto funcionamiento. Para esto lo usual es desarmar el carro por completo, aunque tienen gran valor los preservados sin intervenciones mayores en los cuales la conservación y el cuidado son evidentes.
La tarea no es fácil, pero por algo se tiene que empezar. Para Enrique Leyton, fundador de Leyton Cars, empresa dedicada a la restauración y personalización desde hace más de 20 años, ese primer paso es “saber qué quiere el cliente, a dónde quiere llegar y cuánto está dispuesto a invertir”.
Una restauración empieza desde mucho antes de quitar el primer tornillo y, como dice Leyton, lo más importante es hacerle un peritaje al carro pues solo así se puede saber con qué base se está trabajando, qué tanto habría que hacer y, sobre todo, si el panorama se ajusta al presupuesto.
No hacer esto o no tenerlo del todo claro puede ser una de las razones por las cuales el concepto de restauración se ha tergiversado tanto, llevando a creer que cualquier trabajo de pintura, cambio de tapicería y arreglo mecánico ya clasifica como tal. Y así como no todo trabajo barato es malo, no todo trabajo caro es bueno.
“Juzgar la calidad de una restauración o diferenciar una buena de una mala se hace mirando todo lo que no se ve. Levantando las alfombras, mirando detrás del motor, revisando hasta el último detalle”, dice Leyton. Luis Alfonso García, director de restauración y mantenimiento de vehículos BMW clásicos, concuerda con esto.
Hay quienes ven en internet una camioneta bajita, con rines grandes, pintura brillante, y quieren algo igual. Pero cuando uno les dice cuánto costaría, se escandalizan
Para él, el conocimiento de la persona sobre el carro que va a trabajar es tan importante como que un especialista se encargue de cada parte. “La latonería la debe hacer un latonero; la pintura, un pintor; la tapicería, un tapicero. Lamentablemente, esos oficios tan manuales se están perdiendo porque quienes los hacían no se los heredaron a nadie”, dice García.
Esto plantea dudas sobre el futuro de las restauraciones en Colombia, donde el empirismo ha sido el único maestro a falta de escuelas que encaminen sobre estos trabajos artesanales. Pero al menos en la actualidad, el tema parece estar en su mejor momento y prueba de ello es que la tendencia de los restomod no solo está presente en el país, sino que parece un virus que cada vez se cobra más víctimas.
Restomod viene de unir las palabras restauración y modificación, así que si están pensando que se trata de carros que han sido restaurados y modificados, están en lo cierto. “Esto no es nuevo, lo que pasa es que es la tendencia del momento”, dice Jean Pierre Macías, gerente de Capera Engineering, empresa dedicada a la restauración y mantenimiento de autos especiales.
Y no hay duda de que es una tendencia muy llamativa. Así como tienen bastantes atractivos, los carros antiguos por bien que estén restaurados se quedan cortos, con toda razón, en comodidad, suavidad, practicidad y hasta desempeño, que algunas personas simplemente no quieren sacrificar. Modificarlos e implementarles un toque moderno no suena entonces nada mal.
Chasís de una Ford Bronco de los años 60

Chasís de una Ford Bronco de los años 60 Foto:Daniel Otero

Sin embargo, no se trata de instalar una pantalla donde se pueda, adaptar cualquier aire acondicionado y atornillarle un turbo a un agonizante motor. Como bien lo dice su nombre, un restomod implica una restauración completa, que como ya mencionamos no es solo tapar un golpe con pintura y arreglar una tela rasgada vistiéndola con un forro.
A diferencia de las restauraciones, el proceso para un restomod es mucho más abierto en opciones y así como unos prefieren reservar las modificaciones para el motor, chasís y suspensión, para otros casi no habrá límites, ni siquiera de bolsillo. Porque si una restauración conlleva su buena dosis de efectivo, en un restomod los ceros se pueden salir de control fácilmente.
“Hay personas que ven en internet una camioneta bajita, con rines grandes y una pintura brillante, y quieren algo igual. Pero cuando uno les dice cuánto puede costar, se escandalizan”, dice Leyton.
Bajar la altura del carro se puede lograr recortando espirales, y si se suman los rines grandes, llantas de bajo perfil y la pintura brillante, podría decirse que se cumplió el cometido. Pero la geometría de la suspensión estará totalmente alterada, la dirección no se comportará igual y en vez de lograr una mejora lo único que se hizo fue dañar lo que pudo haber sido una buena base.
Hacer un restomod implica un estudio juicioso, y si además se le va a instalar a un chasís de hace más de 50 años el triple de potencia que fue diseñado para asimilar, hay que asegurarse de que funcione como debe. “Eso es lo que hacemos aquí”, dice Macías. “Escaneamos el chasís y hacemos simulaciones por computador para saber cómo se va a comportar con el nuevo motor, dónde tenemos que hacer refuerzos o si tenemos que diseñar piezas nuevas”.
Los restomods han tomado mucha fuerza porque es más fácil obtener componentes que buscar o reproducir partes originales, y las mejores piezas terminadas comandan valores muy superiores a los vehículos de época. Sin embargo, para los puristas mutar un auto antiguo a uno electrónico, con rines y llantas aparatosas, y parlantes incrustados en autos nacidos cuando no había música a bordo, es un pecado capital.
Fuera de todo este arduo trabajo, que además nunca estará falto de imprevistos, demoras y, hay que decirlo, deserciones, está aquello que decíamos que es aún más incomprensible para los inmunes al virus: la cura existe pero se ignora. Ni cuentas de cientos de millones de pesos ni tiempos de espera medidos en años frenan el impulso de tener una pieza restaurada o un restomod hecho a la medida.
Porque después de todo, cuando se sale a las calles a manejarlo y sus sonidos, vibraciones y olores particulares preparan ese coctel que termina de desinhibir la mente, automáticamente se activa un imán que se asegurará de que todas las miradas de ese aburrido mar de grises vean con asombro, curiosidad y, por qué no, hasta envidia a ese ‘viejito’ que pasa con prisa robándose el protagonismo. 
Y eso que no conocen (y no hablamos) las historias que suelen impulsar estos procesos, convirtiéndolos no en máquinas llamativas, sino en un irremplazable conmemorativo de alguien que ya no está o en la culminación de una meta cargada de un significado personal.
¿Un virus? Al contrario, una cura.
Lea la versión completa de este artículo en Motor.com.co.
Daniel Otero 
Redactor Motor.com.co

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