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La Boquilla, el pueblo de pescadores en Cartagena que pierde el derecho a la tierra
30 años de la Ley 70 que otorgó la titulación colectiva a pueblos afro: solo una comunidad la pierde
Fiestas del Pescador en La Boquilla, Cartagena Foto: John Montaño/ EL TIEMPO
Recibieron el título de tierra de manos de Barack Obama
Fiestas del Pescador en La Boquilla, Cartagena Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
Pero ese cordón amurallado también había sido testigo de la mayor obra
humanitaria a manos de san Pedro Claver, el sacerdote jesuita que, entre 1617 y
1651, curó y calmó el hambre y la sed de millones de esclavos traídos de África en
barcos negreros durante la Colonia.
Para resarcir un ápice de este episodio de la humanidad, esa tarde de abril de
2012, una veintena de niños viajaron desde las poblaciones de La Boquilla
(Cartagena) y San Basilio de Palenque (municipio de Mahates, Bolívar) para
acompañar al médico Benjamín Luna y al profesor palenquero Sebastián Salgado.
Ambos recibieron, de manos del presidente Barack Obama, la Resolución 0467
del 30 de marzo de 2012, emitida por el Incoder (hoy Agencia Nacional de Tierras
- ANT).
Aquel documento era un hito por sí mismo: otorgaba los dos primeros títulos
colectivos a comunidades afro del Caribe colombiano, desde que había sido
promulgada la Ley 70 en 1993. Esa norma les da reconocimiento y propiedad sobre el territorio ancestral a las comunidades preservadoras de las tradiciones
cuyas raíces en América se remontan a la llegada de los pueblos africanos.
El presidente Obama estaba allí porque había sido uno de los 32 jefes de Estado
invitados a la VI Cumbre de Las Américas, que se celebró en Cartagena del 9 al
15 de abril de ese año.
“Ahora nuestras tierras están blindadas y la comunidad tiene garantías de que no
será desplazada por empresarios que tienen la mira puesta en hacer proyectos
turísticos e inmobiliarios en el territorio que nos pertenece como comunidad
afrocolombiana”, pronunció aquella tarde el médico Luna durante su discurso de
agradecimiento ante los asistentes que llenaron la plaza de San Pedro Claver.
Las palabras de Luna vuelven a tener eco hoy, cuando La Boquilla, esa población
afrodescendiente de 6.000 habitantes, que tiene más de dos siglos de
ancestralidad entre el mar Caribe y la ciénaga de La Virgen, en el norte de
Cartagena, sufre el más prolongado y silencioso proceso de gentrificación en toda
su historia. Un despojo a cuentagotas que conduce a la desaparición inexorable
de una cultura y un modo de vida.
Lucha y pérdida de la titulación del pueblo boquillero
Playa Azul de La Boquila Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
Estamos ante una decisión más política que jurídica, que no corresponde a la realidad. Nuestra población no es urbana, ¡es rural!, lo dice el Plan de Ordenamiento Territorial
La Boquilla siempre ha peleado por su territorio. Lo hizo inicialmente en la primera
mitad del siglo pasado contra la familia Paz, quienes reclamaban propiedad sobre
una amplia parte de esta zona Caribe. Esas reclamaciones ocurrieron en dos
oportunidades: 1924 y 1943.
La población, sin embargo, demostró su ancestralidad y que a esta familia solo le correspondía un fragmento de tierra del puente de La Bocana, hacia donde hoy opera la pista del Aeropuerto Internacional Rafael Núñez.
En la investigación ‘La Boquilla: caracterización socioambiental y cartográfica’,
realizada por el Observatorio de Territorios Étnicos y Campesinos, queda
testimonio de esa “resistencia ejercida, a inicios del siglo XX, por los boquilleros
frente a las pretensiones de la familia Paz, élite de la ciudad de Cartagena y
dueños de la Hacienda de Crespo, quienes reclamaban a La Boquilla como parte
de su propiedad”.
“Luego fue el obispo de la ciudad, Pedro Adán Brioche, quien reclamó La Boquilla
como propiedad, argumentando que estas tierras habían sido recibidas como pago
por parte de la familia Paz por deudas adquiridas tras la prestación de servicios
religiosos”, cuenta el Observatorio en su indagación.
Las comunidades de Cartagena que tienen la titulación colectiva de sus territorios
Fiestas del Pescador en La Boquilla, Cartagena Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
Fue Concepción Miranda, aguerrida líder afro del corregimiento de Rocha,
municipio bolivarense de Arjona, en las ardientes orillas del canal del Dique, quien radicó la primera solicitud de titulación colectiva para su pueblo, después de asistir a un taller sobre la Ley 70 liderado por el Incoder.
