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Opinión
Nadie lo hace como el FPC lo hace (opinión)
¿Cómo es posible que el ‘a-pollo’ alrededor de Frisby logre unificar emociones más que el mismísimo fútbol?
Clubes colombianos manifiestan su apoyo a Frisby: Independiente Medellín Foto: Instagram
De vez en cuando pasan cosas en Colombia que recuerdan que es un país que tira para el mismo lado, como lo que ha sucedido esta semana con Frisby: hasta la competencia salió a apoyar a la empresa pereirana y despertó un patriotismo y unión que no se ve en la Selección Colombia desde la clasificación y participación del Mundial de Brasil-2014; mucho menos en los clubes del Fútbol Profesional Colombiano, que no han podido consolidar con tanta fuerza en los últimos años un verdadero sentimiento patriótico.
¿Cómo es posible que el ‘a-pollo’ alrededor de Frisby logre unificar emociones más que el mismísimo fútbol?
La respuesta es incómoda pero evidente: el fútbol colombiano está perdiendo su poder simbólico, ese que alguna vez hizo llorar de alegría o de rabia, pero que sí conectaba como país. Hoy, lo que debería ser una fiesta nacional se ha convertido en una constante decepción por la desorganización, la violencia en los estadios, el tufo de corrupción dirigencial y el poco compromiso de algunos protagonistas. El hincha ya no cree, y cuando cree, se siente traicionado, pero es el FPC, el de la casa, y nadie lo hace como el FPC lo hace (incluidas las Dimayoradas).
Clubes colombianos manifiestan su apoyo a Frisby: Unión Magdalena Foto:Instagram
En Colombia, el fútbol no se juega: se vive, se sufre, se grita, se maldice, se celebra y se transforma en un reflejo de la sociedad. El FPC —ese universo paralelo de canchas imposibles, arbitrajes surrealistas y goles que aparecen de la nada— es, como diría cualquier narrador empapado de emoción, un carnaval con reglas propias. Y aunque muchas veces se le señala con sorna o desesperanza, hay algo en el FPC que no se encuentra en ningún otro lugar del mundo: su auténtica e irremediable capacidad para ser único.
Aquí los equipos grandes pueden pasar años sin títulos, mientras un club recién ascendido da la sorpresa. Aquí los jugadores se hacen en potreros antes que, en academias, y muchos terminan brillando en Europa después de pulir su talento en estadios medio vacíos, bajo la lluvia y con el sueldo atrasado. Aquí los técnicos renuncian tres veces en una temporada y vuelven con más ímpetu que antes. Y los hinchas celebran cada gol como si fuera el primero y protestan cada fuera de lugar como si se tratara de una injusticia cósmica.
¿Por qué lo de Frisby generó tanto apoyo?
El FPC no es perfecto, pero es el producto local. Como Frisby que tocó una fibra sensible: la del orgullo colombiano no explotado desde la arrogancia, sino desde la ternura. No necesitó goles agónicos ni camisetas sudadas; solo apeló a la memoria emocional colectiva y a los símbolos que realmente representan día a día: la comida, la familia, el acento, las raíces y las demás empresas se olvidaron de las barreras, de la competencia.
Clubes colombianos manifiestan su apoyo a Frisby: Junior Foto:Instagram
Mientras los clubes pelean por derechos televisivos y las tribunas se vacían, Frisby llena de sentimiento las redes sociales y las conversaciones de sobremesa. Algo tan cotidiano como una caja de pollo dejó mensajes de orgullo, cercanía, autenticidad.
Esta comparación duele, porque evidencia que el fútbol colombiano, otrora bastión de la identidad nacional, ha perdido el norte. Y también deja una lección: la patria no se construye con discursos inflamados ni con himnos antes de partidos; se construye en lo cotidiano, con coherencia, respeto por el otro y amor genuino.
Frisby, sin quererlo, le metió un gol al alma patriota. Mientras tanto, el fútbol local sigue en fuera de lugar.