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Expertos hablan de los desafíos de los niños y jóvenes de la nueva generación: ‘Los determinantes sociales son diferentes’
Carlos Garavito, coordinador de la comisión del Colegio Colombiano de Psicólogos, y Santiago Laverde, rector del colegio SEK, ahondan en el tema.
Los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de la nueva generación enfrentan desafíos únicos en un mundo que cambia a una velocidad cada vez más acelerada.
Su relación con las tecnologías y su creciente sensibilidad hacia las causas sociales marcan una diferencia clara con las generaciones previas.
A medida que las circunstancias y los determinantes sociales evolucionan, se vuelve necesario un enfoque más profundo y reflexivo para comprender cómo interactúan con el entorno que los rodea.
Carlos Garavito, coordinador de la comisión nacional de política pública del Colegio Colombiano de Psicólogos, rechaza la etiqueta de una generación "frágil", ya que, según él, la carga semántica de este término es errónea.
Se muestra en desacuerdo con el término "generación de cristal", ya que considera que su carga semántica es errónea y transmite un mensaje socialmente negativo.
En su lugar, destaca que los de esta generación enfrentan "una serie de circunstancias generacionales de alto reto".
Estas nuevas vulnerabilidades, propias de un contexto histórico inédito, han cambiado los determinantes sociales. En este sentido, señala que "no hay forma de responder de manera efectiva a este tipo de circunstancias".
Los niños, niñas, adolescentes y jóvenes actuales enfrentan circunstancias generacionales inéditas. Foto:iStock
Estrategias clave para afrontar los retos
Para enfrentar estos retos, Garavito propone tres frentes estratégicos esenciales:
Formación a padres y madres: es fundamental que las escuelas lideren procesos de formación en pautas de crianza y regulación emocional dirigidos a adultos. "No se puede esperar que una generación eduque emocionalmente a otra sin tener herramientas", dice.
Desarrollo de competencias socioemocionales: estas habilidades deben enseñarse tanto a estudiantes como a adultos, incluyendo docentes, empleadores y cuidadores. "No se trata solo de enseñar contenidos, sino de enseñar a vivir", expresa.
Intervención técnica y sistémica: no basta con buenas intenciones. Se requieren protocolos clínicos basados en evidencia, inversión en bienestar integral y articulación entre escuela, universidad, sistema de salud y sector productivo.
La importancia de la formación integral en las escuelas
Desde la perspectiva educativa, Santiago Laverde, rector del Colegio SEK Colombia, subraya que una de las transformaciones más evidentes es la disminución de la tolerancia a la crítica y la mayor necesidad de validación emocional por parte de los jóvenes.
"Lo más preocupante es que no somos plenamente conscientes de que la escuela y el hogar, como sociedad, estamos participando en esta construcción, cuando sobreprotegemos", comparte.
Laverde sostiene que, en lugar de regresar a enfoques más estrictos, se debe apostar por una "formación integral".
Esta generación muestra una conexión más profunda con las causas sociales. Foto:iStock
Redes sociales como una escuela de resiliencia
En el ámbito de la neurociencia, Jorge Eslava, director del Instituto Colombiano de Neurociencias, analiza este fenómeno desde un enfoque sociológico y cultural.
Según Eslava, las conductas observadas en los jóvenes actuales son el resultado de una transformación cultural profunda, influenciada por nuevas formas de crianza y un aumento en la sobreprotección.
Desde la neurociencia, explica que el cerebro humano "graba huellas emocionales" que configuran la forma en que una persona enfrenta la vida. Si un niño recibe demasiada protección, aprende que no puede manejar el dolor por sí mismo, creando así una "narrativa interior de fragilidad".
Eslava también menciona que, aunque no se debe justificar el uso de redes sociales, estas pueden convertirse en una "escuela inesperada de resiliencia".
A través de la exposición a situaciones difíciles en línea, los jóvenes podrían enfrentar el dolor sin la intervención de adultos, lo que les obligaría a desarrollar herramientas emocionales, aunque de forma potencialmente dolorosa. "Lo triste es que esta escuela solo será superada por los que sean capaces de convertir el dolor en una herramienta de crecimiento (resiliencia)".
Garavito resalta la importancia de contar con una intervención técnica y sistémica. Foto:iStock
'Padres de algodón' e 'hijos de cristal': por qué no usar los términos
El término "padre de algodón" describe a aquellos padres que sobreprotegen a sus hijos, evitando situaciones que puedan resultarles peligrosas o desagradables.
Por otro lado, "hijo de cristal" se refiere a un niño que se siente vulnerable y frágil, y que necesita protección especial. Aunque ambos términos son populares, no son diagnósticos médicos y los expertos advierten sobre el riesgo de utilizarlos para etiquetar a las personas sin un análisis adecuado.
Los psicólogos indican que diversos factores, como la presión de un mundo competitivo o experiencias traumáticas, pueden llevar a los padres a sobreproteger a sus hijos o a los niños a sentirse vulnerables. No obstante, advierten que no se debe patologizar estos comportamientos sin una evaluación adecuada.
No está bien poner etiquetas. Foto:iStock
La psicóloga Julie Lythcott-Haims subraya que, aunque la sobreprotección puede tener efectos negativos, no necesariamente refleja una patología en los padres. La clave es entender los contextos subyacentes.
Por su parte, la OMS explica que la vulnerabilidad no es una debilidad permanente y puede transformarse en resiliencia con el apoyo adecuado. Fomentar esta capacidad en los niños es esencial para que puedan enfrentar y superar las adversidades y no poner etiquetas.