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Charlie Watts: perfil de un héroe discreto, pulcro y monógamo
Todas las facetas del 'verdadero líder de los Rolling Stones'.
Había eso en él, su pulcra discreción, su preciosa timidez y sus afiladas maneras, que lo equilibraba todo. Charlie Wattsfue, estrictamente, el otro lado de los Stones. El contrapunto.
Tal vez fue el menos stone de todos –Mick Jagger, Keith Richards, Brian Jones o Ronnie Wood, todos tan involucrados con el estereotipo de los roqueros díscolos que ellos mismos crearon– o tal vez, solo tal vez, Charlie fue el más stone de todos, el de mayor dignidad y decoro para sobrellevar esa vida rocanrolera que lo cambió todo. Que nos cambió a todos.
Días atrás, en este mismo mes de agosto, los Rolling Stones habían comunicado que el baterista de marras no iba a poder acompañar a la banda en la gira 'No Filter 2021', que comenzará el próximo 26 de septiembre, en el America’s Center en St. Louis, Missouri. Entonces dijeron que Charlie se iba a tomar un descanso para poder recuperarse de un “procedimiento médico”. Y él, fiel a su estilo, simplemente expresó: “Por una vez, no he llegado a tiempo”.
En 2004, había sufrido un cáncer de garganta, le extirparon los ganglios linfáticos y lo sometieron, a lo largo de seis semanas, a un tratamiento de radioterapia.
“Pensé que iba a morir… Pensé que eso era lo que pasaba. Te enfermas de cáncer, te marchitas y mueres”, dijo años después.
Al año siguiente, en 2005, casi fallece en un extraño y complicado accidente automovilístico en Niza (Francia). El milagroso saldo fue la fractura de un brazo y de un par de costillas.
Finalmente, este 24 de agosto, a sus 80 años, dijo adiós a este plano terrenal y, con ello, a las giras que tanto amaba y que tanto detestaba.
En una entrevista para la BBC Radio, a principios de 2001, reveló que había tenido, a lo largo de décadas, una rutina compulsiva que lo llevaba a dibujar cada habitación de hotel a la que llegaba, incluido cada detalle de los muebles. Aquella vez contó que no tenía ni idea por qué lo hacía, pero que tenía guardados todos los bocetos. Todos los hinchas de Charlie queremos ver ya esos dibujos. Será un libro excepcional.
Tal vez porque -después de Bill Wyman- era el mayor de la banda, muchos vieron al viejo Charlie como el papá de los Stones, sin él haber tenido, jamás, la más mínima intención de ejercer semejante cargo.
El elegante Charles Robert Watts nació en Londres, el 2 de junio de 1941. Ingresó a los Rolling Stones en enero de 1963 (fue el último de la formación inicial en hacerlo) y hasta este día triste, hizo parte del grupo, lo mismo que Jagger y Richards (que parece que van a enterrar a todos los de su generación), conformando así la más sólida y duradera alineación en la historia del rock. Fueron 58 años de rock and roll. “Es (era) el verdadero líder de la banda”, siempre dijeron los dos viejos cofundadores.
The Rolling Stones, en el 2016. Foto:Angela Weiss. AFP
Charlie, hincha del Tottenham Hotspurs, tuvo una formación de artista gráfico. De hecho, al comienzo fue el diseñador de las portadas de los álbumes de la banda. Una de sus piezas más celebradas fue la caricatura que venía en la contratapa del disco Between the Buttons. También participó en el diseño de los escenarios que, a partir de los años setenta, cambiaron para siempre la historia del rock.
Se acercó a la música por cuenta de su afición al jazz, gracias a la iración que tuvo por el saxofonista Charlie Parker, que fue su gran ídolo musical. Incluso tuvo sus propias agrupaciones de jazz, enmarcadas en diferentes formatos: el Charlie Watts Quintet, el Charlie Watts Tentet y la Charlie Watts Orchestra.
Comenzó en los clubes rhythm and blues de Londres y allí conoció a Brian Jones, Mick Jagger y Keith Richards. Ni se imaginaba lo que le se venía pierna arriba.
“La diferencia entre tocar jazz en clubes y tocar rock and roll con los Rolling Stones era el volumen”, dijo alguna vez. Desde entonces, involuntariamente, construyó uno de los personajes más bellos en la historia del rock: el baterista impecable, sin afectaciones ni muecas, sencillo, puntual y monógamo.
El 14 de octubre de 1964 se casó, por primera y única vez, con Shirley Ann Shepherd. Con ella tuvo una hija, Serafina, quien a su vez les dio una única nieta, Charlotte. Desde el inicio de la histeria que produjeron los Rolling Stones –absolutamente fiel a su mujer–, Charlie rechazó una y mil veces los favores sexuales de las groupies. Eso no era lo de él.