Aunque Concepción nada tiene que ver con el pueblo boquillero, sí puso la semilla para que sus habitantes comenzaran a luchar por el reconocimiento de su
La Boquilla fundó su primer Consejo Comunitario de Comunidades Afro en junio de 2009, que tuvo entre sus primeras tareas reclamar los títulos colectivos del territorio. Esta reclamación vio la luz en aquella ceremonia presidida por el entonces presidente estadounidense Barack Obama. Un evento simbólico, porque además de los corregimientos de La Boquilla y Palenque (en Mahates),también despejó el camino, igual de esperanzador, para otras comunidades
cartageneras en busca de titulación.
A Cartagena llegaron después, en 2014, los títulos colectivos de Orica, el pequeño
poblado que se levanta sobre una arena suave en Isla Grande —la más extensa
de las islas del Parque Nacional Natural Archipiélago de Islas del Rosario y San
Bernardo—; Tierrabaja, en 2016; y Caño del Oro, en la isla de Tierrabomba, en
2017. Para entonces, medio centenar de comunidades del Pacífico ya habían sido
tituladas en Colombia.
La sentencia declaró la nulidad del título colectivo de La Boquilla
Fiestas del Pescador en La Boquilla, Cartagena Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
La larga lucha por el derecho al territorio del pueblo boquillero sufrió su más
dramático revés el 31 de julio de 2020, en plena pandemia por coronavirus. Ese
día, el Tribunal istrativo de Bolívar, en sentencia de primera instancia, con
firma del magistrado Roberto Mario Chavarro Colpas (Q. E. P. D.), declaró nulo el título colectivo del Consejo Comunitario de La Boquilla, como respuesta a una tutela elevada por un grupo de ciudadanos.
En sentencia de primera instancia, como respuesta a una demanda de
restablecimiento del derecho elevada por los abogados Carlos Cárcamo y Hugo Garrido (Q. E. P. D.), declaró la nulidad del título colectivo de La Boquilla, al considerar que la resolución había sido expedida con infracciones a las normas.
Según el Tribunal, el acto istrativo mediante el cual se hizo la titulación (la Resolución 467 de 2012 del Incoder) desconoció una restricción de la Ley 70 de 1993, que impide efectuar titulaciones colectivas en áreas urbanas.
“El territorio ancestral titulado al Consejo Comunitario de las comunidades negras
de La Boquilla se encuentra dentro de un predio de carácter urbano y, de acuerdo
con esta norma (Ley 70 de 1993), la autoridad agraria solamente puede titular
colectivamente a comunidades negras de terrenos baldíos rurales (no urbanos)”,
señala el fallo en uno de sus apartes.
La lucha del pueblo afro por el territorio
Fiestas del Pescador en La Boquilla, Cartagena Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
La Agencia Nacional de Tierras (ANT), reemplazo del Incoder, y la Procuraduría
General apelaron el fallo una vez pasó la pandemia por coronavirus. Luego lo hizo el Consejo Comunitario Afro de la población, con ayuda del colectivo de abogados
Dejusticia y la Universidad Javeriana. La población espera con ansias el
pronunciamiento del Consejo de Estado, que tiene la responsabilidad de fallar en
El fallo de primera instancia contra La Boquilla se ha convertido en un motivo más
de lucha del pueblo afro por el territorio. No solo de esta población nativa, sino de
otras comunidades afro en todo el país, pues según Dejusticia, “la legislación
colombiana es clara en que la titulación colectiva de las comunidades negras es
inembargable, inextinguible e imprescriptible. Es decir, su territorio es a
perpetuidad”.
Fallo es un peligroso precedente y otros pueblos afro podrían perder sus territorios en estrados
Fiestas del Pescador en La Boquilla, Cartagena Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
La Procuraduría General se pronunció a inicios de 2023 y respaldó la lucha de
este pueblo negro.
“El hecho de que en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de Cartagena se hubiere contemplado dicho territorio como de ‘expansión urbana’ no modifica jurídicamente su categoría de área rural, ni se constituye en una contradicción entre las dos normativas, en la medida en que la categoría de expansión urbana,
precisamente, hace referencia a suelos rurales que tendrían la vocación de
urbanizables”, señaló el Ministerio Público a inicios de 2023 en un comunicado de
Otra intervención reciente en La Boquilla fue la construcción del viaducto sobre la
ciénaga de La Virgen, durante el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos.
