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Somatizar: cuáles son las causas y las prácticas recomendadas para dejar de hacerlo
La terapia cognitivo-conductual y la meditación ayudan a reducir los efectos de la somatización.
La somatización convierte problemas emocionales en síntomas físicos sin causa médica identificable. Foto: iStock
El cuerpo y la mente están estrechamente conectados. En ocasiones, síntomas físicos como dolor de cabeza, mareos o molestias estomacales no tienen una causa médica identificable, sino que responden a la somatización.
Dicho fenómeno ocurre cuando el organismo manifiesta malestares físicos producto de factores psicológicos y emocionales, lo que puede afectar la calidad de vida de quienes lo experimentan.
Según la Mayo Clinic, la somatización se caracteriza por la presencia de síntomas físicos persistentes, como fatiga o dolor, los cuales generan angustia y dificultades en la vida cotidiana. Cynthia Zaiatz, licenciada en neuropsicología y jefa del servicio de salud mental del Sanatorio Modelo de Caseros (M.N: 60105), define esta condición como un proceso en el que “los problemas psicológicos, psíquicos y mentales inconscientes se transforman en síntomas orgánicos”.
De acuerdo con especialistas, la relación entre cuerpo y mente es innegable. Lo que sucede en el ámbito emocional tiene un impacto en el estado físico. Zaiatz explica que los pensamientos pueden influir en la salud y plantea una pregunta que muchos podrían reconocer: “¿Cuántas veces lo que piensas se transformó en una dolencia?”.
Estrés y ansiedad pueden desencadenar dolores, fatiga y molestias sin origen físico comprobado. Foto:iStock.
¿Por qué ocurre la somatización?
Existen diversas razones que pueden desencadenar este cuadro. Zaiatz señala que la ansiedad y el estrés son factores determinantes: “Muchos de los que somatizan suelen presentar pensamientos negativos y tienden a creer que las cosas no les van a salir bien. Son sensibles física y emocionalmente y por lo general no toleran el dolor”, sostiene la especialista, añadiendo que esta percepción “se traslada al cuerpo”.
Por su parte, Marcos Apud, psicólogo y wellness coach, indica que “el organismo manifiesta lo que el lenguaje no puede”. En su análisis, menciona que la somatización puede estar relacionada con experiencias inconscientes vinculadas a inseguridad, miedo o trauma. Como estas vivencias no se expresan de manera verbal, pueden aparecer en forma de síntomas físicos.
Otro factor involucrado es el componente genético. Expertos advierten que cuando una persona crece en un entorno donde los malestares físicos son frecuentes y recurrentes en sus familiares, puede interiorizar esas dolencias y terminar experimentándolas en su propio cuerpo.
Síntomas más frecuentes
Los indicios de somatización suelen aparecer de manera progresiva y con intensidad variable. Al inicio, los síntomas pueden estar focalizados en una parte del cuerpo, pero con el tiempo pueden extenderse a otras áreas. Según un informe de la Universidad de Harvard, esta condición puede prolongarse por seis meses o más.
Apud explica que los síntomas pueden ser tanto físicos como psicológicos, y que su manifestación varía en cada persona. No obstante, entre los más comunes se encuentran alteraciones en la piel, como sarpullidos y urticarias, caída del cabello, dolores de cabeza, espalda y estómago, así como fatiga crónica y ataques de pánico.
Estos cuadros pueden afectar significativamente la rutina de quienes los padecen. En este sentido, Apud ejemplifica: “Alguien que vive con el síntoma del colon irritable, se verá obligado a restringir su alimentación: tendrá que hacer foco en cuidarse. Entonces, se le dificultarán las salidas sociales. En otros casos, los que padecen fatiga permanentemente, terminarán aislándose debido a que necesitan estar tranquilos y recostados”. Además, agrega que “todos estos síntomas impactan negativamente en la vida social, laboral y amorosa de quien los sufre”.
Entre el 5% y 7% de los adultos en el mundo presentan síntomas físicos sin una causa médica clara. Foto:iStock
Estrategias para abordar la somatización
Existen alternativas para gestionar y reducir los efectos de la somatización. Zaiatz menciona que uno de los enfoques clave es modificar los patrones de pensamiento. “Así, cambiará la manera de hablarse y concebirse a uno mismo y al entorno. Por lo tanto, se estará fortalecido mentalmente y por ende, menos propenso a crearse enfermedades”, indica.
Para Apud, la terapia cognitivo-conductual es una opción efectiva, ya que permite identificar y trabajar los pensamientos que generan malestar. “Otra alternativa también es la de realizar actividades de interés personal, que distiendan. Muchas veces, al salir de la zona de confort, el conflicto inconsciente se empieza a regular. Por ejemplo, si estás mal porque no tienes muchos amigos y te sientes solo, hacer algún hobby en grupo permitirá conocer gente con los mismos intereses. Entonces, ese vacío desaparecerá”, explica.
Asimismo, los especialistas recomiendan la práctica de técnicas de relajación como la meditación, el mindfulness y ejercicios de respiración guiada. Estas estrategias pueden contribuir a reducir la tensión emocional y mejorar la conexión con uno mismo. “Para conectarse con la esencia de uno mismo y poder deshacerse de aquello que perturba”, concluye Zaiatz.
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de La Nación (GDA), y contó con la revisión de un periodista y un editor.