Lo suyo fue la música. Su aporte al sonido ‘estoniano’ fue definitivo. Inmenso. La sección rítmica de la banda, sostenida por el bajista Bill Wyman y por su precisa batería, fue la base que por siempre amarró a los Stones en la tradición del blues.
Sí, nadie niega que el riff de guitarra de Richards definió mucho, casi todo, en (I Can't Get No) Satisfaction (1965), que fue y sigue siendo el sencillo más famoso de la banda. ¿Pero qué hubiera sido sin el patrón de batería de Watts en esa inmortal canción? ¿O qué tal el compás decidido en Paint It, Black (1966)? ¿O esa definición ‘estoniana’ que es el golpe de Honky Tonk Women (1969)?
Lejos de las pirotecnias propias de su puesto –a la mayoría de los ‘bateros’ les gusta mostrar su virtuosismo–, Watts fue un baterista sobrio y genial. Algo invisible, como siempre quiso ser, pero exquisitamente perceptible. En 2009 hizo su mejor retrato como músico: “No me gustan los solos de batería. iro a los músicos que son capaces de hacerlo, pero, en general, me gustan más los bateristas que se integran en su banda. El reto en el rock and roll es la regularidad. Lo mío es convertir el rock en el sonido de una danza”.
Sin buscarlo, como siempre, entró en el Salón de la Fama de Modern Drummer en 2006 y en los perpetuos listados de la revista Rolling Stone, que lo ubicó en el duodécimo puesto entre los grandes bateristas del género.
La historia siempre dirá que, en los momentos críticos de la banda, cuando todos estaban alejados, cuando todo estaba a punto de irse a la mierda, Charlie era el encargado de hacer las llamadas y reunir al combo. Con la autoridad paternal del que jamás grita, siempre devolvió a los Stones a su cauce. Especialmente en lo que respecta a su sonido.
En Vida, las memorias de Keith Richards, el guitarrista narró que solo vio fuera de sí a Charlie en dos ocasiones. Una de ellas fue en 1984 cuando los Rolling Stones estaban de gira en Ámsterdam. Mick Jagger y Keith se fueron de fiesta y volvieron borrachos al hotel. Jagger, muy a las cinco de la mañana, le dio por llamar a Watts. Cuando finalmente le contestó, le dijo: “¿Está por ahí mi baterista?”. Richards cuenta que, 20 minutos después, Charlie apareció intachablemente vestido en la habitación de los amanecidos, se acercó a Jagger y le dijo: “No vuelva a llamarme su baterista” y le dio un puñetazo en el ojo. Muchos años después, confesó que lo había hecho con unos buenos tragos encima.
Herisau (Switzerland).- (FILE) - file picture dated 13 January 2010 shows drummer of British band The Rolling Stones, Charlie Watts performing with the band 'The ABC and D of Boogie Woogie' at the Casino in Herisau, Switzerland 13 January 2010 (reissued 24 August 2021). The Rolling Stones drummer Charlie Watts died at the age of 80. (Suiza) EFE/EPA/ENNIO LEANZA *** Local Caption *** 56927018 Foto:EFE
Porque tampoco fue una monja. Durante un tiempo, Charlie estuvo enganchado con la heroína y, por varios años, con el alcohol. Lo primero fue al final de los años setenta. En una entrevista que dio en 2011 para la BBC reconoció que, incluso, tuvo serios problemas durante la grabación del álbum Some Girls (1978).
“Me quedé dormido en el suelo durante la grabación del disco y Keith (Richards) me despertó y me dijo: ‘Deberías hacer eso cuando seas mayor’ ”, confesó.
Lo segundo fue a mediados de los ochenta: “Fue mi forma de lidiar con los problemas familiares. Mirando hacia atrás, creo que fue una crisis de mediana edad. Todo lo que sé es que me convertí totalmente en otra persona alrededor de 1983 y salí de eso alrededor de 1986”.
Nunca quiso ser un rock star. De hecho, en el libro According to the Rolling Stones (2003) lo dejó bien clarito: “Me encantaba tocar con Keith y la banda –y todavía lo hago–, pero no me interesaba ser un ídolo del pop, sentado allí, con las chicas gritando. No es el mundo del que vengo. No es lo que quería ser, y sigo pensando que es tonto”.
Con el cariño, respeto y profunda iración de toda la familia del rock–empezando por cada uno de los de los Rolling Stones, los vivos y los muertos– y con un patrimonio de algo más de 170 millones de dólares, se nos fue silenciosamente la pulcra discreción del rock. Y no hay reemplazo.