Acelerada y desordenada urbanización de La Boquilla
Miles de familias llenaron las playas de la Boquilla, en el norte de la ciudad, la playa biosegura, ubicada frente al hotel Las Américas, fue insuficiente ante la demanda de bañistas. Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
Esa obra encerró al pueblo boquillero: para ingresar a su territorio, los habitantes
tienen que recorrer 70 metros en contravía de vehículos y buses que transitan a
alta velocidad por la Vía al Mar.
Y a la par de esas intervenciones legales han estado los urbanizadores piratas,
quienes invaden miles de hectáreas baldías para edificar cinturones de miseria en
Y si hay un monumento a toda esa acelerada y desordenada urbanización de La
Boquilla es el edificio ‘Transformers’, una mole de siete pisos que incumplió todas
las normas de construcción y fue suspendida desde 2017 por la Inspección de
Policía de La Boquilla.
“No tenía ninguna valla ni notificación, y en mi concepto, que soy ingeniero civil, es
una estructura débil y sin el soporte adecuado”, dijo Gregorio Rico, alcalde de la
localidad dos, quien lideró el operativo de sellamiento en marzo de 2017.
La contaminación ambiental, otra consecuencia del territorio tomado
Ciénaga de la Virgen en Cartagena de Indias. Foto:John Montaño/ EL TIEMPO
Toda esa locomotora de cemento que avanza avasallante sobre La Boquilla le ha
dejado a este territorio una huella ambiental irreparable, una mella que también es
económica porque les cambió la cotidianidad a los boquilleros, acostumbrados por
décadas a tener una rica despensa pesquera en la ciénaga de La Virgen.
A este cuerpo de agua se le vino encima el desarrollo y hoy está en condiciones
críticas, por cuenta de la sedimentación, los rellenos para aumentar los cinturones
de miseria, las aguas residuales que vierten tanto millonarios como pobres y las
altas temperaturas.
Medio siglo atrás, al otro extremo de la ciénaga de La Virgen, se asentaron los
barrios Pozón, Olaya, La Candelaria y una docena más que dibujan el retrato de la
Cartagena más pobre y son antítesis de las postales turísticas del Corralito de
Piedra de ensueño. Hoy son barrios legalizados, pero lejos de tener indicadores
en verde que representen buena calidad de vida.
La historia sigue repitiéndose en el extremo boquillero de la ciénaga, lugar en el
que el delta natural por donde el mar Caribe entraba para purificar y fecundar las
aguas terminó invadido por comunidades que fundaron los barrios Marlinda y Villa
Gloria: 3.000 familias que deben ser reubicadas por el Distrito de Cartagena.
El deterioro ambiental de la ciénaga se agudiza
Los alrededores de la ciénaga de la Virgen están convertidos en botadero de escombros para relleno. Foto:Cortesía
Así lo señala un fallo del Consejo de Estado que ordena “restituir el espacio
público ocupado” y reubicar a las familias “en viviendas dignas, construidas para
ese fin y dotadas de todos los servicios públicos domiciliarios; las cuales deberán
ser construidas en un predio ubicado a una distancia mayor a 30 metros de la
línea de mareas máximas y a no más de 2 kilómetros del litoral”.
Sin embargo, este traslado es una utopía ante la falta de recursos distritales para cumplir una decisión judicial. De hecho, líderes de Marlinda y Villagloria, como Gloria Sánchez, hoy luchan por conseguir su propia titulación colectiva.
Mientras tanto, el deterioro ambiental de la ciénaga se agudiza. “Hace un poco de
años sacábamos pescado de toda clase: mojarra blanca, róbalo, chango, pargo,
jurel, lebranche, sábalo. Lebranche de 5 kilos, sábalo de 10 y 12 kilos”, recuerda
Eligio Ortega Sánchez, un pescador boquillero de 76 años ya retirado de las
faenas.
La ciénaga de La Virgen también era fuente inagotable, todo el año, de camarón,
jaiba, pulpo y caracol.
Mientras tanto, el grito afro de esta comunidad lo eleva la cantadora boquillera
Yadira Gómez de Simanca, conocida como ‘Chamaria de los manglares’, quien a
ritmo de tambora compuso y canta el himno de la lucha de este pueblo por la
tierra:
“Yo no me voy, yo aquí me quedo. Yo no me voy, yo aquí me quedo. A criar
gallina, marrano y cordero”.
Esta investigación fue elaborada con el apoyo de Consejo de Redacción
(CdR) y la Fundación Konrad Adenauer (KAS) como parte del proyecto
‘CdR/Lab Periodismo para investigar las rutas de la corrupción’.