La semana pasada se celebró el Día Internacional del Café. Los colombianos somos inmensamente afortunados de tener caficultores, enamorados de su oficio,
y tierras fértiles que producen café de tan excepcional calidad. Nunca nos pondremos de acuerdo sobre el plato que nos representa, ya que la riqueza de nuestras regiones hace que esta sea una conversación eterna. Lo que sí no tiene discusión es que el café es nuestro gran embajador en el mundo.
El que todos los cocineros deben llevar para sus presentaciones y cenas en diferentes países. El que hay que regalar a los turistas y el que tenemos que empacar cuando visitemos otros destinos.
Desde hace un tiempo ha crecido la oferta de tiendas de café de especialidad.
Lugares donde les dan el valor que les corresponde a las personas que están detrás de todos los procesos que van de la semilla a la taza.
En estos sitios están educando y abriendo la mente y el paladar, especialmente de las generaciones jóvenes, hacia una cultura del café. Muchos ya entienden la diferencia entre un tinto regalado hecho con pasilla y pésimo para la salud, y uno de excelente calidad que se refleja en el equilibrio entre el sabor, dulzor, cuerpo y aroma. Parafraseando a Shakira: es imposible comparar un Ferrari con un Twingo.
En estas tiendas conocemos el bello oficio del barismo: profesionales especializados en el café, que lo preparan utilizando diferentes métodos, con exactitud y técnica. Tienen la responsabilidad y el honor de conocer, crear, guiar y conquistar al consumidor con el producto insignia del país.
No deja de ser lamentable que siendo un producto que se cultiva en 22 de los 32 departamentos, del que viven alrededor de 555.000 familias, no sea de gran interés para todos los colombianos. Los caficultores dignifican el oficio en el campo. Los sabores y aromas de cada grano, de cada sorbo, vienen de la tierra y del arte, el quehacer y el conocimiento de sus manos expertas.
Estamos tan acostumbrados a tenerlo en nuestra mesa que se volvió paisaje. En los colegios debe enseñarse sobre la importancia y aportes sociales, económicos y culturales del café colombiano. Es inaceptable que lo valoren más los extranjeros que nosotros.
El café ha sido importante para la humanidad desde diferentes aspectos: la salud, el empleo, el desarrollo, la economía y la cultura, entre muchos.
Fuente de inspiración para cantantes, poetas y escritores. Sinónimo de reunión, de encuentro, de amistad, de negocios. Alrededor de una taza de café surgen historias de vida y relaciones. Símbolo de la hospitalidad. Su sabor es el último recuerdo que queda después de una comida, por tal razón debe ser excepcional y memorable.
Es el motor que nos da energía todas las mañanas. Su aroma despabila los sentidos. Para muchos es imposible comenzar el día, o vivir la vida, sin la magia de esta estimulante bebida.
En tinto, tintico, perico, pintao, negro, con leche, carajillo o guarulo, tómeselo como más le guste, pero, eso sí, asegúrese de que sea un buen café colombiano.
Buen provecho.
MARGARITA BERNAL
PARA EL TIEMPO
@Margaritabernal