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Luto en la equitación colombiana: murió Carlos López López, pionero de este deporte
Falleció este miércoles a los 92 años de edad.
Abuelo, pionero de equitación. Foto: Archivo particular
“Papá López”, “el abuelo”, “el percherón”, uno de los padres de la equitación en Colombia, Carlos López López partió este miércoles cerca de los 92 años rumbo al cielo.
Seguro va a caballo, no puede ser de otra forma, por lo que fue su pasión desde joven. No es exagerado decir que sus cientos de alumnos en el mundo lo recordarán, pues son más de 70 años en lo que dictó clases donde fuera: Bogotá, Roma, Paris, Jerez de la Frontera, pasando por Medellín, Cali, Quito y otros tantos rincones del mundo.
De hecho, hasta hace solo unos días dictó su última clase en Cajicá, como siempre, disciplinado, estricto, pero dejando a los alumnos con la sensación de querer más.
Así era su pasión por este deporte, por la equitación, por el salto, por la monta impecable, elegante, con toque de distinción.
Él puede darse el lujo de ser uno de los pocos profesores, que sus alumnos de más de treinta o cuarenta años aún lo llamaran y el enviaran videos para que opinara sobre sus competencias, o sobre sus alumnos pues ya eran profesores.
“¿Abuelo, qué le parece ese caballo?”, o “abuelo, no sé qué le pasa, mire usted y me dice qué le hago”, son apenas dos de los cientos de consultas que le llegaban desde Fusa, Cajicá, Canadá. España o Francia.
Carlos López López. Foto:Archivo particular
Su sabiduría era tal que aún enfermo y mirando desde la ventana de su cuarto gritaba: “ojo que ese caballo está manco, así no lo pueden montar”. Y claro, tenía razón, pues hasta los más experimentados veterinarios respetaban sus conceptos y sin hablar o ponerse de acuerdo, siempre coincidían en el diagnóstico.
Su esposa Belén Lizarazo de López, hacia tres años, también por esta época había partido y aunque trató de seguir adelante, metido en sus caballos, ese hecho lo marcó demasiado.
Quedan sus cinco hijos: William, René, Carlos Mireya y Juan Pablo.
De hecho, René López está este momento en Santiago de Chile haciendo parte de la delegación de Colombia en los Juegos Panamericanos.
El abuelo deja una huella imborrable, insuperable en la equitación del mundo, pues pocas personas, a los casi 92 años, estaban tan actualizados como él. Siempre iba un paso adelante, visionario y conocedor de este deporte como pocos.
De esa manera fue como sobresalió, cuando en la década de los 60 del siglo pasado, llegó la famosa “misión chilena”, un grupo de militares especializado en ecuestres que vinieron a enseñar ese arte y profesión. Y claro él estaba ahí, como miembro de la Policía, ya lo tenía claro. No era nada nuevo para él y le sacó provecho al máximo a ese grupo de profesores que vinieron a fomentar ese deporte al país.
“El abuelo” era una voz tremendamente autorizada y sin tapujos le decía que fuera hasta hace pocas semanas “…perdone doctor que me le meta, no quiero ser grosero, pero yo no le haría eso, sin antes probar esta terapia…”.
“No ese caballo está mal trabajado; lo que hay que hacer es esto y esto” … y tenía razón, muy pocos pueden decir que no le dio un consejo sobre cómo montar, entrenar a su caballo o sobre el tratamiento veterinario indicado. Además, No importaba lo que dijera el entrenador, al “abuelo” se le consultaba en secreto y se seguía sus instrucciones.
Tampoco importaba si estaba en una prueba en Colombia, España o Bélgica. La llamaba por Whatsapp era fija. Además, porque manejaba el celular como un milenian: recibía videos, fotos y hasta montaba novedades de lo que él quería que otros vieran.
Sorprendía e iba adelante. Fiel a lo que creía, a lo que era su alma, su vida: los caballos. Por eso, no les creía a los médicos que estaba grave. Hasta último momento estuvo lúcido, regañando, preguntando por sus caballos, sus alumnos, sus hijos. Él quería irse para la casa, pues algún alumno estaría por llegar y él quería dictarle la clase. Solo que su corazón ya no podía seguirle ese galope.
Como siempre hizo, llueva, truene o relampaguee.Él estaba ahí, Seguro sigue así. Pues su huella, como los recuerdos claros que tenia de casi todos los caballos que montó a montaron sus hijos o sus más de treinta alumnos que fueron campeones o naciones o internaciones. Año día y lugar, los tenía claros, a él eso no se le olvidaba…
Como no lo olvidará la equitación nacional y del mundo y todos los que lo conocimos y tuvimos el privilegio de montar con él. Hasta pronto “Don Carlos”, Dios lo bendiga. Gracias por la clase, estuvo super.